Lo que escribo hoy, Sobrecarga Docente, no es una demanda arbitraria de más calidad para los trabajadores de la educación; queremos que:
- Nos permitan garantizar el derecho propio a la educación de nuestros alumnos.
- Y se nos garantice la consecución real de los derechos laborales del personal docente.
Entre las «cosas modernas» que tenemos que hacer para sobrevivir, está esa situación que consiste en la normalización de explotarnos a nosotros mismos, y creemos –pobres de nosotros– que nos estamos «realizando» como profesionales.
Cuando la realidad es que a los docentes nos están volviendo locos, con el nivel de exigencia luego de la Pandemia, como si solo pasara para el resto (a nosotros, parece que no nos alcanzó).
Solo los que estamos en las escuelas sabemos que se están generando niveles de sobre exigencia en un grado altamente peligros para la salud. Hablamos de altos niveles de improvisación encargada por gente que no sabe qué es la educación y mucho menos qué es la gestión escolar.
No escuchan que les pidamos que se reduzca parte de la inútil y obsoleta burocracia administrativa, la carga de trabajo en nuestras casas, en nuestros tiempo “libre”, atestado de llamadas telefónicas innecesarias o de comunicaciones irrelevantes. Pero ¡NO!, se prefiere maltratar con denuedo al colectivo docente: la alienación laboral está en marcha y no detiene su paso.
En los últimos años, las investigaciones sobre el estrés laboral caracterizan la existencia de un síndrome denominado “Burnout” o de desgaste profesional (conocido popularmente como síndrome del quemado).Este síndrome supone un desequilibrio de la salud física y/o emocional y es sumamente significativo. Sin embargo, nadie ve esto. Docentes, médicos y profesionales de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y de la seguridad en general son los colectivos más afectados.
Pese a todo, los docentes NO somos robots, porque hasta los robots «descansan», se «recargan».
Son diversos los cambios que desde la perspectiva laboral se han generado, enfrentando a la población laboralmente activa a difíciles condiciones de empleo que afectan su salud física, psicológica y a su relación con el entorno social y familiar. El día que nos jubilemos, tenemos que estar más o menos bien, esto es, consevar nuestra salud, no estar «detonados».
Llegar a casa y desconectar ¡¡¡ya no existe!!!
No existe desde que somos docentes 24 x 7, presenciales y online. Eso sí, el estipendio no ha cambiando –ni lo más mínimo–.
Los malos resultados y la ausencia de aprendizaje en los alumnos no es de exclusiva responsabilidad de los docentes.
Hoy el sistema educativo se sostiene en base a la explotación los docentes, el sistema educativo está desbordado:
- Alumnos que no saben leer y escribir.
- Alumnos y padres que solo piensan que la escuela debe resolver todo y lo demuestran con violencia.
Debemos ser conscientes de que sucumbir ante las presiones del trabajo y vernos sometidos a un exceso de jornada, y en ocasiones incluso a la “autoexplotación”, puede acarrear serios problemas para nuestra salud.
Hoy es mayo, pero para el nivel de cansancio es noviembre por estas latitudes.
Una muestra, en la provincia de Buenos Aires en Argentina las autoridades educativas nos piden pasar y calificar a número a los alumnos del 2020, sí leyeron bien: 2020.
Los docentes de aula dijimos que calificar con TEA, era INÚTIL, pero ¡NO!, lo siguieron haciendo, no escucharon y trabajamos por gusto. Riéndose en nuestra cara.
Políticas públicas improvisadas
Las políticas públicas improvisadas en educación son lo que nos está llevando a la locura laboral de la sobrecarga docente en buena parte de Hispanoamérica.
¿Por qué poner que los resultados educativos son de exclusiva responsabilidad de los docentes? ¿Cómo se compensa este trabajo no remunerado efectuado por miles de docentes en nuestras casas?
- No tenemos el necesario equilibrio entre trabajo y vida privada.
- No hay una planificación laboral por etapas, planificando para cada 2 o 3 días o por semanas.
- La docencia no es un apostolado, es un trabajo asalariado.
- El bienestar de todos los que trabajamos no sólo se debe ver condicionado por peligros en el lugar de trabajo, sino también por factores sociales e individuales, y por la calidad de los servicios que ofrecemos con nuestro trabajo.
Todo lo que dicen en educación (políticos en eternas campañas) hablan de la importancia de la educación y me recuerda a este cuento que nos contaban desde chicos:
Había una vez un rey soberbio y arrogante al que le gustaban mucho las telas costosas. En su obsesión por ser el mejor vestido del reino, unos pícaros sastres habían convencido al rey de que le harían un traje nuevo con las telas más preciadas del mundo.
Su soberbia y su ceguera le habían hecho creer en esta historia, pero el traje no existía, lo que habían confeccionado era un extraordinario “como si”. Mientras el rey recorría las calles mostrando su maravilloso traje, un niño lo miró y dijo a los cuatro vientos:
“¡El rey está desnudo!”. Y en ese mismo momento, todos los que aplaudían el desfile del rey dejaron de aparentar que veían ropas magníficas y dijeron al unísono: “¡Sí, sí, es verdad, el rey está desnudo!
Sabemos que no se puede hacer todo junto y de golpe, pero también sabemos que la deuda con la calidad laboral de nuestro trabajo se acrecienta desde hace años. Y cada curso va A PEOR.
Esta nota fue publicada en INED21 de España.
Sé el primero en comentar