«Qué explica una nueva teoría de la contención». Ucrania-Rusia

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Una guerra mundial no requiere la participación de todos los países del mundo sino que requiere la disputa por el poder mundial o por lo que, al menos, las grandes potencias perciben como tal. El conflicto que ocupa, por estas horas, todo y cada uno de los medios de comunicación muy lejos está de ser un conflicto localizado en Ucrania o una aislada agresión de Rusia, que es miembro del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y con potencial nuclear, sino que implica la disputa por el poder y la seguridad en el corazón de Europa y del mundo para los próximos años.
Para descubrir los orígenes que, en la concepción de Rusia, justifican la acción militar en contra de Ucrania no bastaría con ir hasta 1991 cuando la Unión Soviética se desmembró dando lugar a un grupo de Repúblicas independientes que abrazaron principios de derecho internacional tales como la autodeterminación, el derecho soberano, la integridad territorial y el control de los armamentos nucleares, algo muy escuchado por estas horas. De esta forma, en palabras del presidente ruso, podríamos ir hasta las administraciones de Lenin a partir de 1917 para entender un poco más sobre la administración de las fronteras. Por eso la mixtura en el revisionismo histórico desdibuja los horizontes y agrega incertidumbre frente a las consecuencias de las guerras.

Lo cierto es que, tras la desaparición de la Unión Soviética, el sistema de seguridad del corazón de Europa se vio ampliado hacia el este gracias a la inclusión voluntaria, aunque también bajo intereses políticos, de países que hasta hacía muy poco habían estado bajo la protección de Moscú: Especialmente hacia 1997, la incorporación de los países del este a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, NATO por sus siglas en inglés, empezaba a calar hondo en la nueva Federación Rusa que miraba con una vigilancia expectante.
No fue hasta el 2000 cuando, tras la llegada al poder del actual mandatario Vladimir Putin, esa desconfianza y esa vigilancia expectante por parte de Rusia empieza a cristalizar una nueva política exterior donde, basado en esa mixtura histórica, la Federación comienza a establecer prioridades para comenzar a disputar lo que percibía como una amenaza hacia sus fronteras. Casi sin considerar que el Imperio Ruso había terminado y que los países ahora son libres de escribir sus propios destinos, Rusia comenzó a formar un cinturón de seguridad defensivo sobre lo que catalogan como el vecindario próximo donde se incluye Ucrania.

A partir del 2014, tras la destitución y huída del ex presidente ucraniano Yanukovich, el gobierno de Ucrania se encuentra frente a una relación hostil con la población ruso parlante del este, especialmente de la región del Donbass, iniciando así una campaña activa y reactiva en donde, para Rusia, se han cometido actos que deberán ser investigados como genocidio por parte de las autoridades ucranianas. Cabe mencionar, claro, que hasta el momento es cuestionada la carga probatoria presentada por Rusia para, efectivamente, argumentar su posición.
En defensa de lo que Rusia concibe como su defensa, la ilegal e ilegítima anexión de Crimea fue el punto de tensión más álgido del 2014 porque ponía a prueba a la Unión Europea, a la NATO y a los países vecinos que, como se sabe o presume, poseen una debilidad institucional estructural en todo el territorio de la entonces Unión Soviética. Para el 2014, Rusia anexionó parte del territorio ucraniano con un sentido específico y que responde a sus intereses estratégicos: la base naval de Sebastopol y, con ella, el acceso al Mar Negro. Para entonces, con la implantación de sectores pro-rusos en el este y la toma de Crimea, Rusia lograba obtener una parte estratégica del país profundizando así el desmembramiento territorial y comenzando un proceso de modificación de fronteras por el uso de fuerza que continúa al día de hoy y que sigue siendo contrario al derecho internacional.

Tras años de hostilidades entre los sectores pro-rusos, es decir una minoría ruso parlante, y el gobierno de Ucrania, en febrero de 2022 el presidente Putin oficializó, desde Moscú, el reconocimiento a las Repúblicas Independientes del Donest y Lugansk con el fin de brindar un golpe de gracia al país y evidenciar, aún más, la verdadera intención del movimiento de tropas en la frontera durante los últimos meses: tomar la capital de la forma más rápida posible y establecer un gobierno bajo el protectorado de Moscú.
Hasta el momento, las sanciones económicas y el apoyo militar, humanitario y sanitario a Ucrania les ha dado cierto aire a las tropas de resistencia que enfrentan, casi en una guerra de guerrillas, a las tropas rusas. Aunque cercada, la capital aún resiste y el mundo presta mucha mayor atención al desenvolvimiento de una operación plagada de cuestionamientos y repudiada por la mayoría de la opinión pública internacional que ocasionará, en un cortísimo plazo, una nueva crisis migratoria forzada y de refugiados en el corazón de Europa central y una necesaria revisión del sistema de seguridad en el mundo que logre condenar los actos unilaterales que pongan en peligro la paz mundial y la estabilidad de un sistema que, aunque perfectible, logró disminuir los conflictos desde 1949 hasta la fecha.
Con la posibilidad de un nuevo frente en Bielorrusia y el alarma de la disuasión nuclear rusas, Putin parece estar abocado a la búsqueda del temido factor x que desencadene un conflicto de alcance global.

Este texto fue realizado para la Revista Educativa El Arcón de Clio por Luciano Mondino, Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Cursando el Máster en Política Internacional en la Universidad Complutense de Madrid.

 

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Licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales Máster en Política Internacional de la Universidad Complutense de Madrid Terrorismo y Crimen Organizado.

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