De la formación docente a la transformación

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Durante muchos años me formé para dar clases. Esto se traduce como una persona que transita distintas instituciones, las cuales después de un período donde una persona estudia aprueba y demuestra que “sabe”, le otorgarán un título. Éste podrá ser de Nivel Superior, Universitario, Posgrado, Magister, Doctorado.
Esta formación habilita para enseñar. Según su “título” podrá hacerlo en Nivel Inicial, Primario, Superior, Universitario. Es decir: el título habilita y acredita que una persona “sabe” y podrá enseñar
¿El saber es condición necesaria para “dar clases”? o este concepto es obsoleto en el siglo XXI. Quizás hoy tenemos que preguntarnos qué sé, qué creo saber, y qué cosas no sé.
La Cumbre Mundial para la Innovación en la Educación (wise), 2014 concluyó: “en la escuela del futuro las clases magistrales desaparecerán y el profesor ya no ejercerá sólo como transmisor de conocimiento, sino que tendrá como misión guiar al alumno a través de su propio proceso de aprendizaje”
Muchos hoy hablan de la escuela del futuro. Yo me pregunto: ¿cuál futuro?
La escuela es hoy. Ahora es necesario cambiar. ¿Cómo? Haciendo todo lo que decimos que hay que hacer.
El primer paso es el que nos lleva a la meta. Para mí ese primer paso es transformarme, correrme del docente “sabe lo todo” o “todo lo sabe” y dar el paso al “No Sé”
¿Cómo, para enseñar no hay que saber? Sí, en este siglo para mí un docente es un experto entendiendo este concepto: “como una persona que se ha equivocado muchas veces, que ha cometido muchos errores y aprendió y aprende a lo largo de toda su vida”.
El saber en un aula con 20, 30 o 40 alumnos, poco nos servirá. El primer contrato pedagógico a establecer es el vínculo con los alumnos, percibir, mirarlos, conocer sus nombres, preguntarles, qué ideas tienen, qué quieren aprender, cómo quieren transitar ese periodo de aprendizaje. Escucharlos es el primer paso, para después decidir cómo organizar y planificar el aprendizaje.
Sí, a la escuela vamos a aprender, a desaprender, a equivocarnos, a reírnos, a movernos, a transformarnos, donde “los otros” son condición necesaria, porque aprendemos cuando hacemos, explicamos, ayudamos a otros.
Por eso, cuando nos presentemos ante un grupo de alumnos, quizás ya no sea necesario hablar de nuestros títulos, los cuales avalan y acreditan nuestro saber, porque esto ya se sabe, quizás mejor presentarnos como una persona que siente, se equivoca, que tiene información, (nunca tanta como los buscadores de internet) y que está dispuesto a acompañarlos en la travesía de “APRENDER”
Como decía Sócrates “yo no puedo enseñarte nada, sólo puedo ayudarte a encontrar el conocimiento dentro de ti mismo, lo cual es mucho mejor que traspasarte mi poca sabiduría”.
Movernos del enseñar, para ubicarnos en el aprender. Pasar de estar formado, a estar formateado, dispuesto a borrar toda la información y reescribir otra información que me permita transformarme. Reconocer mis juicios, creencias, emociones, estados de ánimo, presentes en la práctica docente…
Transformar la práctica es la condición de todo docente hoy, ¿para qué?: Para recuperar la pasión, la alegría, dejar la nostalgia de todo pasado fue mejor. Ver, escuchar, observar, y accionar para recuperar el prestigio de nuestra profesión. Como dijo Einstein: “si quieres obtener resultados distintos no hagas siempre lo mismo”.

Susana Kunsi para la Revista Educativa El Arcón de Clio.

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