La bandera de la Revolución Cuzqueña de 1814. Apenas se produjo el estallido del movimiento insurgente típicamente interandino, se puso en evidencia la coordinación existente entre los revolucionarios porteños y los cuzqueños desde algunos años antes, pues éstos últimos replicaron con prudencia algunas de las medidas que los primeros ensayaron desde mayo de 1810 al extinguir el mandato del virrey Cisneros. Eligieron el camino del enmascaramiento de la verdad -aparentemente no independentista- para evitar la ofensiva realista envolvente desde Lima, Arequipa y el Alto Perú; formaron una junta protectora de gobierno con visos de parapetarse en el Cuzco separándose como una capitanía del nivel de Caracas o Chile si las cosas salían mal; gestionaron el apoyo de la iglesia local y su máximo jefe José Pérez de Armendáriz; eligieron como intercesora simbólica de la revolución a la Virgen de las Mercedes; convirtieron el cabildo como centro operacional del poder político; organizaron la ofensiva-defensiva contra las fuerzas del virrey a través de tres frentes de guerra; nombraron dos embajadores religiosos para tratar directamente con los revolucionarios del Plata: Francisco de Carrascón y el cura de Yaurisque: Juan G. Mendieta, y eligieron algunos símbolos separatistas como la maskaypacha y la bandera albi-azul celeste de la revolución hispanoamericana que iniciaba a difundirse por el sur peruano, desde los movimientos fallidos de Zela y Paillardelle.
Aparte de los sucesos políticos de una revolución hasta entonces sin derramamiento de sangre y que ponía énfasis en el cumplimiento de la Constitución Monárquica que había llegado al Cuzco el 1ro. de diciembre de 1813, dos hechos adicionales conmovieron la conciencia colectiva cuzqueña dotándola de hondo sentido cívico y religioso al movimiento: la bendición de las banderas que iban a portar los expedicionarios de Huamanga, Arequipa y La Paz (ritual que se llevó a cabo el 8 de setiembre de 1814), y la procesión de la Virgen de las Mercedes (efectuada diecinueve días después, o sea el 27 de setiembre).
Las banderas de los revolucionarios cuzqueños fueron bendecidas en la catedral del Cuzco, con la anuencia o quizás presencia del arzobispo José Pérez de Armendáriz, el 8 de setiembre de 1814. Así lo prueba una carta de Belgrano
enviada a José Angulo el 20 de diciembre de 1814. Ahora sabemos que fueron testigos solamente los que se dirigieron a Arequipa todavía entre el 15 y el 24 de octubre y la ocuparon el 10 de noviembre, pero no los que habían marchado a Huamanga y a La Paz. Es que los que fueron a Huamanga habían partido el 25 de agosto y arribado el 20 de setiembre; y los que fueron a La Paz, con Gaspar Herguinio como abanderado, lo efectuaron el 17 de agosto de 1814 (Ver el Parte de la Batalla de Ventanilla del general Juan Ramírez a su jefe Joaquín de la Pezuela de 2 de noviembre de 1814).
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