Seguramente están familiarizados con el término neuroplasticidad. La idea no es ahondar en explicaciones que ya escucharon, sino pensar cómo pueden estar relacionadas con algo que también se esucha seguido: “no soy bueno/a para las matemáticas”.
En realidad se podría escribir un libro entero sobre esto (ya existen, recomiendo A Mind for Numbers de Barbara Oakley). Elijo desarrollar una frase puntual, cuyo juego demanda ser reproducida en inglés; “cells that fire together wire together”. Esta simplificación del sistema nervioso es útil para evocar la siguiente idea: la de una red dinámica.
El experimento del perro de Pavlov puso en evidencia que al acompañar repetidamente el sonido de una campana con el sabor de la comida, era posible generar salivación en el perro al sonar la campana, incluso en ausencia de comida. Volviendo a nuestra frase, podemos imaginarnos a las neuronas asociadas al sonido de la campana formando sinapsis con neuronas que desencadenan la salivación. También podríamos decir que la formación de nuevas sinapsis aumentó la probabilidad de activar cierto circuito, en este caso de las glándulas salivales.
Y la matemática? Una forma de pensar el aprendizaje efectivo de un concepto es la de tener buenas probabilidades de activar los circuitos asociados al concepto y poder recurrir a ellos cuando sea necesario. Al aumentar su asociación en la red, una nuerona incrementa su probabilidad de ser activada. La matemática es inherentemente compleja porque es difícil de asociar, se fundamenta en abstracciones que nos cuesta conectar en nuestra red.
Barbara Oakley dice que esto puede deberse a que el cerebro humano no evolucionó durante milenios para manipular ideas matemáticas, las cuales están más “encriptadas” que aquellas que involucran lenguaje convencional. Entonces, ¿esto significa que solo algunas mentes avanzadas son capaces de descifrar el código matemático? Lo que se intenta transmitir es lo contrario. Poner de manifiesto sus obstáculos nos ayuda a entender que cualquier cerebro humano está equipado para superarlos.
Ante la escazes de conexiones, hace falta práctica extra para aprender efectivamente estas ideas. En general no alcanza con haber escuchado y haber “entendido”, es necesario ir más allá para incorporarlas como propias y poder manipularlas. Pero ir más allá no es nada sencillo, afrontar un problema matemático puede volverse frustrante, incrementando los niveles de estrés, asociando el problema al malestar y resultando en un aprendizaje débil y fragmentado.
Si bien esto último puede resultar obvio a la lectura, en mi opinión es ese el proceso que resulta en jóvenes creyendo que la matemática no es para ellos y que por ende no pueden estudiar que involucre números. Es una lástima, porque son enormes las puertas que el pensamiento matemático y su estudio abren a un individuo. Sin embargo hay esperanza, porque aprender también es el arte de cambiar. Si logramos poner nuestra atención donde es necesario, conocernos más a nosotros mismos y a nuestro funcionamiento, tal vez podamos revertir ciertas concepeciones sobre la disciplina. Tal vez algún día podamos decir que si alguien no eligió el camino de los números fue porque realmente deseaba otra cosa, y no porque se dijo a sí mismo “no soy bueno para las matemáticas”. Leslie Jimenez
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La nota fue realizada para la revista El Arcón de Clio por Juan Manuel Carrillo. Estudiante en Ciencias Químicas, UBA. Ha realizado investigaciones sobre ciencia y tecnología en Singapur y ASEAN desde el Grupo de Estudios Sobre Asia y América Latina, donde publicó un artículo; DOI: 10.33177/12.6. Se desempeñó como asistente de investigación en el Laboratorio de Electroquímica Molecular de INQUIMAE-CONICET, trabajando en diseños alternativos para baterías de litio (Li-O2). Actualmente estudia los fundamentos de la neurociencia aplicados al aprendizaje humano y su intersección con los recientes avances tecnológicos, como la inteligencia artificial.
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