Motivos epistemológicos
La epistemología actual no ha eliminado del todo la distinción, inevitable por nstancias
teóricas y metodológicas, entre ciencias naturales y exactas por un lado y ciencias humanas por otro. Las primeras se caracterizan por el protagonismo de lo experimental unido al cálculo matemático, mientras las segundas, por el hecho de tener como objeto el fenómeno humano en todas sus manifestaciones requiere un recurso más directo a
una suerte de inducción muy especial que toca los bordes de la gran temática de la interpretación o de la hermenéutica. Esta última no es sólo un arte de interpretación de los textos sagrados o de los documentos históricos y literarios, sino también un modo de abordar todos los temas que tienen relación con hechos humanos y con las ciencias que los estudian. Aun manteniendo esta distinción, sin embargo los estudios de epistemología en general
tienden a matizar la contraposición frontal del pasado. En el cultivo de las ciencias exactas hay confines en los que dialogan diversas interpretaciones de las grandes teorías, y en las ciencias humanas, por ejemplo en las ciencias que tiene relación con el hecho educativo, es necesario insertar metodologías que dan lugar también a lo cuantitativo, a lo estadístico, a fin de identificar más claramente el nexo entre causa y efecto en determinados problemas. 2.2 Los aspectos antropológicos Queda fuera de discusión que cualquiera de las opciones o de las preferencias que quie-
ran adoptarse en este tema remite inevitablemente a una determinada visión antropológica. Pero también en esto es preciso evitar las simplificaciones. En general la preferencia por una educación humanista ha ido asociada a una idea del primado de la persona y también del concepto de formación en cuanto cultura interiorizada, lo que los pensado-
res alemanes indicaban como Bildung. Teóricamente se tiene más en cuenta el crecimiento cualitativo de la vida humana, el desarrollo de sus facultades, su capacidad de establecer vínculos intersubjetivos, el desarrollo de su expresividad, el gusto por lo estético y las cualidades éticas del individuo. En cambio el ideal “enciclopedista” en el sentido que este término ha adquirido desde la Ilustración del siglo XVIII, puede tranquilamente convivir con una visión del hombre en cuanto organismo biológico fruto de una evolución anterior y destinado a abrirse paso en el espacio mundano mediante el avance científico y técnico, sin descuidar un mínimo de adquisición de hábitos de convivencia civil enfocados por lo general con un tinte de utilitarismo, ya sea que el individuo esté abierto al éxito concebido en forma egoísta ya sea como más dotado de una cierta preocupación por la equidad social. Sin embargo se trataría en ambos casos de una suerte de cliché que tiene en sí mismo una buena dosis de simplificación. No es cierto que todos los que tienen una visión centrada en la persona dotada de cualidades y dimensiones corpóreo-espirituales son insenibles o ajenos a la formación científica y técnica, ni que los que comparten un reduccionismo biologicista son adversos a la sensibilidad estética o al sentido ético. Hay por lo demás escritores y artistas que no han cultivado específicamente valores científicotécnicos, y que sin embargo han influido notablemente para la propagación de una soiedad hedonista y consumista aun revestida de un cierto ennoblecimiento estético.
Mantengamos no obstante esta orientación crucial que retomaremos luego en las prouestas para encarar la situación actual, y añadamos que es preciso tener muy en cuenta los cambios habidos en el último siglo en cuanto a las estructuras sociales, culturales y políticas.
La sociedad y la revolución científico-técnica Hay quienes sostienen que el sistema económico desarrollado desde la revolución industrial y en particular después de la guerra fría constituye una verdadera revolución cultural continua e imparable aun cando ésta no se presente en la forma violenta de las revoluciones políticas que han signado la totalidad del siglo XX. El motivo es no sólo económico, sino que el sistema reforzado con el impacto de los grandes resultados obenidos por la ciencia y la técnica, produce inevitablemente cambios de costumbres, de gustos, de criterios culturales. El cambio habido en la estructura familiar en el mundo occidental es más que evidente, y lo que desde Gilbraith suele denominarse como “sociedad opulenta”(affluent society) , provocadora constante de nuevos recursos y nuevas propuestas para el consumo, ha terminado por debilitar el anterior sistema de valores. Daniel Bell ha descrito en varios de sus ensayos los efectos de las transformaciones culturales provocadas por los cambios socioeconómicos, potenciados a su vez por la “sociedad del conocimiento” o sea los avances de la tecnociencia. El mundo de las comunicaciones se ha vuelto mucho más veloz y complejo, el imperio de las imágenes ha estalecido el culto de la moda, “el imperio de lo efímero” (Lipovetski) y ha desbancado notablemente aunque afortunadamente no del todo la ética del deber, aun la entendida como ética de la responsabilidad o de la autenticidad, que son versiones más suaves de la kantiana ética autónoma de la obligación moral. Se ha difundido una vasta influencia de modos de ver la vida que conjugan la búsqueda del placer con el utilitarismo económico.
Es equivocado atribuir todos estos cambios exclusivamente a causas ideológicas o al proceso de secularización radicalizado. Se trata además de eso de una dinámica desatada por nuevas oportunidades de producción y de consumo, de exigencias surgidas de la necesidad de equilibrar continuamente las deficiencias del mercado en su dinámica interna. Para aludir a modo de ejemplo al vasto campo de los medios de comunicación social, que tanto impacto tienen a nivel educativo, pensemos en la multiplicidad de mensajes, algunos de ellos ideologizados, otros acomodados a los requerimientos del raiting, que aluden continuamente a la modificación de valores empleando el recurso publicitario de la transgresión y acudiendo a menudo a una mezcla de lenguaje privado con modalidades cercanas a la vulgaridad, con el lenguaje anteriormente reservado para la comunicación pública o para circunstancias y temas que exigían ciertos códigos mínimos de decoro. Todos sabemos sin embargo que por fortuna existen también los programas culturalmente encomiables. Tal vez sea suficiente subrayar en esta oportunidad el desequilibrio entre la familia y la escuela, que se ubica claramente en el contexto de estos cambios mencionados. La estructura familiar ha sido indiscutiblemente afectada entre otras cosas por los cambios laborales y económicos. La escuela no tiene la misma facilidad de tiempos anteriores para coordinar acuerdos y colaboraciones con la familia. La estructura social de las reuniones de adolescentes y jóvenes ha cambiado notoriamente, no pudiéndose lograr hasta el momento nuevas modalidades de intercambio. Veamos un poco más de cerca los nuevos desafíos educativos que esto implica.
Sé el primero en comentar