Está promediando enero en una Buenos Aires que perezosamente se acomodaba a las nuevas autoridades nacidas de la revolución del ‘43 y a ciertas expectativas favorables al nuevo gobierno. Es pleno verano y la rutina de la ciudad de “día de sábado inglés” se cumple casi religiosamente, sólo se trabaja hasta el mediodía y esto permite demorarse en el café, hacer alguna compra en el centro, mirar las vidrieras de Harrods (única sucursal de la tienda inglesa homónima fuera de su país de origen) y por qué no, comprar unos merengues para el domingo en “la Richmond”.
Nadie podía imaginar la tragedia que se estaba desarrollando en la ciudad de San Juan que recién se conocerá en toda su magnitud al día siguiente.
Tampoco que siguiendo la teoría del azar, es decir, el establecimiento de métodos para su análisis que en general coinciden con una descripción cuántica del mundo, qué número de probabilidades hubieran existido para que se conocieran Perón y Evita de no haberse producido la tragedia, aunque siempre recordando la frase de Albert Einstein, con la que se posiciona en contra de la aleatoriedad: «Dios no juega a los dados».
La combinación de un terremoto de 7,0 en escala de Richter a unos 16 kilómetros de profundidad con epicentro en las proximidades de La Laja a unos 20 kilómetros al norte de la capital provincial. Con las construcciones inadecuadas y en algunos casos precarias, en una región que tenía antecedentes sísmicos desde por lo menos el año 1900, dio como resultado la destrucción de más del 80 % de la ciudad con una estimación de más de 16.000 víctimas entre muertos y heridos.
Cuando el gobierno del entonces presidente de facto General Pedro Pablo Ramírez (alias palito según el humor porteño por su delgadez) tomó verdadera dimensión de lo que había pasado y lo que estaba pasando con los sobrevivientes, quedó virtualmente paralizado. En una reunión de emergencia nadie de su gabinete parecía saber cómo reaccionar, salvo el coronel Perón que participaba de la misma por invitación de otro General, Edelmiro J Farell.
Ante “los baches de silencio” y algunas ideas disparatadas, Perón pide permiso para hablar y desarrolla un plan muy sencillo pero que a la postre será tremendamente efectivo: 1) Desarrolla una logística centralizada en el Ministerio de Guerra (del cual era subsecretario) que permita la ayuda inmediata a la población con el envío de alimentos, carpas, mantas y personal médico y de enfermería con la utilización de los transportes del ejército y su aviación. 2) Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión que estaba a su cargo, plantea colectas públicas convocando a organizaciones e instituciones, pero fundamentalmente a los artistas de cine, teatro y radio.
Por último, propone un gran acto en solidaridad con las víctimas del terremoto para el sábado siguiente.
Al decir del coronel Alberto Gilbert, “…Perón se movió en la reunión como Rommel con sus tanques en África (general alemán apodado el zorro del desierto por su astucia y rapidez de movimientos). Antes que nadie se diera cuenta se había quedado con toda la dirección de la acción y encima todos le agradecían.”
Como golpe final, le sugiere al presidente hacer una declaración de futuro y esperanza: “… vamos a construir un lugar modelo, una ciudad jardín antisísmica.”
Ha comenzado definitivamente “la precuela” del peronismo. El historiador Mark Healey (PhD.) UCONN, en su trabajo “Peronismo entre las ruinas” sostiene que todo el proceso que culmina en el acto del Luna Park será la manera en que Perón y su Secretaría se presentarán en la sociedad.
Lo cierto es que sin duda el coronel tiene en claro que a él nadie lo conoce, pero que, de la mano de los actores, estos podrían actuar en la difusión como “las redes sociales de su tiempo”. Es la ventaja del que ve más lejos.
El lunes 17, Perón convocó a todos los artistas a la Secretaría en una escenografía prolijamente montada en la cual había sillas para las primeras figuras: Libertad Lamarque, Niní Marshall, Zully Moreno, Blanca Podestá, Lydia Lamaison y la ascendente Mirta Legrand que colocadas en semicírculo quedaban frente a él. Detrás en distintas líneas y de pie estaban Enrique Muiño, Pepe Arias, Ángel Magaña, Pierina Dealessi, Mecha Ortiz, Silvana Roth, Francisco Álvarez, Iris Marga, Olinda Bozán, Oscar Valicelli y Eva Duarte.
Perón es muy directo en cuanto al pedido: “…y por eso les pido ayuda para nuestros hermanos de San Juan. Necesito que cada uno de ustedes salga por las calles de Buenos Aires con una alcancía para recaudar fondos en ayuda de nuestros hermanos. Yo también saldré a la calle, pero a mí nadie me conoce. Ustedes son los famosos a los que la gente adora. Ahora la patria los necesita. Por favor participen de la colecta. Y el sábado, los espero a todos en un festival solidario en el Luna Park donde pondremos alcancías”.
