El final…
La bandera española fué izada en los torreones del Callao, mientras, desde Buenos Aires, San Martín emprendía su viaje al largo exilio hasta su muerte.
Ese mismo día, el Congreso del Perú exoneró de la Presidencia de la república al Marques de Torre Tagle e invistió a Simón Bolívar con las facultades de Dictador del Perú luego, el cuerpo se disolvió.
El 28 de febrero, el general español Monet ocupó Lima y un día después, el general Rodil se hizo cargo de la fortaleza del Callao.
En esos mismos momentos, el marques de Torre Tagle, el Vicepresidente del Perú Diego Aliaga, el Ministro de Guerra Juan Berindoaga, el general Mariano Portacarrero, 105 oficiales superiores peruanos, el regimiento peruano de Lanceros de la Guardia y el de Lanceros Peruanos, se pasaron a las fuerzas realistas y se encerraron en el Callao bajo la protección de la bandera española.
Los realistas y los “pasados” llegaron a totalizar 2600 hombres en la fortaleza.
Los traidores sargentos Oliva y Moyano llegaron a ocupar altos puestos en el ejército español: Moyano llegó a ocupar el cargo de Brigadier en España, donde murió en 1844 mientras que Oliva también alcanzó la jerarquía de coronel en el ejército español.[1]
La mayor parte de los hombres del “Regimiento Río de la Plata” fueron tomados por Rodil, para llenar los claros en los cuadros del regimiento español Real Infante, por lo que murieron durante el prolongado sitio a la fortaleza que impusieron los patriotas.
Muchos de los sublevados se rebelaron luego contra los españoles y fueron pasados por las armas por sus propios compañeros o fueron a dar prisioneros, con sus jefes a los calabozos del Callao. Algunos fueron rescatados después de la batalla de Ayacucho, volviendo a la patria –unos- y otros quedaron en Perú.
Fracciones de los cuerpos patriota que no se plegaron a la sublevación y muchos oficiales que quedaron sin cuerpo, se dirigieron hacia el norte para ponerse a las órdenes de Bolívar, incorporándose a los cuerpos sanmartinianos, que combatían a sus órdenes.
Tal es el caso de una sección del Regimiento Río de la Plata, comandada por el entonces Tte. Coronel Felipe Pereyra y Domingo Arrieta, que por hallarse fuera de la fortaleza al momento de la sublevación, no se vió afectada e integrándose a la guarnición de Lima, pudo presentarse en Trujillo para ponerse a las órdenes de Bolívar.
El Sgto. Mayor Arrieta, incorporado a Granaderos, combatió en Junín y Ayacucho. Al no serle asignado destino en las tropas de Bolívar, Pereyra regresó a las Provincias Unidas, presentándose a órdenes del gobernador Gregorio de Las Heras en marzo de 1825. Los coroneles Pieres y Manuel Olazábal, por las mismas razones, retornaron a Buenos
El coronel Angel Antonio Salvadores, el 26 de febrero de 1824 se presentó a Bolívar en Trujillo, siendo destinado como ayudante mayor del Ejército Unido y luego edecán del libertador del Norte, asistiendo en esta condición a la batalla de Junín.
Algunos pocos héroes de esta historia, tuvieron la suerte de estar presentes en las batallas de Junín (6 de junio de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824) que terminaron la dominación española en América del Sur.
En la batalla de Junín, participaron los últimos negritos de San Martín formando parte del Batallón 2 del Perú. Luego de la batalla de Ayacucho capitularon todas las fuerzas realistas en América del Sur, a excepción de la fortaleza del Callao y las tropas realistas del Alto Perú que no acataban las órdenes del Virrey la Serna.
El 6 de febrero de 1825 arribaron al puerto de San Carlos en Chiloé la fragata Trinidad y la goleta Real Felipe, transportando a varios cabecillas de la sublevación del Callao (entre ellos Moyano y Oliva) que fueron puestos a salvo por Rodil al ser embarcados desde la caleta de Quilca, debido a que no podían ser comprendidos en la Capitulación de Ayacucho.
[1] Jose Ramon Rodil. “Memorias” .Página 9 y siguientes
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