“Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes, tienes razón” (Henry Ford) En un artículo anterior hablé de los tres componentes principales en el proceso de aprendizaje: los conocimientos previos, la motivación y la autorregulación. En este artículo quisiera ahondar en la autorregulación, y defender que los valores y las virtudes personales tienen un profundo impacto en el aprendizaje. Como Francisco López Rupérez, director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela, explicó de manera magistral en su ponencia en el III Congreso de Expertos Docentes celebrado en mayo de 2024 en Madrid y organizado por la Asociación OCRE, en el Informe Pisa 2015 se estudió la relación que existe entre las virtudes de la resiliencia y la perseverancia y el rendimiento académico, y los datos apuntan a una intensa correlación entre ambos aspectos.
El indicador de resiliencia para PISA es el porcentaje de alumnos de un país que estando situados en el cuartil inferior de entorno socioeconómico y cultural, son capaces de situarse en el cuartil superior de rendimiento escolar; es decir, alumnos de entornos desfavorecidos que son capaces de obtener un buen resultado escolar. Pues bien, la resiliencia tiene un peso del 76% en las diferencias entre los países en materia de rendimiento escolar, lo que indica que este rasgo del carácter de los estudiantes tiene un carácter predictivo importante en su aprendizaje.
Por otro lado, existe una diferencia importante entre el porcentaje de países asiáticos y el de países de la OCDE no asiáticos que se encuentran en el cuadrante óptimo de la relación de estas dos variables (elevada resiliencia y elevado rendimiento), siendo un 80% para los primeros y menos de la mitad (un 39%) para los segundos. Y estudiando el mismo aspecto con los datos del Informe PISA 2022 vemos que la tendencia es la misma. Por otro lado, el indicador de perseverancia en PISA se obtiene mediante un análisis del absentismo frente al rendimiento; es decir el porcentaje de alumnos que han indicado faltar a clase una vez en las dos semanas anteriores a la realización de la prueba.
En este caso, los datos no muestran una relación no tan potente como la del indicador de resiliencia, ya que la influencia es de un 41% en el sentido inverso de que cuanto mayor es el absentismo, menor es el rendimiento. En este caso de la perseverancia el cuadrante óptimo es bajo nivel de absentismo y alto nivel de rendimiento. El 78% de los países orientales están ahí, mientras que solo lo están el 30% de los países de la OCDE no asiáticos. Esta constante en la diferencia entre los países asiáticos y los occidentales, favoreciendo enormemente a los primeros, ya fue estudiada por Stevenson y Stigler (1992), quienes estudiaron la brecha de aprendizaje entre EE.UU. y China y Japón, y concluyeron que la creencia en los países orientales de que el talento puede mejorarse por medio de la perseverancia y el entrenamiento era capital. Estos rasgos del carácter son considerados como obligaciones morales por parte de los alumnos asiáticos y una forma de contribuir al bienestar. Este elemento cultural es uno de los factores explicativos de la ventaja comparativa en materia de rendimiento escolar de los alumnos orientales frente a los occidentales; la percepción de que el esfuerzo y la perseverancia son fundamentales. Todo esto no deja de ser información empírica de mucho valor que apoyan el argumento sobre la importancia de los valores de la voluntad para la formación de los alumnos y para su éxito académico.
Múltiples evidencias sugieren que el grit podría ser un mejor predictor del éxito que la inteligencia; es decir, que el esfuerzo es más importante que el talento (Duckworth et al., 2007). En este campo, la psicóloga e investigadora Carol Dweck (2016) ha realizado multitud de estudios que señalan que los alumnos que tienen una mentalidad de crecimiento (creen que la inteligencia se puede desarrollar) tienen mayores posibilidades de éxito académico que aquellos que tienen una mentalidad fija (creen que la inteligencia es estática). Los primeros abrazan los retos, persisten a pesar de los contratiempos, ven el esfuerzo como el camino hacia el dominio de cualquier ámbito, aprenden de las críticas y encuentran lecciones e inspiración en el éxito de los demás; por contra, los segundos evitan
los retos, se rinden fácilmente ante la menor dificultad, ven el esfuerzo como algo estéril, ignoran cualquier crítica negativa aunque sea útil y se sienten amenazados por el éxito de los demás. Una mentalidad de crecimiento conduce a altos logros y proporciona un mayor sentido de voluntad libre, mientras que una mentalidad fija conduce a un estancamiento temprano que impide alcanzar todo el posible potencial de una persona, al tener una visión determinista del mundo. Así de importantes son las consecuencias de pensar que la propia inteligencia o personalidad es algo que se puede desarrollar, en lugar considerar que son un rasgo fijo, como lo atestiguan los indicadores de resiliencia y perseverancia de los Informes PISA anteriormente citados. La famosa frase del famoso empresario industrial y magnate de los negocios de EE.UU. del epígrafe de este artículo cobra todo su sentido.
Con todos estos datos, Francisco López Rupérez concluye diciendo que “la formación del carácter y el desarrollo de habilidades no cognitivas como la resiliencia, el sentido del esfuerzo o la perseverancia deberían formar parte del programa formativo de los escolares para el siglo XXI, sea de una manera explícita o sea a través del desarrollo de las propias disciplinas”. El propio Héctor Ruiz (2019) afirma que promover una cultura del esfuerzo fundamentada sobre una mentalidad de crecimiento ayudará al desarrollo de la resiliencia y el grit. Porque, al fin y al cabo, todo se reduce a la actitud con la que afrontamos la vida.
El filósofo griego Heráclito decía que “el carácter de un hombre es su destino”, y la verdad es que lo queramos o no, la cultura de nuestras escuelas afectan al carácter de nuestros estudiantes, los cuales afectarán la cultura de nuestra sociedad. Por eso, necesitamos formar su carácter formándolos de manera rigurosa, exigiéndoles el máximo esfuerzo de manera constante, apoyándoles en todo lo que necesiten (y para eso la inversión y los recursos por parte de la administración es indispensable); haciéndoles ver que solo así podrán mejorar.
La nota fue realizada para la revista Educativa El Arcón de Clio por: Francisco Benítez Velarde es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona (2003). Su trayectoria profesional ha estado relacionada con la didáctica y la enseñanza. Ha desempañado el cargo de dinamizador cultural y de patrimonio del Ayuntamiento de Calafell, en la provincia de Tarragona (2006). Coautor del libro de historia local Història de Segur. De castri securis a Segur de Calafell (2007). Máster Oficial de Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona (2008). Colaboración docente como profesor de E/LE en el Instituto Bilingüe checo-español Budejovicka de Praga (2007). Desde 2008 es profesor interino del Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, realizando sustituciones en colegios de educación primaria (maestro) y en institutos de educación secundaria (profesor de Geografía e Historia)”.
Referencias bibliográficas.
Duckworth, A.L., Peterson, C., Matthews, M.D. & Kelly, D.R. (2007). Grit: Perseverance and passion for long-term goals. Journal of Personality and Social Psychology, 92(6), 1087-1101.
Dweck, C. (2016). Mindset. La actitud del éxito. Madrid, Sirio.
Ruiz Martín, H. (2019). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Barcelona, Graó.
Stevenson, H.W. & Stigler, J.W. (1992). The Learning Gap: Why Our Schools Are Failing and What We Can Learn from Japanese and Chinese Education. Summit Books.
Se recomienda leer: https://revista.elarcondeclio.com.ar/por-un-aprender-a-aprender-riguroso-basado-en-un-conocimiento-profundo-espana/
Sé el primero en comentar