Si se cree y se trabaja, se puede […] El esfuerzo no se negocia (Diego Pablo Simeone)
El presente artículo es el tercero de una serie en la que anteriormente hablé de los componentes principales del proceso de aprendizaje (conocimientos previos, motivación y autorregulación) y de la relación existente entre cómo el valor del esfuerzo combinado con una percepción maleable de las habilidades y la inteligencia lleva a unos resultados positivos en cuanto al rendimiento académico. En esta ocasión, el objetivo del artículo es profundizar en esta relación entre esfuerzo y mentalidad de crecimiento que tanto favorece y potencia el aprendizaje de nuestro alumnado. Y la verdad es que no se me ocurre mejor ejemplo para encontrar pistas sobre cómo llevar estos dos componentes a la práctica docente que el modelo educativo que tiene Michaela School, un instituto de secundaria del
barrio de Wembley de Londres que con un alto porcentaje de su alumnado procedente de entornos familiares difíciles y socioeconómicos bajos, año tras año desde 2014 consigue que sus estudiantes tengan un rendimiento académico comparable y en ocasiones superior al de las escuelas privadas de élite de su país.
En Michaela School conciben la libertad según la sabiduría antigua de dirigir a sus estudiantes en su carácter y currículum, y no solo como la ausencia de restricciones y ataduras como hace la “nueva” educación actual que concibe los límites y la autoridad como algo opresivo (libertad para). Este centro educativo tiene una cultura que resalta la importancia de adquirir unas actitudes y hábitos para funcionar de manera adecuada en el mundo (libertad de). Como dice el maratoniano Eliud Kipchoge “solo los disciplinados son libres en la vida”, ya que al ser capaces de controlar nuestros estados de ánimos y poner a nuestros vicios a raya conseguimos una verdadera libertad que nos permitirá alcanzar cotas más altas en nuestra vida. Por esta razón, en Michaela School se potencia y exige el sentido de la responsabilidad individual, del esfuerzo, de la perseverancia y del deber de manera constante y estructurada durante cada jornada escolar, establecimiento unas altas expectativas académicas y de comportamiento para todos su alumnado independientemente de su origen/situación. El objetivo final es empoderar personalmente a cada uno de sus alumnos, enseñándoles que muchas veces elegir la opción difícil (hacer los deberes en lugar de ver la televisión, leer un libro en vez de mirar redes sociales en el teléfono móvil) es la elección correcta, siendo esto especialmente importante para los alumnos más desfavorecidos: “If you’re not born with the advantages of a good neighborhood and well-connected parents, real freedom isn’t something that you can be given, it’s something you have to earn. It may not be fair and I don’t like that either, but it’s the truth” 1 (Birbalsingh, 2020: 159). Se enseña a sus estudiantes que ellos pueden controlar. sus actos y no se acepta que se hagan las víctimas (lo que lleva a que los individuos abdiquen de su responsabilidad individual) mediante su política de no excusas: “No-excuses discipline is fairer because it means that teachers do not have different standards for different pupils. We expect the same of all pupils regardless of their circumstances and we give children agency by holding them accountable for their decisions. We do not limit them to being predestined victims of their circumstances […]We believe at Michaela that no-excuses discipline is, in fact, kinder because it enables pupils to create good habits which will set them up for success when they leave school” 2 (Birbalsingh, 2020: 396-397). Así, poco a poco nuestros jóvenes aprenden a renunciar a pequeñas satisfacciones inmediatas (postergar la gratificación, una habilidad capital para tener éxito en la vida) para conseguir un gran objetivo a largo término y no desperdiciar así su potencial. Y para ello, en lugar de evitar la frustración de nuestros jóvenes alumnos llegando incluso a presionar al profesorado para obligarle a aprobar a alumnado que ni se ha esforzado ni ha alcanzado los objetivos mínimos de aprendizaje, que lamentablemente es la tendencia actual de nuestros sistemas educativos, debemos enseñarles a manejarla para formar así a personas realmente autónomas.
¿Es esto posible? ¿Puede una institución escolar, como afirma Lamarcus, uno de sus alumnos, enseñar mucha autodisciplina hasta conseguir que el esfuerzo y la perseverancia se conviertan en un hábito personal? (Birbalsingh, 2020: 356). Parece ser que sí, como demuestran los datos de exámenes externos a nivel nacional y las opiniones del alumnado en Michaela School. Para ello, este instituto se basa en cuatro principales técnicas/actuaciones para promover la responsabilidad individual de sus estudiantes:
- Sistema de alabanzas (por hacer los deberes, por traer el material, por preparar los exámenes, por buen comportamiento) y sanciones (por mal comportamiento, por no esforzarse). Y en este punto me gustaría destacar el hecho de que en este centro existe una cultura de no aceptar que no trabajen, ya que no esforzarse tiene sus consecuencias. Actualmente, en nuestros centros educativos hemos bajado tanto los estándares que muchas veces con que un alumno no moleste y por ejemplo esté incluso durmiendo, no aplicamos ninguna consecuencia. Permitir este tipo de actitudes es un fracaso para cualquier institución educativa, ya que ignorando esta actitud le estamos comunicando a ese alumno y al resto de sus compañeros que rendirse y no hacer todo lo que esté en tu mano es aceptable. Y para esto el profesor no puede rehuir de su autoridad, sino todo lo contrario, debe ser lo suficientemente responsable para ejercerla por el bien de la educación de su alumnado. El profesorado debe ser un ejemplo en su comportamiento, inspirando y presionando para que sus alumnos salgan de su zona de confort, sin aceptar la pasividad.