Según relata la Revista Radiolandia, el martes 18 el centro porteño se inundó de artistas de todos los rubros, famosos, conocidos, desconocidos, de cine, radio, teatro, variedades, circo y todo tipo de espectáculo. La gente no
podía creer el tener a su alcance a sus ídolos. La mayoría de los artistas más populares recaudaron cada uno un promedio de 500 pesos y se habían colocado frente al Jockey Club y sus inmediaciones.
Hay un destaque para Libertad Lamarque quien se paró en Corrientes y Florida recaudando ella sola 3.800 pesos. Era, sin duda alguna, la máxima estrella y la más popular. No será casualidad que ella y Alberto Castillo tengan a cargo el cierre en el Luna.
Aquí quisiera hacer una salvedad en cuanto a la relación de la actriz con Perón y con Evita en un relato instalado y que difiere según sea peronista o anti quien lo cuente, pero que ambos están muy lejos de la realidad.
Aparentemente todos los contactos que tuvieron entre ellos fueron de mutua simpatía y en cuanto al incidente de “la mentada cachetada” a Evita en la filmación de la película “La Cabalgata del Circo” nunca existió, sí una “guerra de horarios” y de egos. Pero también es cierto que Eva ya desde el poder político (1946) le brindó su ayuda ante un muy delicado problema familiar que Lamarque atravesaba. Había desaparecido el contacto con su hija que estaba en República Dominicana después de un muy fuerte terremoto en el país centroamericano. Desesperada Libertad recurrió a Eva y unas horas después pudo comunicarse telefónicamente con su hija. De esa reunión existe una foto muy reveladora por la intimidad de ésta. Sólo ellas dos conocían la verdad de esa “fábula”.
Había pasado solo una semana y la sensación instalada era que todo el país estaba ayudando a San Juan.
El Luna Park parecía que había amanecido lleno ese sábado de lluvia, corría el 22 de enero de 1944 y en las adyacencias también empezaba a congregarse una multitud que quizás presentía que esa jornada sería en cierto modo decisiva para el devenir político de la Argentina o sólo querían ver a sus artistas.
El programa, además de la presencia de lo que Radiolandia definía como la colonia artística, habría números folclóricos y las orquestas de Alfredo De Angelis, Ángel D´Agostino y la más aplaudida de Juan D´Arienzo.
Tampoco iba a faltar Aníbal Troilo. Mientras tanto, Hugo del Carril, Pedro Quartucci y Pepe Iglesias se paseaban por las plateas saludando a sus fanáticos.
El maestro de ceremonias y artífice involuntario e impensado en cuanto a las consecuencias, Roberto Galán, minutos antes de las 22 horas, anuncia la entrada al estadio del presidente, Pedro Pablo Ramírez y su esposa, los ministros Cesar Ameghino, Gustavo Martínez Zuviría, Juan Pistarini, el coronel Domingo Mercante y el artífice de este festival, el coronel Juan Domingo Perón. El rey del compás arrancó la parte principal del espectáculo, mientras afuera, intentando avanzar a la entrada con su amiga Rita Molina, Evita, según su propio relato, divisa a Homero Manzi quien les facilita el acceso al ringside. Lucía un vestido negro y un sombrerito del mismo color con una pluma verde, esto cuenta Silvana Roth que estaba con su papá sentada cerca de Perón y a las 12 de la noche decide irse “…Antes de irme me doy vuelta para saludar a Perón y veo que Evita está sentada al lado de él”.
Minutos antes, Roberto Galán notando que al haberse retirado el presidente y varios ministros, Perón y otros coroneles habían quedado con sillas vacías a su alrededor, convoca a Eva que está con sus amigas y les pide que “llenen el hueco que queda mal”.
Mágicamente van a quedar atrás la pensión de Callao casi Sarmiento, los 100 pesos al mes (1 litro de aceite costaba 8,50 y un par de zapatos 14 pesos) por dos funciones diarias, tres los domingos y días de fiesta, la generosidad de Pierina Dealessi, su amigo de los tiempos bravos Marcos Zucker y muchos malos recuerdos de una vida que a los 24 años estaba dando un giro jamás pensado.
Alberto Castillo arrancó para cerrar el espectáculo con “Así se baila el tango”, explotó la popular y aprovechando que ya se había retirado el presidente con la mayoría de los ministros, Perón ya con Evita a su lado levantó los brazos saludando a la muchachada, entonces quizás se escuchó el primer grito de “Viva Perón” y esa mujer que estaba a su lado ya no se separó más de él.
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