No todo está perdido, a pesar de lo que dicen los estudios que el 85% de los jóvenes quiere seguir estudiando al terminar la escuela y solo la mitad lo hace En el último año de secundaria, 8 de cada 10 estudiantes proyectan continuar sus estudios. Pero entre los jóvenes de 19 a 25 años, solo 4 de cada 10 cursan el nivel superior (universitario o no).
Hay brechas de expectativas, pero sobre todo de oportunidades, según el nivel socioeconómico El último informe del Observatorio de Argentinos por la Educación muestra un desfasaje entre las expectativas y las oportunidades educativas y laborales de los jóvenes: si bien la mayoría proyecta seguir estudiando luego de terminar la secundaria, solo el 38% lo logra.
En el último año de secundaria, el 85% de los estudiantes afirma que quiere seguir estudiando y el 65% planea trabajar luego y x w termin zz9 s que va ww 2ar la escuela. Sin embargo, muchos no logran concretar esos planes: entre los jóvenes de 19 a 25 años con secundarios completo, solo 4 de cada 10 (38%) estudian y 4 de cada 10 (38%) trabajan, según la fuente citada. A esa edad, el 26% de los argentinos no terminaron la escuela.
Los jóvenes que se encuentran en el último año de secundaria expresan altas expectativas de continuar sus estudios. Sin embargo, las oportunidades educativas y laborales se ven marcadas por las desigualdades socioeconómicas. Entre los jóvenes del decil más alto, son más los que logran concretar sus expectativas: el 51% se dedica a estudiar, mientras que el 68% trabaja. En cambio, en los sectores más bajos, el porcentaje disminuye a 21% y 14%, respectivamente.
Desde el año 2000, el acceso a la educación superior presenta en la Argentina, al igual que en la región, una tendencia de marcado crecimiento, debido a políticas de promoción del acceso igualitario a la educación y a la obligatoriedad de la escuela media. La expansión en la demanda es impulsada en gran parte por jóvenes provenientes de sectores sociales anteriormente excluidos, que buscan contar con credenciales que favorezcan su acceso al mercado de trabajo.
El proceso se vio acompañado y retroalimentado por un crecimiento en la oferta educativa que arroja un total de 50 instituciones universitarias creadas durante el periodo 2000-2023. A partir de los datos relevados por la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU), la matrícula en educación universitaria de pregrado y grado1 pasó de 1.553.700 en el año 2005 a 1.902.935 en 2015. En el año 2020 la matrícula en carreras de pregrado y grado en Argentina fue de 2.318.255 estudiantes, lo que marca un crecimiento del 49,2% en el período 2005-2020.
Estos datos resultan alentadores a la hora de pensar los alcances de la educación universitaria en Argentina; sin embargo, se observan limitaciones en relación con la continuidad en las trayectorias que realizan las y los estudiantes universitarias/os. Una de las hipótesis que más peso tienen para explicar el fenómeno es que, aun contando con tasas elevadas de ingreso, las brechas en términos de capital cultural, social y económico atentan contra la permanencia y graduación, que en toda la región sigue siendo baja comparativamente con América del Norte y Europa.
En Argentina, de acuerdo a información de la SPU, el 38,1% de ingresantes a carreras universitarias en 2019 se desvincularon al año siguiente, es decir durante su primer año de cursada. Respecto a la graduación, en el año 2020 se registró un total de 122.679 egresados/as, lo cual supone un aumento del 12,2% desde 2011. De este total, solo el 25,1% logró alcanzar la titulación en el tiempo teórico estimado para cada carrera.
Entre 2012 y 2021, según cifras del Ministerio de Educación divulgadas en 2023, la cantidad de ingresantes a las universidades nacionales de todo el país, públicas y privadas, creció en un 67,6%.
En la actualidad, las 65 universidades e institutos universitarios públicos tiene una matrícula de 2.162.947 estudiantes, sumando carreras de grado, las más masivas, además del pregrado y el posgrado: representa el 80% del
total de los 2.714.277 estudiantes de todo el sistema de universitario público y privado del país.
