La apoteósica celebración del bicentenario de la Primera Jura de la Independencia del Perú, ocurrida en el pueblo de Cangallo, el 7 de octubre de 1814.
A nuestro juicio, la independencia del Perú fue un largo proceso que se inició desde el momento mismo en que las huestes españolas pusieron el pie en el Tahuantinsuyo y mostraron su inocultable propósito de apropiarse de aquello que no les pertenecía. No fue, pues, un producto obtenido en un solo período denominado “Emancipación”, ni una gracia obtenida por la generosidad de los europeos, ni la consecuencia lógica del afán de poder del estamento social criollo, aunque es necesario admitir que la coyuntura -generada por la invasión francesa a España y la dimisión del rey Fernando VII- que originó “el ciclo de las juntas” fue el fermento que aceleró el proceso. Este, sin embargo, fue discontinuo y, por ello, estuvo plagado de silencios, aparentes renuncias a la lucha contra los dominadores, falsa resignación ante la explotación etnocida y períodos de resistencia cultural. Todos estos inter ciclos prepararon nuevos ciclos de luchas liberacionistas en los tiempos y escenarios menos pensados, y todo en virtud a la ley ética que humaniza las motivaciones económicas, de que, siendo la libertad una de las capacidades esenciales del ser humano, no hay posibilidad de que la esclavitud, la desigualdad, la opresión y la explotación del hombre por el hombre se perpetúen hasta el fin de los tiempos.
Cangallo: El primer pueblo que juró la independencia del Perú.
A los pocos días del estallido de la revolución cuzqueña de 1814, que fue liderada por los hermanos Angulo, salieron desde el Cuzco, en distintas fechas, tres misiones guerreras: Una con dirección a Puno y la Paz; otra hacia Arequipa, y una tercera hacia Huamanga. Esta última –comandada por Hurtado de Mendoza, José Béjar y Mariano Angulo- partió el 25 de agosto y arribó el 20 de setiembre. Fue en el marco de esta revolución -después de la derrota sufrida por la embajada cuzqueño-cangallina en la batalla de Huanta y antes de la de Matará- que optaron por jurar la independencia en la localidad de Cangallo, mientras la facción cuzqueña se retiraba, con dirección a Andahuaylas, para reorganizarse.
Según el testimonio de José Hipólito Herrera, los jóvenes de Ayacucho, liderados por Valentín Munárriz y José Mariano Alvarado, y apoyados por los morochucos, se refugiaron en el único pueblo donde podían celebrar una jura de la independencia acatando el ritual jurídico entonces vigente: Cangallo. El ritual legitimador –que sus habitantes habían aprendido en 1813, con ocasión de la jura de la Constitución Monárquica- comprendía una consulta en cabildo abierto, una proclamación, un juramento de la Independencia y una misa de Acción de Gracias. El juramento consistía en prometer solemnemente –con el aval de Dios- la defensa de la religión católica y de la patria de la amenaza española y de toda dominación extranjera, aun sacrificando la propia vida y las pertenencias.
Otros pueblos como Tacna, Moquegua y Huánuco habrían también proclamado sus independencias, en el marco de la estrategia trazada por los ideólogos del Río de la Plata, de hacerlo “pueblo tras pueblo”; empero, no existen pruebas inequívocas de que hayan cumplido el debido proceso. Por tal razón –hasta que no se demuestre lo contrario- Cangallo exhibe la dignidad de ser el primer pueblo que juró la Independencia del Perú, siguiendo los estándares jurídicos de la época, o cumpliendo el proceso apropiado del ritual legitimador. Este es el motivo por el que la Constituyente de 1827 otorgó a Cangallo, el 28 de mayo de 1828, el título de “Heroica Provincia de Santa Rosa de Cangallo”, o como reza el decreto, en mérito a que sus habitantes se decidieron, en 1814, por la independencia del Perú, e hicieron sacrificios bizarros por defenderla. Tal honor no le fue otorgado a Tacna, Moquegua, Huánuco ni Cuzco.
Santa Rosa de Lima había sido declarada, en 1816, “Patrona de la Independencia de América” por el Congreso de Tucumán y la misma santa había sido declarada por don José de San Martín, patrona de la Orden del Sol, en la que el astro-rey
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