Los lunes me levanto a preparar una deliciosa arepa con calabacín, linaza y espinaca. Una delicia al paladar con propiedades milagrosas: estimula el intestino flojo de algunas personas y les permite cumplir con una función biológica. El hecho de elaborarla me genera satisfacción, porque sé que ayudo a una heroína de mi casa. Ella ha librado dos veces la lucha contra el cáncer y de esa vivencia he aprendido a fijarme en lo pequeño como un alimento a la vida. Después del desayuno la despido con un: “A saborear el día”. Continúo con mis horas de escritura para un artículo que seguramente entregaré a una editorial. La escritura me conecta con la fantasía de viajar a otros lugares y con la posibilidad de crear nuevos espacios fértiles para sembrar vida. Ah, se me olvidaba decirles que como descendiente de agricultores llevo en mi naturaleza la necesidad de manipular la tierra y colocar una semilla.
Ya el martes voy a la universidad donde trabajo. Así que ayudo con el desayuno mientras comento algunas cosas de la agenda: proyectos webs, clases, entrega de trabajos, reunión con mis estudiantes…Pareciera estar repleta esa página de tareas. Pero, es tan solo una portada. Al abrir me doy cuenta de que comienzo a maravillarme de la cantidad de jóvenes que viven en el país y lo aman. Así que con nudos en la garganta y lágrimas al borde reafirmo mi promesa de acompañarlos en este camino. Corto, lleno de sorpresas y transformaciones. A veces llega la hora de regreso a casa y me falta tomarme un cafecito con algún hijo adoptivo. Soy afortunada, he aprendido a cuidar a otros. Así que nunca renunciaré a apreciar la belleza de una confidencia y a hablar con firmeza cuando veo quebrarse una ilusión. De vuelta me espera una hija peluda. “Chiqui”, una perrita de un vecino, me ha robado el corazón. Me busca para saludarme. Yo la he adoptado. Así que sé cuándo está triste o feliz y cuándo demanda un poco de tiempo para jugar. Con ella mis endorfinas siguen haciendo lo suyo. Quizá algún pensamiento negativo se desvanece en segundos. Así la veo en mis sueños y sigue presente el miércoles cuando me corresponde comprar la comida en el supermercado. Con mis Bolívares traducidos a dólares compro lo necesario para nutrir nuestros cuerpos. Hoy aproveché una oferta y el depósito de otro trabajo, así que deleité mi paladar con sabor a manzana, pera y kiwi. ¡Extraordinario! Después de poner todo en su lugar encendí la computadora para conectarme con mi otro jefe.
A comienzos del año 2023 me prometí ver series en Netflix o alguna película en familia. Como todos somos cinéfilos, conversar y tejer algunas situaciones con personajes es tan solo una afición más. Y, aunque internet nos asalte con sorpresas, hemos sorteado las fallas de conexión. Esto es un logro conquistado cada noche.
Ya los jueves decidimos visitar a unos abuelitos de un ancianato para llevarles comida y ropa. Veo en ellos a mis antecesores. Así, no me corra la misma sangre por mi cuerpo, admiro esa tranquilidad de los años acumulados frente a lo acelerado que pudiera verse cada página de mi semana. Pero no es así. Es diversa, nada rutinaria y con la opción
permanente de saludar a otros. Salir de la indiferencia y el egoísmo son apenas algunos oxígenos potentes.
Al llegar al final de la semana es común usar ropa cómoda o inventarse otra novedad.
Yo he elegido estar en una radio con mis hermanos, así que a distancia nos reunimos y pareciera que estemos allá en la cabina. Ah, como pueden sospechar uno de mis hermanos está fuera del país, en Argentina. Al finalizar el día es común escribirnos kilométricos mensajes por WhatsApp riéndonos de nuestras anécdotas presentes y pasadas.
Mi fin de semana está cargado de luz natural, árboles y pájaros. Vamos a un parque a caminar y ejercitarnos. En estas semanas, he aprendido a usar las barras así que estoy viendo cómo progresa los cambios en mis abdominales. Más que presunción es una necesidad, el médico ante mi sedentarismo me invitó a probar con el deporte. Así que estoy cumpliendo de maravilla. Solemos cambiar la dieta para esos días así que jugos naturales y frutos secos son una guarnición perfecta para nuestros estómagos.
Como ven, me divierto con las promesas y regalos de cada semana. Invierto endorfinas y mi salud emocional y física dan pie a querer ampliar mi familia. Ojalá en una próxima entrega les cuente si adopté a un cachorro. Al menos me estoy entrenando con “Chiqui”. Yo, me divierto día a día. Mi mundo es una tentación para otros. Un amigo ya me lo comentó, no sé si se refería a lo atractivo o a lo intenso. Creo que ambos. Esta vida es efímera, solo estamos deleitándonos de un viaje sin retorno. Así que tú también puedes desafiar lo difícil con la capacidad de crear. No una creación superficial, sino una búsqueda que nos conecte con nuestras realidades y nos inviten amar este suelo y a los vínculos creados con seres vivos (no solo humanos). Amo cada pedazo de vida entonces ¿por qué no amar esta vida con intensidad, emoción y esperanza?
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