Nuestro actual sistema educativo se enfrenta a nuevas dificultades y exigencias de adaptación estructurales planteadas por los profundos cambios vividos en nuestra sociedad en esta etapa del siglo XXI. Los cambios económicos, sociales y políticos que se están evidenciando en nuestro país y el mundo sin duda afectaran en toda la educación e impactará en los procesos de aprendizajes por ende en nuestros alumnos.
La economía y la política están afectando directamente a toda la institución escolar, lo hace de manera directa, por eso no podemos estar ajenos a sus designios puesto que lo que ellas deciden no son números sino vidas de personas.
El docente tiene que tomar partido ante los desafíos que se imponen en el ejercicio pleno de una educación de cara al siglo XXI.
La educación transforma y en esa trasformación genera la posibilidad de contar con una esperanza de un mundo mejor. Para crecer y seguir creciendo se necesita un profundo replanteo educativo. Digan lo que digan, no solamente si no hay una política educativa no solo se frustra el porvenir sino que también se aniquila el presente.
La sociedad del conocimiento demanda mayores niveles educativos, compromisos y especialización docentes y de los alumnos que egresan de nuestras escuelas.
Los seres humanos como seres sociales que somos, nos encontramos ciertamente condicionados a una serie de elementos externos e internos cuando aprendemos y enseñamos. Los contenidos curriculares conceptuales que son necesarios para la vida laboral por ejemplo o para una carrera y los contenidos procedimentales y actitudinales que nos permiten el disfrute de la libertad a través del conocimiento. El derecho a la educación es un genuino derecho social de valor total en todas las culturas y por tal en la instrumentación de la ciudadanía. El objetivo de la educación durante la infancia y adolescencia es moldear al adulto futuro que seremos.
Actualmente muchas escuelas viven una crisis institucional que afecta a sus funciones, a su relación con el entorno y a su estructura interna y externa.La educac ión y su instrumentación es un fusible ante lo que no se consigue. Se vive una crisis porque no se valoriza el diseño de las políticas educativas y siempre se emparcha lo que hay sin tomar las variables de análisis, el problema de estas crisis es que no se toman a las crisis como oportunidades de cambio y sí como oportunidad de ver a quien le echamos las culpas de nuestras desgracias.
La libertad de pensamiento no es un estado de gracia, sino un proceso y en ese proceso madurativo lleva el gen fundacional de una educación plena. La ignorancia que trae la falta de educación es la raíz de todos los males, de toda vida servil.
La educación tal como lo dicen las leyes en nuestro país y el mundo no debe ser una utopía a causa de los descensos en la valoración social del docente que se registran actualmente. Los estudiantes deben tener un papel más activo, son ellos los destinatarios de los aprendizajes en la construcción del conocimiento, mientras que los profesores tenemos el desafío de convertirnos en guardianes del conocimiento. Reconocemos que la enseñanza es nuestra dedicación y profesión fundamental, somos profesionales de la educación. Se trata de la profesión que da inicio a otras profesiones.
La educación formal de calidad a estas alturas del Siglo XXI no puede resultar de un objetivo inalcanzable. Hay que estar convencidos de que la verdadera riqueza es la del conocimiento. La educación en el siglo XXI, según la Unesco, “…debe enseñar a ser, a hacer, a conocer y a convivir. Tanto la creatividad como la inteligencia emocional son dos ámbitos que se deben desarrollar en la escuela del futuro para lograr esos mandatos, aún vigentes”. Las propuestas educativas tienen que tener valor en la palabra, éxitos en la implementación de los programas educativos, compromiso desde las autoridades en querer que todos tengamos una educación con calidad y profesionalización en los docentes y alumnos así se logra un compromiso de toda la sociedad.
Daniela Leiva Seisdedos para INED21 de Canarias de España
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