En cambio, las universidades privadas absorben el 20% de la matrícula restante, es decir, un total de 551.330 estudiantes. Entre 2010 y 2022, la matrícula en la universidad pública de grado creció un 41,99%. La matrícula privada, un 37,05%.
La tasa de graduación en el tiempo teórico de duración de las carreras de grado: en 2021-2022, en las universidades públicas, solo se graduó el 23,7% y en las privadas, el porcentaje de graduados de carrera de grado llegó al 40,8%.
En este contexto, toma relevancia la problemática del acceso y la permanencia estudiantil, particularmente durante el primer año de cursada.
Hasta aquí los datos duros, y aquí deberíamos agregar que quienes quieren hacerlo, y no pueden por motivos estrictamente económicos. Especialmente aquellos que viven en el interior y que quieren acceder a universidades, públicas o privadas, ubicadas en las grandes urbes. A pesar de que hoy en día, es muy variada la oferta educativa, presencial en instituciones cercanas y en formato virtual .
Más allá de los datos, el nivel superior (universitario o no universitario) recuerdo que, por ley, su ingreso es irrestricto, no logra retener a todos aquellos que lo hacen. Y las causas parecen no ser solamente económicas.
El desarrollo de talleres de apoyo y/o nivelatorios son producto de la necesidad de promover espacios de estudio fuera de la propia cursada, así como de facilitar los medios necesarios para hacerlo. Estos se suman a los sistemas de orientación vocacional para estudiantes, en muchos casos conformados por equipos técnicos que analizan cada situación. Algunas instituciones manifestaron contar también con acompañamiento terapéutico que permite llevar adelante distintos tipos de intervenciones para dar respuestas a las diversas necesidades de atención que presentan algunas/os estudiantes.
La mayoría de las instituciones subrayan el lugar de los sistemas de tutorías para la construcción del sentido de pertenencia institucional, la recuperación de conocimientos previos y el desarrollo de nuevas habilidades cognitivas. Si bien en la mayor parte de los casos las/os tutoras/es son docentes del ciclo inicial, algunas instituciones convocan a estudiantes avanzados de cada carrera.
En una nota reciente, el sociólogo,especialista en Educación, Emilio Tenti Fanfani expresó: Si uno quiere que la escuela sea liberadora, hay que darles las armas más fuertes, más poderosas: por ejemplo, un lenguaje complejo; y agrega , que los problemas de la sociedad actual son problemas complejos que necesitan herramientas conceptuales y verbales complejas, y pone el foco en que debemos desarrollar en nuestros estudiantes, las competencias expresivas.
Lo que se requiere de la educación actual es que se centre en las habilidades de aprendizaje e innovación, o las 4 C del aprendizaje del siglo XXI: capacidad de pensamiento crítico y resolución de problemas, creatividad e innovación, comunicación y colaboración.
Las 4C no solo representan habilidades cruciales, sino que también reflejan una pedagogía que busca fomentar el aprendizaje colaborativo y el aprendizaje basado en proyectos.
Las habilidades de las 4C son importantes no solo en el mundo laboral, sino también en la vida cotidiana. Estas habilidades pueden ayudar a las personas a resolver problemas, a comunicarse efectivamente con los demás, a trabajar en equipo y a ser más creativos en su vida diaria. Y en ello debe trabajarse.
La articulación entre la educación secundaria y el nivel superior, universitario y no universitario, representa un reto complejo que involucra diversos aspectos de ambos niveles del sistema educativo como la organización, los objetivos y los métodos de dos niveles del sistema educativo,requiere inclusive, una fuerte reforma curricular. Y es aquí donde debe darse la discusión de como adecuar la enseñanza y el aprendizaje para poder pensar propuestas articuladas que desde el nivel secundario preparen a ese futuro estudiante para poder;darles las armas poderosas; a las que refiere Tenti Fanfani y propician muchos educadores hoy, entre los que me incluyo.
No se trata de acciones individuales, sino de promover espacios institucionales desde las políticas públicas para poder llevar a cabo propuestas que impacten en no sólo evitar la deserción, sino que mejore la tasa de permanencia y graduación de la que tanto se habla.
Ha habido experiencias, y muy buenas, solo es cuestión de ponerlo en agenda. Argentinos, a las cosas.
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