Por un “aprender a aprender” riguroso basado en un conocimiento profundo “Se necesita coraje para crecer y convertirte en quien realmente eres” (E.E. Cummings ).
En el maravilloso libro de Héctor Ruiz Martín ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza (2019), que tiene como objetivo principal ser una referencia para que el profesorado pueda implementar de manera práctica en su alumnado técnicas basadas en la neurociencia, la psicología cognitiva y la investigación científica que le facilite el aprendizaje, se presentan los tres componentes que tienen una mayor influencia en el proceso de aprendizaje de los seres humanos: los conocimientos previos, la motivación y la autorregulación. Se trata de una guía maravillosa para impulsar el “aprender a aprender” de manera rigurosa, es decir, guiando a los estudiantes sobre la mejor manera de abordar y regular su proceso de aprendizaje y también al profesorado para que haga uso de una serie de técnicas y procesos que faciliten que su alumnado pueda procesar con mayor facilidad la información y le permita integrar el conocimiento derivado de ello en su memoria a largo plazo.
Ahora bien, es importante que este “aprender a aprender” se haga sobre la base de una enseñanza rigurosa y sólida en contenidos para que no se convierta en algo vacío y no utilizarlo como “el lema esgrimido por buena parte de los ideólogos de la “nueva educación “ que no se cansan de repetir que la escuela debe enseñar “menos conocimientos y más competencias”” (Fernández Liria et al., 2023: 120).
El papel de los conocimientos previos se refiere a que cuantos más conocimientos significativos tenemos sobre algo, más conocimientos nuevos podemos adquirir relacionados con ellos, por lo que no hace falta ser un lince para constatar que las modas pedagogistas actuales que influyen en las políticas educativas de la administración pública perjudican a nuestro alumnado. Para muestra, las declaraciones del secretario de Estado de Educación español hasta febrero de 2024, José Manuel Bar Cendón, afirmando que “el profesor como transmisor de conocimientos puro y duro es un modelo ya obsoleto. Por dos razones, básicamente: los inputs que reciben los alumnos no se limitan a las clases. Están continuamente en Internet y recibiendo información de mil sitios, ya que el acceso a la información se ha democratizado mucho. Eso, a la figura clásica de profesor la deja fuera”.
Curiosa afirmación, ya que es precisamente porque “los inputs que reciben los alumnos no se limitan a las clases”, y, por lo tanto, no han pasado el filtro de calidad pertinente, que el papel del profesor “como transmisor de conocimientos” que permita al alumnado tener una base sólida desde la cual construir su pensamiento crítico autónomo es hoy si cabe más necesario que nunca, ya que precisamente a causa también de que el acceso, pero sobre
todo la producción de la información “se ha democratizado mucho” es primordial saber separar el grano de la paja en todo lo que uno encuentra en la red. Un estudio de la Biblioteca de Londres ya en 2008 se encargó de demostrar que para realizar dicha función es fundamental que los alumnos tengan conocimientos previos; especialmente para el caso de nuestros estudiantes actuales, que tienden a confiar demasiado en la fiabilidad de toda la información que aporta la red (precisamente por su falta de conocimientos). Animo al lector a seguir leyendo la entrevista al señor Bar Cendón para seguir toda la ristra de tópicos siguiendo a la vieja “nueva” educación que harían gracia si no fuera porque hacen tanto daño a la calidad de nuestra educación y, por lo tanto, a la formación de nuestros jóvenes, ya que se trata, en la mayoría de casos, de un recopilatorio de “edumitos” como así lo atestiguan amplias evidencias empíricas (Ruiz Martín, 2023): que las competencias se pueden enseñar desligadas del conocimiento (lo cual es imposible, ya que están ligadas a los diversos campos del conocimiento), que el papel del profesor debe ser de guía y el alumno el centro del proceso de aprendizaje (lo que es contraproducente ya que los estudiantes no saben cuándo y cómo aprenden mejor sin una guía y estructuración del profesor especialista), que dotar de recursos digitales a los centros es una garantía de calidad de enseñanza, que el hecho de que los profesores de secundaria vengas muy formados en su materia es contraproducente, que la repetición es ineficaz y promueve el abandono temprano de los estudios, etc. En fin, una joya de entrevista.
