Pedro Figueroa: en esta pandemia no fuimos nosotros los que “fuimos” a la escuela, sino que fue ella la que “vino” a nuestras casas

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1. ¿Para qué ir a la escuela en el siglo XXI?
Lo primero para decir, y que ya es todo un símbolo de la escuela, es que nuestras instituciones educativas si bien temporalmente están asentadas en el siglo XXI, mantienen formas, ideas, metodologías, rutinas y hasta prejuicios de, por lo menos, hace dos siglos atrás. O inclusive, “ir a la escuela” sigue siendo algo bastante similar a lo que propuso Comenuis allá por mediados del 1600. Es decir que el “para qué” no ha cambiado demasiado, y se ha mantenido inflexible –a veces consciente, a veces inconscientemente- mientras el mundo seguía girando y cambiando. Uno podría decir que en realidad ha sido beneficioso, porque “la escuela mantuvo su identidad a pesar de los avatares de la Historia”, pero otra mirada más crítica, a la que adhiero, es que la institución y el sistema escolar han hecho lo imposible para resistirse a las transformaciones, a los sumo con maquillajes o excusas que siempre nos dejaban en el mismo lugar.

Entonces, yo no hablaría de “ir” a la escuela, porque es una imagen que la aleja, que la hace distante a mi/nuestra realidad. Porque planteado así, como se hizo durante todos estos siglos, es un lugar donde voy, recolecto lo que me puedan dar, o lo que quiera recibir, y me vuelvo. La escuela allá, y yo acá. Es un espacio aislado (muy) alejado de todo lo demás. Pero en esta pandemia los roles se invirtieron, y ya no fuimos nosotros los que “fuimos” a la escuela, sino que fue ella la que “vino” a nuestras casas, con todo lo desafiante que implicó esa nueva lógica.

Así, más que “ir a la escuela”, propondría que le busquemos el sentido a (re)construir la escuela, planteada ya no como un espacio físico, un edificio, un conjunto de paredes y aulas, sino que sea ese ámbito que entre todos construimos, involucrados, de manera situada y cercana. Que ninguno de los dos –nosotros o la escuela- tenga que “ir”, sencillamente porque ya son parte de nuestra realidad. El aprendizaje como continuidad y no como momento encerrado.

Así, finalmente, respondiendo a la pregunta de para qué ir a la escuela en el siglo XXI, considero que a la respuesta casi natural de “para aprender”, deberíamos agregarle el hecho de que nos encontremos para repensarla, actualizarla, revisarla, rearmarla y potenciarla. Claro, desde la sinceridad más absoluta y sin (auto)limitaciones.

2. Según su experiencia en la educación a distancia y virtual, ¿cómo solucionamos la fatiga visual y emocional que produce esta metodología de estudio?
Si quiero correr una maratón, hay muchos elementos que debo tener en cuenta antes de encarar ese desafío de recorrer los 42.195 metros que implica. Entre ellos seguramente estarán el tiempo previo de preparación, el ir sumando distancias de a poco hasta llegar al total, el equipamiento necesario para sobrellevarla, la alimentación e hidratación, el complemento de ejercicios físicos, la fortaleza y resistencia mental, los factores externos (lluvia, calor, viento, etc.) e internos (estado de ánimo, convicción, etc.) que pueden influir, eventualmente lo que el resto me diga, y el terreno donde será la travesía.

En educación a distancia o en formación mediada por tecnologías, pasa algo muy similar. Así como no podemos pretender correr una maratón si no tenemos aquellos elementos, o incluso, si no sabemos caminar, no podemos pretender involucrar las TIC y la virtualidad para enseñar y aprender, si antes no tenemos previstas y solucionadas las condiciones imprescindibles.

Por ello, en esta pandemia y aislamiento social, todas las experiencias donde usamos las tecnologías para dar clases terminaron por agotarnos. No estábamos preparados. La saturación es real, y se debe justamente a que un virus nos obligó a correr una maratón cuando recién sabíamos pararnos y dábamos los primeros pasos. Esa fatiga visual, emocional y corporal no es propia de la educación a distancia o de la virtualización de la enseñanza, sino que es fruto de haber ingresado a un espacio y una lógica ampliamente desconocidos e inexplorados, lo cual conlleva esas consecuencias y también el desconcierto, la incertidumbre y la frustración.

