1. Los docentes como podemos colaborar con UNESCO en la participación en tareas de difusión y promoción de una educación con calidad e inclusión.
Los docentes ya estamos sobrecargados. Muchos han ido perdiendo el entusiasmo en el camino, a causa de la alta exigencia y el bajo nivel de apoyo que recibe la profesión. Así es que me gustaría cambiar tu pregunta a: ¿Cómo pueden las sociedades apoyar a los docentes, para que ellos puedan hacer mejor su importante labor? Nuevamente, en el reporte “Reimaginar juntos nuestros futuros: Un nuevo contrato social para la educación,” en el que colaboré como integrante de la Comisión Internacioanl, esto es lo que proponemos:
– Apoyar la colaboración entre los profesores. Actualmente, la estructura de los horarios en los centros escolares limita de manera importante (o imposibilita por completo) la colaboración entre docentes. La mayoría salta de clase a clase con apenas unos minutos entre sesiones, y las horas que no están en el aula se dedican, en una proporción
importante, a labores administrativas, de planeación y de evaluación. La fisonomía de las escuelas tampoco favorece la colaboración: las aulas son enormes burbujas de concreto, opacas y no permeables. Ser docente es, en estos días y en estos contextos, una labor solitaria. Y no se puede educar (ni vivir) en solitario.
– Apoyar a los docentes como aprendices y como creadores de conocimiento. Todos los seres humanos aprendemos todo el tiempo – no sólo los estudiantes. Toda persona, toda escuela, todo programa educativo es susceptible de mejora. Y en este mismo paréntesis, necesitamos reconocer que el conocimiento no es una posesión estática que se genera desde las posiciones de autoridad y luego baja como una cascada en cámara lenta. Los docentes – y también los estudiantes- pueden generar conocimiento a partir de sus experiencias, e informar, con ellas, a todos los agentes educativos.
– Apoyar la autonomía docente. Hasta ahora, los docentes son considerados algo así como los “ejecutores” de las decisiones de otros (llámense ministerios de educación, supervisores, directivos). Son algo así como los que realizan los trabajos de albañilería del proyecto educativo del que otros fueron arquitectos. Hay muy poco espacio para la
agencia y autonomía del profesorado, y por ello perdemos en innovación, en ideas y en entusiasmo.
– Apoyar la participación de los docentes en el debate público sobre la educación, no sólo porque los docentes tienen información de primera mano sobre lo que significa enseñar y aprender, sino porque, al ser partícipes de las decisiones, las adoptarán con mayor entusiasmo. En suma, tendremos mejores políticas y mejor implementación.
2. Usted dijo que la escuela es un invento social, ahora la consulto ¿Por qué ir a la escuela en este Siglo XXI?
Si las escuelas no existieran, tendríamos que inventarlas. Esto no quiere decir que la esceula actual esté exenta de desafíos. Los espacios y las estructuras de tiempo necesitan una reinvención. Necesitamos proteger y transformar las escuelas. Necesitamos un cambio de la escuela como un lugar de “transmisión de conocimientos” a la escuela como
un espacio para el aprendizaje a través de la participación y la exploración. Necesitamos “derribar los muros” entre las escuelas y las comunidades, entre las aulas y el mundo exterior. Esto no quiere decir que las escuelas desaparezcan o se disuelvan en el mundo, que el aprendizaje tenga lugar en todas partes y que, por tanto, las escuelas sean irrelevantes. No, no, no, las escuelas son lugares para encuentros pedagógicos intencionales, y ningún otro espacio tiene el mismo potencial para el florecimiento y la transformación humanos.
Sí, necesitamos proteger y transformar las escuelas. Pero la buena noticia es que, si las escuelas son un invento social, esto queire decir que alguna vez las imaginamos y las construimos. Y si ya lo hicimos antes, podemos hacerlo de nuevo.
Aprender a leer alrededor del mundo
En el año 2018, inicié un nuevo proyecto: un viaje alrededor del mundo para conocer cómo es que los niños pequeños aprenden a leer en diferentes países, culturas y lenguajes. En el primer año del proyecto, recopilé información en seis países: Finlandia, Rusia, Islandia, Estados Unidos, Colombia y Perú. Visité escuelas, entrevisté maestras y revisé materiales de enseñanza. Entre el año 2019 y 2020 pretendo incorporar al proyecto, por lo menos, los siguientes países: Holanda, Bélgica, Francia, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Grecia, Indonesia, India, Japón, China, Singapur, Kenia, Sudáfrica y Australia. (Y por supuesto, México). El producto final del proyecto será un libro titulado «Aprender a leer alrededor del mundo», escrito simultáneamente en español e inglés y un documental en video sobre las experiencias vividas.
Las voces de los árboles
Elisa Guerra es maestra en Educación por la Universidad de Harvard. En 2015 fue nombrada “Mejor Educadora de América Latina y el Caribe”, por el Banco Interamericano para el Desarrollo, y fue finalista al Global Teacher Prize -considerado el Nobel de la docencia- en 2015 y 2016. Fue integrante de la Comisión Internacional para los Futuros de la Educación de UNESCO, y coautora del reporte “Reimaginar Juntos Nuestros Futuros: Un nuevo contrato social para la educación”.
Es autora o coautora de más de 25 libros de texto, infantiles y educativos, y ha presentado más de 350 conferencias inglés y español en 24 países.
Elisa es fundadora de la red de Colegios “Valle de Filadelfia”, con presencia en México, Ecuador, Brasil y Colombia.
En 2017 la televisora “Al Jazeera” (Medio Oriente) realizó un documental sobre Elisa, reconociendo su propuesta como una de las seis innovaciones educativas más importantes en el mundo.
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