Todo lo que concierne a la Consagración de La Primavera parece estar colocado fuera de una escala normal: la partitura que le dio origen, su montaje y el escándalo que se produjo durante el estreno, como así también numerosos coreógrafos que encararon sus propias versiones a lo largo del siglo XX.
Es una obra musical para orquesta compuesta en 1913 por el compositor ruso Igor Stravinsky, como parte integrante de la serie de ballets creados por la compañía Serguéi Diáguilev.
El argumento está basado en la historia del sacrificio ritual de una joven virgen, elegida para celebrar la llegada de la primavera bailando hasta la muerte ante su tribu. La obra, según Stravinsky, es “el misterio de la primavera y su violenta explosión de poder creador. No hay historia en sentido estricto, sino una sucesión coreográfica”.
En la primera parte, Adoración a la tierra, se santifica la tierra y los bailarines se funden con ella; en la segunda parte, El Sacrificio, se elige a la doncella que será sacrificada para propiciar la primavera; y en la parte final, se desarrolla la terrible danza de la elegida para el sacrificio.
A los veintitrés años y con solo una coreografía en su haber, Vaslav Nijinsky emprendió una de las más difíciles y desafiantes creaciones de la danza del siglo XX.
El escándalo desatado durante el estreno de la Consagración de la Primavera es, sin duda, el escándalo teatral del siglo XX. La coreografía de Nijinsky irritó a los espectadores del debut no menos de lo que había irritado durante los ensayos a los bailarines que la debían interpretar. También Stravinsky desaprobaba el trabajo de Nijinsky, subestimando su capacidad de abordar la compleja partitura que él había compuesto.
La mayor parte de los bailarines permanecía fiel a Mijail Fokin, su anterior maestro. Además, el nuevo vocabulario de movimientos les resultaba incómodo y arduo en cuanto a la ejecución rítmica.
Por su parte, Nijinska Bronislava, hermana de Vaslav, colaboradora no sólo por amor fraternal sino por convicción artística, quedó embarazada y tuvo que abandonar el papel crucial de la Doncella Elegida, el cual su hermano había creado especialmente para ella.
Nijinsky era un famoso bailarín, muy joven e incapaz de hacer entender el qué y el porqué de sus nuevos movimientos y trataba a los intérpretes como marionetas, lo que provocaba gran resentimiento para con él.
El empresario de los Ballets Russes, quien venía de un gran éxito como “La siesta de un Fauno”, le confió a Nijinsky la tarea de crear la coreografía de la obra.
A comienzos de noviembre de 1912, Vaslav empezó a trabajar en primer lugar sobre la segunda escena, en la que Bronislava hacía el papel de la Doncella Elegida.
El ritmo de los movimientos empleado por Nijinsky jamás había sido usado antes por un coreógrafo. Era tan preciso como excitante y expresarlo fue todo un desafío.
El histórico día llegó. El 29 de mayo de 1913 se estrena la primera representación de La Consagración de La Primavera: un cuadro de la Rusia pagana en dos actos; música de Igor Stravinsky, libro de Igor Stravinsky y Nikolái Roerich, decorados y vestuarios de Nikolái Roerich y coreografía de Vaslav Nijinsky.
El teatro de Champs-Elysées estaba lleno. La orquesta comenzó a sonar, el telón se abrió y repentinamente se escucharon unos gritos de ira que ahogaban el sonido de la orquesta impidiendo que los bailarines puedan escucharla.
Una conciencia de la necesidad de perder el temor a la propia expresión (a lo original, a lo individual, a lo desconocido en el arte) se despertó aquella noche. Los nuevos descubrimientos de Nijinsky sobre coreografía fueron una revelación: ellos marcaron el comienzo de una nueva era para la danza.
En 1967, cuatro años antes de morir, Igor Stravinsky dijo: “Entre todas las interpretaciones de la Consagración de La Primavera que yo he visto, considero que la de Vaslav Nijinsky es la mejor”.
El crítico musical Federico Monjeau, en la entrevista concedida a Laura Falcoff, señala que la Consagración de La Primavera parece surgida de otra tradición y no de la tradición sinfónica occidental en el sentido retórico; vale decir que si la obra tiene la coherencia de un allegro sinfónico de Beethoven, no conserva ese tipo de estructuración, no remite a modelos previos ni conocidos y, desde el punto de vista de los materiales, es totalmente novedosa armonicamente, instrumentalmente y, sobre todo, ritmicamente.
Hay algo salvaje en su música, mezcla de algo primitivo y un grado de estilización extraordinario que denota su gran nivel técnico.
Bibliografía ampliatoria:
– Revista Tiempo de Danza (2005) Edit. Asociación Amigos de la danza y el Vicerrectorado de Extensión Universitaria de Murcia.
– Entrevista del diario londinense Daily Mail a Millicent Hodson (1979).
– Entrevista al director del Teatro Municipal de Rio de Janeiro por Laura Falcoff (1996).
– Entrevista al crítico musical Federico Monjeau por Laura Falcoff (2009).
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