1. Angeles: ¿Por qué la profesión docente ha perdido prestigio social?
Es uno de los temas que más me planteo. Me parece que primero habría que preguntarse si alguna vez fue una carrera de prestigio. Creo que la gran diferencia es que, hasta hace algunos años, digamos 50, el contexto social era otro y las chicas con dos años más de formación después del secundario, contaban con las herramientas suficientes para ejercer la profesión. No sólo ellas traían una mejor formación de base, sino que, además, los alumnos que ingresaban a las aulas eran muy distintos a los de hoy. Quizás provenían de familias con poca cultura, pero había hábitos, reglas, normas de comportamiento y conducta que eran trasversales a todos.
Hoy el entramado social es muchísimo más complejo y la realidad es que para los egresados de escuelas de elite o para los mejores promedios, la carrera docente no suele ser una opción. Por supuesto que hay honrosas excepciones,
pero en general, el comentario que recibe un buen alumno que decide dedicarse a la docencia es “estás para más”.
2. ¿Por qué se piensa muchas veces que la escuela esta para solucionar todo?
Creo que hay varios factores que llevan a eso. En primer lugar, porque la escuela es una de las pocas instituciones que está presente en todos los barrios y que, a la vez, ejerce algún tipo de influencia sobre los vecinos. En general, la gente de los barrios respeta a la escuela y tiene a la directora como una autoridad. Esto hace que, ante los problemas cada vez más acuciantes y la falta de capacidad de respuesta por parte de los otros organismos estatales, la comunidad recurra a la escuela.
Pero, además, quienes gobiernan se aprovechan de esa influencia que ejerce la escuela sobre el barrio y le delegan toda clase de responsabilidades que, por un lado, no le corresponden (como por ejemplo el reparto de caja de comida), pero que, además, la distraen de su rol y tarea primordial que es enseñar y que los chicos aprendan.
Hoy, esa responsabilidad primigenia quedó supeditada a un montón de actividades sociales, de salud o políticas que permanentemente interrumpen el funcionamiento normal de la escuela.
3. ¿Ha pasado un tiempito que se empezó a realizar en nuestro país las Pruebas Aprender nos puede decir que nseñanzas están dejando las mismas?
En realidad, las pruebas estandarizadas comenzaron en 1993 con las ONE. Creo que Argentina aún no ha comprendido para qué sirven. Más allá de horrorizarnos con los resultados mientras la noticia está en los medios, no
generan consecuencias ni cambios en las políticas educativas. Tampoco se aprovechan para reformular estrategias a nivel institucional. Es más, la mayoría de las veces ni siquiera se entregan los resultados por escuela. Creo, de todos modos, que la continuidad en el tiempo de las pruebas es un buen primer paso. En este país en el que solemos reinventar la rueda en cada cambio de gobierno, la continuidad de una política es ya algo para rescatar. Pero ahora hay que empezar a usarlas para tomar medidas en los distintos niveles de gestión del sistema.
4. ¿La evaluación es un punto de partida al servicio de los docentes para lograr una mayor calidad educativa?
Deberían ser no sólo un punto de partida, sino también un momento dentro del ciclo de la enseñanza, que no solo permita saber desde dónde uno parte sino también reformular aquello que se está haciendo. Uno de los grandes problemas es que hoy los docentes no saben cómo les fue a sus alumnos en las pruebas aprender, y tampoco hay una cultura de reflexión y reformulación de la práctica docente a partir de resultados de evaluaciones. Las escuelas prácticamente no tienen tiempos (ni espacios) institucionales para esto.
5. ¿Usted no cree que muchas veces hay hipocresía cuando hablamos de educación, lo expreso porque permanentemente hay conflictos laborales, estructurales y pedagógicos que muchas veces se tornan endémicos y no beneficia al sistema educativo nacional?
Estoy completamente de acuerdo. No podemos trasladarle toda la responsabilidad de la crisis de la educación al propio sistema educativo. La calidad de los salarios, las deficiencias en infraestructura, los recortes presupuestarios, están íntimamente relacionados con decisiones políticas que están por encima del Ministro de Educación, ya sea a nivel nacional o a nivel jurisdiccional. El nivel de conflictividad social, los problemas que los alumnos traen de sus casas, el sistema de salud saturado o un servicio local que no es capaz de dar respuesta a problemas, por ejemplo, de abuso o maltrato, son cuestiones que atentan contra la educación y claramente no son responsabilidad de la escuela.
6. Angeles: Según su experiencia: ¿Cómo se puede recuperar la responsabilidad principal del Estado como garante de una educación pública de calidad para todos? ¿Qué papel les toca a los legisladores, especialistas, pedagogos, periodistas especializados en educación, etc.?
Creo que la principal responsabilidad de los gobernantes y, de los ahora candidatos, es empezar a mostrar con hechos concretos que la educación es para ellos lo más importante. De un tiempo a esta parte, quienes gobiernan se
han convertido en meros relatores, espectadores o “visibilizadores” de lo que sucede, cuando en realidad es responsabilidad de ellos que las cosas cambien. Y las cosas no se cambian con relato, ni tampoco con lavadas de cara, actos, o entregas esporádicas e inorgánicas de libros o computadoras. Hace falta una fuerte vocación política, tener claro un objetivo hacia dónde queremos conducir la educación e ir dando pasos que vayan en ese sentido, aunque a veces supongan tener que tomar medidas o decisiones que le sacudan la estantería al statu quo. Creo que ahí está el gran problema: quieren que las cosas mejoren sin hacer los cambios estructurales que son indispensables. Y eso es imposible.
7. Por último, una frase para usted o comentario sobre la educación que le hay impactado últimamente.
Ya pasó hace un tiempo, pero una frase que a mí me sacó de mi zona de confort y me hizo meterme en temas educativos, fue la famosa “clases hubo” que repetían gremialistas y responsables ministeriales sobre el dictado de clases durante la cuarentena. El nivel de desacople con la realidad del 50% de los chicos del país que encierra esa frase fue, para mí, una de las muestras más palpables de la falta de interés de los propios responsables de la educación por el aprendizaje de los chicos. El cierre de escuelas debería ser considerado un delito. Ojalá algún día Dios y la Patria se los demanden.
Gracias Ángeles
Perfil de Angeles Reig. Directora de contenidos en Asociacion Civil Concordia Escribo sobre educación.
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