La tribu y el futuro
Como dice Estanislao Antelo: “Digo “compartir” pues, si bien es cierto que la soledad puede propiciar cierto estado de gracia capaz de fabricar uno que otro “Eureka”, cuando se trata del pensamiento la necesidad de intercambiar perplejidades es crónica y apremiante. Quiero decir que no tenemos otro modo de saber si nuestro trabajo funciona más que poniéndolo a consideración de otros ejemplares, tan o más estupefactos que nosotros, con el anhelo de que sean capaces de ayudarnos a comprender lo que ya no alcanzamos a comprender tan fácilmente. Al fin y al cabo, como decía Deleuze en algún lugar que ya no recuerdo, el pensamiento es una tribu. Nadie piensa solo”. (Antelo, 2016: 3) Y si nadie piensa solo, entonces se piensa en comunidad, se piensa dialogando, se piensa “dentro” desde la construcción “exterior” y colectiva. Se piensa el pensar que se construye en diálogo, eso es pensamiento. Quizá entonces encontramos un objetivo de la Educación, y por tanto de la Formación Docente: estimular el desarrollo del pensamiento en comunidad de diálogo. Para repensar qué tipo de educación queremos para nuestros estudiantes sean estos niños, adolescentes, jóvenes, adultos, futuros docentes, o futuros astronautas.
“Contradiciendo la metáfora arendtiana que definía a los adultos como nativos y a los niños como “recién llegados” y, por tanto, extranjeros del mundo al que arribaban, los adultos experimentamos hoy, muchas veces, la sensación de ser más extranjeros de este mundo que los propios niños”, diciendo además: “las nuevas generaciones ocupan frecuentemente la posición de saber tradicionalmente reservada a los adultos, sea porque saben cosas que los adultos no, sea porque disponen de saberes que antes estaban reservados a los adultos, lo cual pone en cuestión la direccionalidad de la transmisión y la función de ingreso a la cultura que ocupaban de manera exclusiva la familia y la escuela. Frente a estos cambios, la pregunta que queremos dejar planteada es ¿qué queda de los adultos? ¿Qué hay de nuevo en las generaciones que reciben a los nuevos?” (Diker, 2016: 17) Ofrecemos a los niños un juego de participación en espacios virtuales, laboratorios de participación, poco reales, armados por el educador y que no pueden trasladar a ninguno de los ámbitos que implican intercambio con el mundo adulto, por tanto no hay transferencia. Los niños tienen derecho a participar realmente. Del mismo modo que marginalizamos la pobreza y la ignorancia, marginalizamos a los niños desde el discurso que no le reconoce saberes. El adulto es el que sabe y el que depositará en los pequeños, las herramientas necesarias para desarrollarse en el futuro, enseñándole además el uso apropiado de esas herramientas. ¿El futuro? ¿Por qué educamos para el futuro? ¿Por qué nos planteamos la educación en un sentido de camino unívoco a seguir, por qué elegimos a través de nuestras acciones pedagógicas no considerar las complejidades epistemológicas del mundo?
Desde una ética de la multiculturalidad, considerar las diferencias que tenemos en todos los sentidos: edad, género, tamaño, orientación sexual, contextos socio-económicos, religiones, culturas, nacionalidades, idiomas, etc., significa ver y reconocer nuestras diferencias para rescatar nuestras semejanzas, pudiendo ver lo que tenemos en común. Las diferencias no pueden ser negadas, deben ser identificadas, asumidas e incorporadas en la cotidianidad como enriquecedoras de nuestro universo. Desde una ética multicultural, en diálogo con los otros, se potencia la experiencia educativa. Pensar que “todos somos iguales”, además de ser falso, habilita volver una y otra vez a la ceguera normalizadora; simplificación que nos vacía y nos quita la posibilidad de comprender que los estudiantes llegan a nosotros, con sus inteligencias, saberes y trayectorias y que educamos tejiendo redes complejas. Se educa para el presente, sin desconocer que lo que hacemos hoy tendrá consecuencias futuras. Los niños no “son el futuro”, son el presente. Educar participativa y democráticamente implica educar para hoy, reconociendo que la edad no puede ser una categoría que nos dignifique.
Educar para el futuro significa marginalizar las infancias, paradoja que implica: te veo pero no te reconozco, y luego ya no serás un niño y yo dejaré de mirarte.
BIBLIOGRAFÍA
Antelo, E. (2016). ¿Qué se puede hacer con un niño? Flacso Diploma Superior Infancias Educaciòn y Pedagogìa . En Diploma Superior Infancias, Educación y Pedagogía. Flacso Virtual.
Cullen, C. A. (1997). Crítica de las razones de educar: temas de filosofía de la educación. . Buenos Aires: Paidós.
Diker, G. (2016). ¿Qué hay de nuevo en las nuevas infancias? . Diploma Superior Infancias Educación y Pedagogía, Flacso Virtual.
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