¿Qué hacemos cuando decimos Inclusión?

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En Argentina, en el año 2006 se sancionó la Ley Nº 26.206 de Educación Nacional, dicha norma establece los alcances del ejercicio de enseñar y aprender como un Derecho. Entre tanto, uno de sus articulados establece que dicha educación deberá ser integral y de calidad, apostando a garantizar la igualdad entre los habitantes de la nación. Se deberá a su vez contar con la participación de las familias y organizaciones sociales, para generar si se quiere, lazos con la comunidad educativa.
Ahora bien, me propongo pensar qué sucede hoy en día en el contexto actual que atraviesa el sistema educativo en general en nuestro país, cuáles son las posibilidades de un “poder hacer” a favor de dar cuenta de esta Inclusión que promueve la mencionada Ley. ¿Es posible hoy día lograr Incluir de manera digna, en una trayectoria educativa, dentro del contexto escolar?
Antes de proseguir es indispensable volver a pensar que cuando hablamos del sistema educativo, a veces pensamos en ellos, los estudiantes. Y el sistema educativo abarca mucho más que solo ellos. En esta red, deberían interactuar docentes, auxiliares, directivos, planes y estrategias, cuestiones edilicias, familias, organizaciones sociales, comunidad, Estado; entre otros. Una red interactiva que promueve y enciende los motores del quehacer educativo. Es indispensable para su funcionamiento, que al menos uno haga algo para que el sistema funcione. Y creo que por ahí está la cuestión. No generalicemos, pero líneas generales, valga la redundancia, en este sistema de red, no todas las partes tiran para el mismo lado. Y no porque no se quiera, sino porque muchas veces, no se puede.
Sí, existen políticas públicas referentes al quehacer educativo pero hoy día no pueden ser llevadas a cabo, porque otras partes del sistema no están a la altura de esas políticas, generando así fallas o bien la ruptura del mismo. Se denigra al sistema, se lo convierte en una utopía. Y si bien hay Ley, no hay condiciones dadas para que la misma pueda implementarse en materia de Inclusión.
Y en estas inconsistencias del sistema, siguen conviviendo las partes, como pueden. Intentando, reinventando el “poder hacer” con lo que hay. Por ello, cuando se habla de Inclusión dentro del sistema educativo, no solo se debería aspirar a lograr la permanencia y el posterior egreso del estudiante, sino que a su vez, ese trascurrir lleve consigo la insignia de digno. Incluir en el aula a un niño, niña o adolescente con una discapacidad determinada, implica mucho más que su presencia y permanencia en esa aula. Implica que la red funcione, que todos los elementos del sistema, en su ensamblaje interactúen, conociendo las limitaciones de cada parte del mismo, para ser conscientes de ellas y así integrarlas, tratarlas, potenciarlas, atendiendo a los desequilibrios que se hagan presentes para así superarlos.
Por lo expuesto, considero que resulta indispensable contar con una Ley que dé lugar a nuevos modos de prácticas que se potencien con las condiciones dadas hoy y las necesidades actuales del sistema educativo contemporáneo.

Bibliografía tenida en cuenta para el presente escrito:
LEY N° 26.206 LEY DE EDUCACIÓN NACIONAL.
Agustina PALACIOS y Javier ROMAÑACH, El modelo de la diversidad. La Bioética y los Derechos Humanos como herramientas para alcanzar la plena dignidad en la diversidad funcional, Diversitás Ediciones, Madrid, 2006.

La nota fue realizada por: Eugenia Marra. La Plata. Estudiante de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. LSA Lengua de Señas Argentina

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Estudiante Avanzada de Psicología de la Universidad Nacional de La Plata. LSA Lengua de Señas Argentina.

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