Evaluación: ¿Es necesaria? Una mirada a los nuevos conceptos del Siglo XXI

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“Cuando hablé del fin de la historia, en realidad me estaba refiriendo al fin de la materia Historia”
Francis Fukuyama

Después de tanta agua corrida bajo los puentes, ¿qué ocurrió con el supuesto “fin de la historia”? ¿Podrá comprobarse en un futuro más o menos cercano que tampoco sucedió el supuesto y tan pregonado “fin de la evaluación”? No lo sabemos, es posible. Por lo pronto nos atenemos a las opiniones más destacadas hasta el momento acerca del concepto evaluación.
La visión habitual y más difundida entre los docentes consultados nos indica que dado un alumno real o sujeto aprehendiente real (en adelante s.a.r.) ubicado en un contexto áulico racional y encarado el proceso de enseñanza-aprehendizaje, se presentarán las siguientes posibilidades:
a . el s.a.r. no alcanzará las expectativas de logro propuestas.
b . no hubo clases.
Puesto que el autor concuerda con este axioma, podríamos preguntarnos ¿por qué perder el tiempo en ocuparnos de alguien que jamás, ni remotamente, logrará acercarse al conocimiento? La respuesta unánime entre los consultados, y la mía propia, es tan sencilla como descorazonadora: en su práctica usualmente absurda y disparatada el Estado (1) nos entrega cierta cantidad de dinero, habitualmente llamado salario, a cambio de ejercer nuestra práctica sobre, en y desde los s.a.r.
Puesta ya en valor conceptual la necesidad de encarar el proceso educativo, se hace ineludible y hasta levemente satisfactoria, la tarea de comprobar cuánto se acercó el s.a.r. al conocimiento. Al respeto podemos citar:

A . La opinión del Dr. Àlvarez Magnabosco, iniciador de la escuela tradicionalista-represiva o tradicionalista-depresiva, los nombres varían según la traducción que se consulte, afirma que:
a . Ningún sujeto aprendiente real se acerca jamás al conocimiento.
b . Si se demostrara que un s.a.r. se acercara aún mínimamente al conocimiento, la medición sería forzosamente incorrecta.
c . Si la medición fuera correcta, el supuesto acrecentamiento de conocimiento habría ocurrido a causa de un hecho, ya sea natural, ya sea paranormal, que:
I . Escapa a nuestra comprensión
II. Es azaroso.
III. Es irrepetible.
IV. No es analizable.
V. No tiene relación con ninguna tarea realizada por el docente.

La conclusión inmediata –y extraña- a la que arriba el Dr. Álvarez Magnabosco es que el esfuerzo docente no tiene ninguna consecuencia y, por lo tanto no debe ser remunerado. Es ya célebre su cita:

“El docente viene a ser una especie de `trapito educativo` puesto que, de no existir, todo sucedería exactamente igual, o quizás mejor ¿O acaso no se estacionaba en este planeta antes de que algún idiota agitara franelas para indicar a otros idiotas algo que ya saben y cobrarles por algo que es gratis?” (2)

Menos conocido aunque igualmente contundente es el párrafo que transcribimos:

“Llevada la cuestión al plano estrictamente educativo en sí, podemos preguntarnos ¿tomó exámenes Sócrates? ¿Pidió Platón las carpetas completas? ¿Mandó Jesús nota a los padres de los apóstoles por cuaderno de comunicaciones? ¿Aristóteles planificó por año o por unidad? ¿Dictó Leonardo expectativas de logro, como ´conseguir un aceptable sfumato`? No lo sabemos y, en todo caso, ¿a quién cuernos le interesa?”

La segunda y no menos extraña conclusión es que:

“Toda evaluación es imposible, irrelevante, absurda y carente de sentido. Y uso estos términos porque estoy tratando de caer simpático a mis lectores.”

