EDITORIAL OKAPI – SALTA 2023 ESCRIBIR SOBRE EDUCACIÓN ES SEMBRAR ESPERANZA
Cuando se decide por escribir un libro cada pagina en blanco es un desafío y con mayor razón si se trata de un texto vinculado a la educación, tema al que se le han dedicado ríos de tinta en donde cada autor hace un aporte para comprender, analizar y mejorar el proceso educativo. Lo mismo ocurre cuando se toca el tema de la política en donde se destacan grandes pensadores antiguos como contemporáneos haciendo análisis y propuestas para mejorar la sociedad. Cuando el texto aborda la relación entre educación y política el reto es aun mayor porque se trata de una relación a la que no se le dedicado el suficiente espacio en razón que nos ha llegado a comprender acabadamente la relevancia que tiene la educación y la política. Mientras la política se refiere a la búsqueda del poder en orden a lograr mejorar las condiciones de vida de una sociedad, la educación aborda el proceso de formación integral de las nuevas generaciones pero cuando se las vincula se puede reconocer al conjunto de decisiones que apuntan a la formación de un ciudadano en función de una noción de persona.
En este punto, la antropología filosófica permite brindar los elementos básicos para determinar la persona que se desea formar para la conformación de una sociedad en la que el bien común sea su piedra angular. De allí que política y educación no pueden estar separadas en razón que de cómo sea esa relación será el ciudadano que se forme al interior de las instituciones educativas a través de un proceso de formación sistemática.
Así encontramos procesos en los cuales la política subsumió a la educación haciéndola parte de un proceso ideológico con consecuencias diversas o a la inversa generando un proyecto que se mantiene a lo largo de los tiempos.
Cuando se analizan los hechos ocurridos en los diferentes períodos de gobierno de nuestro país se observa que generalmente la educación ha quedado sometida a los vaivenes de una política de turno marcada por una ideología que cambia cuando el gobierno de turno deja el poder. Es así que cada gobierno que llega al ejercicio del poder cambia lo que hizo el anterior y de esta manera nos encontramos siempre en un constante cambiar y que se dio en llamar “el síndrome Penlelope”referido al “eterno retorno” de las cosas a un punto de inicio que busca cambiar las cosas hasta que otro gobierno asume el ejercicio del poder y vuelve todo atrás para volver a empezar.
Llamativamente los gobiernos hablan en los períodos que están en el poder, de la ejecución de políticas de estado en materia educativa. Evidentemente este concepto ha perdido su valor y como tal no se vincula a un proyecto a largo plazo que supera un período gubernamental, sino que, por el contrario, se lo confunde con política de gestión.
Una política de estado en materia educativa se construye en base a consensos entre todos los actores sociales y de esta manera se pone en evidencia la existencia de un pacto educativo que permanece en el tiempo.
Hasta el momento es difícil encontrar un proyecto educativo de largo plazo. Pensarlo es hablar de un pacto educativo basado en una noción de persona, pero sobre todo de ciudadano que se desea alcanzar, independiente de quien se encuentre en la gestión gubernamental.
Elaborar un pacto educativo supone dialogo, acuerdos, resignar algo de lo propio en beneficio de una sociedad que exige cambios en el sistema escolar de manera que se pueda hacer frente a los desafíos que el mundo actual requiere. El pacto educativo supone cambios estructurales que afectan a muchos y es allí donde lo partidario imposibilita que se planteen las reformas necesarias para un futuro próspero.
En la alegoría de la caverna de Platón se suceden una serie de escenas. El texto se inicia con la descripción de personajes que se encuentran encadenados en el interior de una caverna en la que solo ven proyectadas en el fondo de la misma las sombras que produce un fuego ubicado atrás de los personajes. Luego se plantea que uno de los encadenados es obligado a salir fuera de la caverna en donde puede observar otra realidad. Allí dimensiona que lo siempre visto no era verdadero. Al finalizar, el prisionero es devuelto a su lugar de origen produciendo una crisis en sus compañeros a quienes les trata de convencer diciéndoles que la realidad que están viendo no es lo verdadero, sino una fantasía. El texto concluye con sus compañeros riéndose de todos los dichos acerca de la falsedad de lo que se está percibiendo y la denigración llega a tal punto que le hacen sentir que haber salido le hizo mal y que desde el lugar en que se encuentran no conviene ni siquiera intentar salir.
El llegar a un cargo de gestión de política educativa es un desafio muy grande en razón que es posible generar un cambio que puede modificar la situación actual para mejor. El problema es que, como alguien alguna vez lo afirmó, los cargos son cubiertos por personas que muchas veces no son los mejores preparados ni tampoco conocen el campo en el que les toca desenvolverse y lo asumen por el solo hecho de haber formado parte de un equipo de trabajo que permitió ganar una elección. De esta manera el sistema educativo nunca cambia y se mantiene el “status quo” que a
todos los hace permanecer en su zona de confort, evitando problemas. No vale la pena ni siquiera intentar cambiar cayendo entonces en un gatopardismo donde se hace como que todo cambia para que nada cambie.
Cambiar implica salir del lugar donde se encuentra para alcanzar algo mejor, pero si ni siquiera vale intentar hacerlo, entonces ¿para qué cambiar? Durante muchos años se escucha que es necesario torcer el rumbo del país, de la provincia o de la comunidad por medio de la educación, pero cuando se está en el lugar preciso para generar los cambios no se percibe la decisión de hacerlo. Eso habla de la mediocridad en la que se desarrollan las acciones políticas que impactan en la educación y obviamente en el futuro de la sociedad.
Ojala la lectura de estas páginas permita a quienes tienen la responsabilidad de la gestión educativa como también a cada ciudadano comprender la importancia que tiene la política y la educación en la construcción de un espacio social distinto para las nuevas generaciones.
Gabriel Tejerina Navarro. Licenciado en Ciencias de la Educación con especialización en Planeamiento, Supervisión y Administración Educativa por la Universidad Católica de Córdoba, Profesor en Filosofía y Ciencias de la Educación, con Orientación Pastoral Juvenil egresado del Instituto Domingo Savio. Córdoba.Salta y profesor de Didáctica General, Currículum y Pedagogía en la carrera de Profesorado de Física e Historia del Instituto Superior del Profesorado de Salta Nº 6005. Es profesor adjunto en la cátedra de Administración y Organización de la Licenciatura en Gestión Educativa de la Universidad Católica de Salta.
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