El segundo componente importante del proceso de aprendizaje es la motivación, que es lo que empuja al aprendiz a mover todo el entramado cognitivo que pueda hacer posible la asimilación de conceptos en su memoria a largo término; es decir, que la motivación provoca mayor esfuerzo y por ello mayor práctica, y, por lo tanto, mayor aprendizaje. A su vez, este aprendizaje aumentará su motivación, ya que la motivación y el rendimiento académico mantienen una relación de reciprocidad. De todo esto trasluce que la motivación también está relacionada con los conocimientos previos, ya que el saber sobre algo ya despierta el interés de por sí, sobre todo si eso hace que los resultados mejoren; de este modo, los alumnos aumentan su sentido de autoeficacia. Y esto, como el propio Héctor Ruiz se encarga de aclarar, no significa que lo que se aprenda deba ser divertido (ya que al gamificar incluso podemos dificultar el aprendizaje), sino que el objetivo es que el alumno encuentre el contenido lo suficientemente interesante como para que disfrute del esfuerzo que requiera el proceso de llegar a aprenderlo. Sobre este aspecto de que el interés no es algo innato que venga por defecto sino que es modulable, así como muchos otros aspectos importantísimos en la motivación del aprendiz por aprender y afrontar los diferentes retos escolares, Héctor Ruiz realiza un análisis pormenorizado en la citada obra y también ha realizado ponencias muy ilustrativas al respecto, como la que realizó en la Segunda edición presencial de “Las pruebas de la educación” celebrada en CaixaForum Zaragoza el 12 de marzo de 2022.
Pero el tercer componente, el cual no suele recibir tanta atención en el debate educativo, es el de la autorregulación, el cual tiene tres esferas: la metacognición, el autocontrol y la resiliencia. La metacognición surge a partir del conocimiento de las habilidades y estrategias que facilitan el aprendizaje y permiten que los estudiantes sean capaces de autorregular su proceso de aprendizaje de manera autónoma. Por su parte, el autocontrol no solo se refiere a la capacidad de regular las emociones, sino también a vencer los impulsos motivacionales o los comportamientos automáticos con la finalidad de evaluar la situación y ofrecer una respuesta reflexionada que aporte mayores beneficios; sería, por ejemplo, el comportamiento de un alumno maduro que la semana que tiene varios exámenes es capaz de darle su teléfono móvil a sus padres o de decirle que no a los amigos que le proponen salir de fiesta o jugar muchas horas seguidas a los videojuegos.
No cuesta mucho ver los beneficios que este tipo de comportamiento pueden llegar a tener relacionados con el rendimiento escolar. Finalmente, la resiliencia y el grit (agallas) son respectivamente la capacidad de una persona para sobreponerse ante alguna adversidad, y una mezcla de perseverancia y pasión por alcanzar unos objetivos a largo plazo. Las personas con un alto nivel de grit pueden mantener su determinación y motivación durante largos periodos de tiempo a pesar de afrontar experiencias de fracaso y adversidad. Por eso, a nuestro alumnado le debemos enseñar, como dice la cita del epígrafe de este artículo, que la mayor valentía es derrotar sus propias inseguridades, para así abrirles la posibilidad de progresar personalmente y poder alcanzar sus metas académicas, laborales y personales.
La nota fue realizada para la Revista Educativa El Arcón de CLio por: Francisco Benítez Velarde es licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona (2003). Su trayectoria profesional ha estado relacionada con la didáctica y la enseñanza. Ha desempañado el cargo de dinamizador cultural y de patrimonio del Ayuntamiento de Calafell, en la provincia de Tarragona (2006). Coautor del libro de historia local Història de Segur. De castri securis a Segur de Calafell (2007). Máster Oficial de Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera por la Universidad de Barcelona (2008). Colaboración docente como profesor de E/LE en el Instituto Bilingüe checo-español Budejovicka de Praga (2007). Desde 2008 es profesor interino del Departamento de Educación de la Generalitat de Cataluña, realizando sustituciones en colegios de educación primaria (maestro) y en institutos de educación secundaria (profesor de Geografía e Historia)”.
Referencias bibliográficas
Fernández Liria, C., García Fernández, O. y Galindo Ferrández, E. (2023). Escuela o barbarie. Entre el neoliberalismo salvaje y el delirio de la izquierda. Nueva edición actualizada y aumentada. Madrid, Akal.
Ruiz Martín, H. (2019). ¿Cómo aprendemos? Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Barcelona, Graó.
Ruiz Martín, H. (2023). Edumitos. Ideas sobre el aprendizaje sin respaldo científico.Barcelona, International Science Teaching Foundation.
Paco Benítez Velarde, actual secretario de la Asociación OCRE. https://asociacionocre.org/sobre-nosotros
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