B . La postura diametralmente opuesta denominada Hiperoptimismo absoluto fue inaugurada en el siglo XVI por Bartolomeu das Fontes, sacerdote portugués, autor de la obra “Revaloritatio Aestimatio adversus obtrectaotibus”, cuya traducción sería “La evaluación en los colegios secundarios, una revalorización del campo de la prueba que invalida a mis detractores” (3) donde sostiene que:
a . En todo proceso educativo hay al menos una persona que aprende.
b . Forzosamente debe ser comprobado el aprendizaje de todos para saber cuál es esa persona.
¿Cómo se demuestra el primer postulado? Das Fontes afirma que, siendo el docente el que prepara las clases, busca materiales, lee textos, debate con colegas, etc., inevitablemente va a aumentar su conocimiento.
“Ahí tem! Tomá pra vocé!”
Culmina –no muy afortunadamente- el párrafo el padre das Fontes.
¿Es entonces el docente quién debe ser evaluado? Bartolomeu no lo aclara, pero es sabido que jamás tomó exámenes, es más, no solía saludar a sus alumnos, dirigirles la palabra ni mirarlos. El 90% de su obra está compuesta por pruebas que él mismo preparaba, resolvía y corregía. En todos los casos la calificación era “Excelente, muchacho, sigue así! (ver anexo I).
Se conservan documentos de sus alumnos que hacen referencia al sabio con frases del estilo: “¿el viejito ese?, no sabía que era profesor!” o “siempre pensé que era un vago que se había refugiado en las galerías del colegio”, “creo que vendía algo, café puede ser”, etc.
En definitiva, el sujeto enseñante cumple la función del sujeto aprendiente, por lo tanto el sujeto enseñante debería percibir una doble remuneración en tanto enseñante y aprendiente, postura con la cual estamos de acuerdo, al igual que el 98,3% de los docentes (un 1,7% de los docentes no fueron consultados).

C. En tanto para el Hiperoptimismo Absoluto, también llamado Relativismo Absoluto, existe al menos un individuo educable, para el Hiperoptimismo Relativo, conocido también como Postura Culpabilizante,

a existen tantos individuos educables como individuos no educables
b si existiera un individuo no educable, solo podría serlo en virtud de no haber dado con el docente correcto.
c en este último caso la culpa es del educador.
d en cualquier otro caso, también

Dicha propuesta propone remunerar la tarea docente en función de los logros obtenidos, asunto bastante complejo como podemos ver en el siguiente ejemplo:
Supongamos que una maestra de grado está enseñando las primeras letras, se le pagaría a tanto por alumno y por letra. Ahora bien ¿qué ocurriría si todos los alumnos aprenden todas las letras, digamos, en octubre? ¿la maestra debe ser despedida? ¿se paga la hache, muda, igual a las demás letras? ¿la mayúscula y la minúscula es una sola letra o son dos? Y si la maestra termina en mayo y decide enseñar letra gótica? ¿O el alfabeto griego? Y cuándo enseñe los números romanos ¿deberían pagarle, dado que son letras?
De la misma manera, los profesores de Educación Física deberían ser remunerados según la cantidad de conocimientos que adquieren sus alumnos, los cual se acerca ostensiblemente a cero.
Otros casos se muestran en el Anexo II.
La Comisión Remunerativa Interamericana está abocada al tema.

D. Hiperrealismo Absoluto o Relativismo Absoluto: Según los defensores de esta teoría,

a . Existen sujetos educables y no educables en proporciones variables.
b . La proporción no depende de causas verificables como origen social, situación económica, ambiente familiar, etc sino del gen educacinable (aún no descubierto) que pone al sujeto en disposición de aproximarse al conocimiento.
c . Dada la imposibilidad de comprobar la existencia de algo que no se conocie, se hace necesario poner en situación de educación a todos los sujetos por medio de la evaluación.

Para esta postura el sujeto educador solo educaría a un determinado porcentaje de sujetos educables, y por lo tanto su sueldo debería guardar relación con la cantidad de sujetos que han sido, efectivamente, educados. En otras palabras el docente sería un trabajador a destajo, algo así como el cosechador de manzanas, que junta todas las que puede y cobra por canastolleno, el docente cobraría por cerebro lleno.

Conclusión:

¿Existe una verdadera necesidad ontológica de evaluar? ¿O simplemente se trata de una tautología de la que no deberíamos ocuparnos? ¿Por qué siempre que prendemos un pucho llega el colectivo?
Convencidos de haber echado luz sobre estos problemas educacionales, nos despedimos con la mente clara y la conciencia tranquila.

Dr. Bartolomé Mitre
Adjunto en Ciencias Morales en la Universidad de Lovaina, Michigan.
Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de Lovaina, Michigan.

(1) Nos referimos aquí al Estado en cualquiera de sus variantes, desde los totalitarismos de cualquier signo hasta las más modernas democracias, pasando por populismos, paternalismos, terrorismos. No incluimos los intentos de formación de comunidades ácratas, hippies o monacales y cualquier otra que pertenezca al campo de las utopías, por falta de información fidedigna. Aún así no descartamos que, en esencia, condigan con lo antes enunciado.
(2) Frase con la cual no coincidimos y que le valíó en su momento al Dr. A. M. diversas denuncias ante el Tribunal Supremo de la ya fenecida Sociedad de las Naciones, así como el ataque verbal de varios grupos de izquierda que lo tildaron de “asqueroso cerdo nazi-fascista”.
(3) Lisboa, 1648, Ed. Claridade Lusitana, pag 459 a 997 incl.

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