El sentido original de los propósitos remite a los comienzos de la organización; es decir, a su momento fundacional. Éste supone su debate y su concreción en un acuerdo conocido o explícito. Incluso en la etapa fundacional de cualquier organización educativa existen desacuerdos y tensiones que muchas veces quedan ocultos detrás de un velo de emoción y entusiasmo generado por el mismo acto fundacional.
Los propósitos de una organización trascienden a los individuos e involucran a generaciones, son algo más grande que las personas que la conducen y sus líderes deben actuar con humildad y eficacia para entender que dicha organización influye en la vida de muchas personas. En el caso de las instituciones educativas, un alumno, y por extensión su familia, pueden pertenecer a esa organización por hasta quince años. Quienes conducen una organización deben tener presente cómo y cuánto las acciones que se desprenden (o se alejan) de los propósitos pueden impactar en una comunidad.
Quienes gobiernan una organización tienen la responsabilidad de darle continuidad a esos propósitos. Para el afuera, son los encargados de mantener ese fuego sagrado que comenzó hace algún tiempo por aquel grupo de personas que se unió con una sola voluntad y bajo un mismo lema y en un clima de armonía fundó esa organización. Desde adentro, los directivos son quienes tratan de mantener un equilibrio entre las constantes tensiones, los desacuerdos y las rupturas.
La imposibilidad de llevar a cabo los proyectos que pudieran gestarse en una organización puede responder a diversos motivos: de infraestructura, ideológicos, financieros, entre otros. Las decisiones que los grupos de poder toman para hacer que estos proyectos sucedan o no, a veces son contrarias a los propósitos originales de la institución. Por ejemplo: en una que fue creada con el propósito de ayudar a niños de bajos recursos y brindarles educación a través de la fe, los directivos podrían decidir reducir el número de becas a una cantidad mínima por motivos económicos. Dicha decisión no está en connivencia con los propósitos de los fundadores, pero sería imposible dejar de reconocer el contexto de ayer y de hoy. La frase “hoy en día es diferente” suele escucharse y resume esta idea: debemos entender que la coyuntura en la que una organización se fundó era distinta a la actual.
Toda organización está expuesta a las demandas y a las presiones del afuera. Para existir y funcionar, la organización debe brindar un servicio a la comunidad que sea reconocido como necesario para la sociedad. Así se teje una relación de retroalimentación entre organización y comunidad. Por este motivo, quienes gobiernan una organización no pueden desestimar la relación con el afuera y la imagen que proyecta.
Para el afuera, la organización educativa puede lucir como un máquina perfectamente calibrada que brinda un servicio para el que fue destinada y que es gobernada por un grupo de personas que fue elegido para hacerlo. Sin embargo, en el interior de ella, en su día a día, existen procesos emergentes e informales no tan visibles a los ojos del afuera: surgen procesos de comunicación informal en la cual la información circula por canales no institucionales, se conforman grupos de poder liderados por alguien que no tiene el poder formal y surgen alianzas y grupos de interés que resisten las decisiones oficiales. Es dable destacar que a veces estas alianzas que se conforman no van en busca del fracaso de la organización, sino que intentan sortear obstáculos como la burocracia o ciertas normativas que regulan el sistema, y por medio de sus acciones informales, no declaradas ni autorizadas, logran avances positivos para la organización.
La escuela, actualmente reconocida como institución en crisis por no poder dar respuesta a las demandas del medio, necesita ser observada y analizada desde esa perspectiva social. En una institución educativa conviven personas de diferentes generaciones con intereses y objetivos diversos. La escuela es una organización, a diferencia de otras, donde los sujetos aprenden a convivir en democracia formándose para luego insertarse en el mundo laboral o en los estudios superiores. Es una organización en la cual todas sus acciones deberían estar centradas en el alumno y enfocadas a lograr calidad educativa. Sería irónico proponer la formación de personas para la vida democrática cuando los propósitos de imponen de manera inflexible. No se puede obviar que los propósitos deben ser compartidos, o al menos conocidos, por todos sus miembros, además de revisados y reorientados en caso de ser necesario para poder ser llevados a la práctica y no ser una mera declaración formal.
BIBLIOGRAFÍA
Etkin, J. (2000) Política, gobierno y gerencia de las organizaciones. Acuerdos, dualidades y divergencias. Buenos Aires, Pearson Educación – Prentice Hall
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