Así, para evitar que esas fatigas vuelvan a repetirse, y sabiendo que la primera experiencia masiva no ha sido muy atractiva y que muchos querrían ya volver a lo anterior, lo que deberíamos hacer es: primero, asumir que vamos a correr la maratón, dimensionar el desafío y fijar un plan de trabajo acorde a ello; y segundo, saber que no será de un día para el otro, que llevará tiempo, pero que al final la llegada a la meta será muy satisfactoria, porque no sólo habremos cumplido el plan de entrenamiento, sino que saldrá un nuevo reto similar o aún mayor.

3.La autoevaluación docente y de los alumnos, ¿es una pieza clave en la mejora escolar? ¿Por qué?
Si hay algo que ha dejado en evidencia la pandemia y la suspensión de clases presenciales es la concepción que se tenía (tiene) sobre la evaluación. Que se aclarara y se aclare permanentemente que evaluar no es calificar, que no es sinónimo de acreditación o de promoción de un grado o curso a otro, puso de manifiesto que los docentes, el sistema educativo, las familias y en especial los alumnos concebimos a la evaluación desde su resultado, simplificado, como un número, una letra o una nota. Por caso, por momentos ha sido muy difícil explicarles a algunos docentes, a los padres y a los estudiantes que no se iba a poner una calificación, sino que era una valoración formativa, cualitativa. “Si no tengo una nota parece que no se hizo nada o no se aprendió”, es una expresión común en estos tiempos. Y dice mucho sobre lo que decimos y lo que hacemos en la evaluación.

En fin, evaluar es “poner valor”, pero en ello no debería ser excluyente el hecho de la calificación, sino que es fruto de un proceso complejo, permanente, justo y transparente. Y en ello, es esencial involucrarnos cada uno de los que participamos de la evaluación a partir de acuerdos y evidencias. Ser protagonista y no mero receptor o actor pasivo de esta instancia.

En este punto, la autoevaluación es un elemento clave en la dinámica educativa, si se pretende generar instancias de enseñanza-aprendizaje que favorezcan la autonomía, el pensamiento crítico, el descubrimiento de fortalezas, el reconocimiento de debilidades y el protagonismo en la formación. En los docentes, debería ser parte cotidiana y constante de la práctica profesional, no tanto desde el cumplimiento (a veces lleno de palabras pero vacío de contenido) para con autoridades o superiores, sino como reflexión propia y precisa de la tarea educadora. Y en los estudiantes, si es una propuesta que se mantiene en el tiempo, que tiene sustento y argumentos, y que permite poner sobre la mesa los avances, resultados y proyecciones, seguramente significará una mejora en el alumno como estudiante y como ser humano.

Pero también hay un tercer actor que debería generar instancias de autoevaluación, y mejor si es de manera colectiva: el sistema educativo. Y hablo de la estructura, de las normativas, de las disposiciones, de los responsables de tomarlas, de lo naturalizado, de lo que “es así porque es así” (que en Educación hay bastante). Porque de allí nacen y surgen tantos las posibilidades como las limitaciones, las fortalezas como las incoherencias. Y no se trata de pruebas estandarizadas o de estadísticas en bellos gráficos en el terreno de la calificación, no se trata sólo de lo macro, sino también de lo micro, de un análisis sincero e integral de lo que pasa y de lo que se permite (o se anula) más allá de la letra o de los discursos.

4. Por último le pido una frase para usted o comentario sobre la educación que le haya impactado últimamente. Y si tiene algún proyecto educativo que nos quiera aportar para beneficio de todos.
No es precisamente sobre Educación, pero hay una frase que me acompañó en todo este tiempo de pandemia y que se le atribuye a Albert Einstein: “No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo. Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo”.

