De Sócrates se ha dicho y escrito mucho, pero quizás se sepa poco.Por empezar, vale tener en cuenta algo no muy difundido: está en duda si realmente existió.
Hay quienes dicen que verdaderamente fue una persona real –de carne y hueso-, que pasó a la historia como uno de los padres de la filosofía y gran maestro de Platón.
Otras voces, más escépticas, señalan que sólo aparecía siendo un personaje creado por su discípulo para intervenir en los diálogos que narraba; algo así como una estrategia literaria para hacerle decir tal o cual reflexión.
También están los que refieren a Sócrates como un conjunto de personas de la época, reunidas en un mismo nombre (parecido a lo que sucedió con Homero, identificado como autor de la Ilíada, primera obra conocida de la literatura universal, transmitida de boca en boca en la Grecia Clásica).
Lo cierto es que, persona o personaje, hay datos biográficos adjudicados a Sócrates, a quien las esculturas o dibujos lo describen con rulos, pelo un poco largo y barba tupida.
De él se cuenta que vivió en la Antigua Atenas, entre el 470 y 399 antes de Cristo.
Que era de origen muy humilde y tenía una madre partera (de hecho, se denomina método socrático a una forma de dialogar conocido como mayéutica, que significa “dar a luz”: a partir de diálogos, respuestas y preguntas, el interlocutor puede descubrir verdades por sí mismo, “dar a luz” sus propias ideas; este tipo de proceder caracterizaba a Sócrates).
Que era vivo, inteligente, súper hábil discursivamente, capaz de “envolver” a personas de la aristocracia en diálogos picantes que los terminaba ridiculizando.
Nadie quería discutir con él por temor a la humillación pública, ya que esos encuentros tenían lugar en espacios parecidos a las plazas que se conocen en la actualidad.
Sócrates aparece como un referente de los sectores populares; y si bien era sofista (grupo de filósofos que ejercía de manera profesional la tarea de hablar “bien” y argumentar; lo que se dice, cultivar la oratoria) tenía cierta “pica” con algunos de ellos, como Protágoras, conocido por decir que todo es relativo y “el hombre es la medida de todas las cosas” y Gorgias, quien estaba seguro de que no existía una verdad absoluta sino maneras de justificar lo que se dice llevándolo a cabo de manera convincente.
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