-
Compartir con el alumnado historias de personas que han superado grandes obstáculos para alcanzar el éxito contra todo pronóstico. A mí así a bote pronto se me ocurren algunas icónicas de la historia reciente, como la de Rosa Parks o la de Nelson Mandela, pero es que incluso podemos mostrarles ejemplos muy cercanos a sus intereses como los relacionados con el mundo del deporte. A este respecto, hay una cita de Michael Jordan, considerado por muchos como el mejor jugador de baloncesto de la historia, sobre la perseverancia y la resiliencia que es oro: “He fallado más de 9.000 lanzamientos a canasta en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. Hasta 26 veces se me encomendó el lanzamiento de la victoria y fallé. He fallado una y otra vez en mi vida. Y es por ello que he alcanzado el éxito”.
-
Una cultura en la cantina en la que, además de dedicar el tiempo de comida a debatir sobre temas culturales de interés con sus compañeros y profesores (los llamados “Family Lunch”), el alumnado recoge y limpia el recinto después de haber acabado de almorzar, en lugar de dejarlo para el personal de limpieza. Una medida que no solo enseña responsabilidad individual, sino también amabilidad, empatía y gratitud. Esta sí que es una buena manera de enseñar las llamadas “soft skills”, las cuales permiten a las personas tener un vida plena futura tanto a nivel laboral como de las relaciones humanas.
- La política de centro de puertas abiertas, ya que continuamente el profesorado entra en diferentes aulas en las que no le toca dar clase para observar al alumnado (y también a colegas, y poder así aprender de ellos) para de algún modo dotarse de un una especie de sentido de omnipresencia que anime a los estudiantes a no parar de esforzarse, de participar en las clases y de comportarse bien.
Como dice el filósofo argentino en la cita del epígrafe de este artículo, debemos inculcar en nuestros alumnos la idea de que con una adecuada actitud por su parte y con la necesaria ayuda de su profesorado pueden alcanzar sus metas, y eso pasa por no escatimar en el esfuerzo. Sabemos que las normativas educativas y las modas pedagogistas actuales nos ponen las cosas muy difíciles ya que disuelven los contenidos y hacen más placentera la ignorancia, persiguiendo la inmediatez, la comodidad, la elusión de obstáculos y el rechazo al esfuerzo personal, todo lo cual va en detrimento del auténtico aprendizaje, creando jóvenes poco resilientes, incapaces de gestionar la frustración y de persistir ante las adversidades (Swanson et al., 2011). Pero como docentes es fundamental hacer todo lo posible para contrarrestar toda esta tendencia porque nuestros estudiantes necesitan saber que no hay atajos hacia el éxito académico, laboral o personal que no pasen por el esfuerzo sostenido en el tiempo.
Referencias Bibliográficas.
1 Si no naces con las ventajas de un buen barrio y padres bien conectados, la verdadera libertad no es algo que te puedan dar, es algo que tienes que ganarte. Puede que no sea justo y eso tampoco me gusta, pero es la verdad.
2 La disciplina sin excusas es más justa porque significa que los profesores no tienen estándares diferentes para distintos alumnos. Esperamos lo mismo de todos los alumnos, independientemente de sus circunstancias, y les damos a los chicos capacidad de acción haciéndolos responsables de sus decisiones. No los limitamos a ser víctimas predestinadas de sus circunstancias […] En Michaela creemos que la disciplina sin excusas es, de hecho, más amable porque permite a los alumnos crear buenos hábitos que los prepararán para el éxito cuando salgan de la escuela.
Birbalsingh, K. (ed.) (2020). The Power of Culture: The Michaela Way. London, John Catt.
Swanson, J., Valiente, C., Lemery-Chalfant, K. & O’Brien, T.C. (2011). Predicting early adolescents’ academic achievement, social competence, and physical health from parenting, ego, resilience, and engagement coping. Journal of Early Adolescence, 31(4), 548-576.
La nota para la Revista Educativa El Arcón de Clio fue realizada por: Paco Benítez Velarde, actual secretario de la Asociación OCRE. https://asociacionocre.org/sobre-nosotros
Sé el primero en comentar