Me parece muy significativa porque habla de este tiempo, de este momento de desconcierto e incertidumbre, de crisis, en el que todas nuestras seguridades, en todos los ámbitos, se rompieron y muchas son irrecuperables. Y la Educación, la enseñanza, la escuela no han estado ajenos a esta situación; todo lo contrario. Ha sido uno de los ámbitos donde más se ha notado y donde más queda en evidencia que hay que superar la crisis para superarnos, que hay que cambiar, pero asumiendo humilde y claramente que no podemos seguir haciendo lo mismo, ni maquillar la innovación.

Y en cuanto a los proyectos, este tiempo en mi caso ha sido muy fructífero para, por un lado, revisar y repensar mi tarea docente en medio de esta pandemia mientras seguía la marcha de mis clases y de la función directiva que me toca; por otro lado, para aprender, formarme, escuchar especialistas, reflexionar, capacitarme, a partir de la enorme y muy rica oferta de espacios y momentos virtuales; y por último, para proponer y participar en encuentros y conversatorios donde pudimos pensar junto a colegas y especialistas sobre este tiempo y lo que vendrá (aquí se pueden consultar). Para la segunda mitad del año, la intención es fortalecer redes para seguir ofreciendo estas instancias de diálogo. En ello, fue muy importante un espacio que tengo desde hace 10 años, Los Docentes y las TIC, que al llegar a más de 65 mil educadores de toda Iberoamérica, sirvió de plataforma para enriquecernos entre todos los que formamos esa comunidad.

 

Perfil de Pedro Figueroa. Córdoba.Regente de Educación Técnica Superior. Docente Secundario, Terciario y Universitario. Especialista en Educación y TIC. Maestrando en Procesos Educativos Mediados por Tecnología (Universidad Nacional de Córdoba). Licenciado en Comunicación Social (UNC). Investigador universitario. Capacitador. Publicaciones, conferencias y ponencias en instancias nacionales e internacionales. Orador TEDxUCC 2017. Embajador Argentina de AoniaLearning. Embajador LatAm de Genial.ly.

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Acerca de Daniela Leiva Seisdedos 847 Articles
Profesora de Historia en actividad en el aula. Colegios San Cayetano y Nuestra Señora de Lourdes. Personalidad Destacada de la Educación por el Concejo Deliberante de La Plata. Directora de la Revista Educativa El Arcón de Clío. Revista realizada por docentes de Argentina, España, Colombia, México, Uruguay, Venezuela y otros países de Latinoamérica. Ganadora de VI Premios UBA (Universidad Nacional de Buenos Aires) a la difusión de Contenidos educativos en Blogs escolares. Libros publicados: Autora de los Manuales para docentes en Construcción de Ciudadanía 1, 2 y 3. Editorial Alfaomega. Escritos de Mujeres Bolivarenses “Derechos, luchas y conquistas”. Municipalidad de Bolívar – Dirección de Derechos Humanos. Seminarios educativos y Conversatorios en: FEDIAP: ¿Cómo aprenden los que enseñan? UCEMA: “El lenguaje que se escucha en el aula?, Foro Scouts de Argentina “El Trabajo Decente”. Fundación Emocionar, Misiones con La Educación a Distancia sin Distancia. Reconocimineto en España Empoderamiento Femenino y Educativo de Invery Crea España. Editores de Santillana Argentina y España. Experiencia destacada REDEM (Red Educativa Mundial). Reconocimiento en el portal EducAR al trabajo realizado en el blog Clio y sus Secretos. Distinguida por el Diario Clarín entre los 13 docentes del año 2013. Nombrado entre los 10 blogs favoritos. Editores de Santillana España. Talleres Pre Universitario sobre Pensamiento Social en el Colegio San Cayetano, La Plata. Coordinadora del Departamento de Ciencias Sociales colegio San Cayetano de La Plata. En Argentina Publicaciones en: Bolívar Hoy, Cuarto Poder de Formosa, Cinco Días, NCN, Cuarto Poder (Formosa) CadenaBA y El Palomar Diario. Diario Clarín y La Nación notas de opinión. En España publicaciones en las revistas ONLINE Magisterio, INED 21, “Intrahistoria” y “Papel de Periódico”.

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