EL SEGUNDO LASTRE EXTRANJERO DEL HAITI INDEPENDIENTE: LA OCUPACION DE ESTADOS UNIDOS (1915-1934).
Año 1917: visita del entonces subsecretario de marina de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt con anteojos de sol– al Haití ocupado desde 1915 por EE.UU.
En mi artículo del 30 de junio de 2024 abordé el primer gran lastre externo padecido por Haití, antecedente de la actual situación económica y social del malogrado país: la deuda contraída en 1825 con Francia a cambio de su reconocimiento oficial como Estado independiente. Hoy me referiré sintéticamente al segundo lastre que padeció la primera república negra independiente de la Historia: la ocupación de EE.UU. entre 1915 y 1934, extendida en los hechos hasta 1947.
En 2021, en un folleto sencillo dirigido a la educación general, el profesor estadounidense Christopher Minster, de la Ohio State University, inició un breve artículo con las siguientes palabras: “Estados Unidos ocupó Haití desde 1915 hasta 1934. Durante este tiempo, instaló gobiernos títeres; dirigía la economía, el ejército y la policía; ciudadanos aterrorizados; y estableció un control económico sobre Haití que continuaría después de que se retiraron en la década de 1940. Fue impopular tanto entre los haitianos como entre los ciudadanos de los Estados Unidos, y las tropas y el personal estadounidenses se retiraron en 1934” (Minster, Christopher, 2021, The U.S. Occupation of Haiti from 1915 to 1934. En Thought Co). En la nutrida literatura académica sobre el tema encontraremos numerosas alusiones a la ocupación, pero, en resumidas cuentas, el párrafo de Minster dice lo importante. En diciembre de 1914 un buque norteamericano desembarcó un destacamento de marines que sólo puede descripto como un robo a mano armada internacional. Después, a plena luz del día, ingresaron en el Banco Nacional de Haití, tomaron 500.000 dólares en oro del gobierno haitiano –once millones de dólares de 2012–, llevaron el oro al puerto, lo cargaron al buque de guerra y lo enviaron a Nueva York. Ese hecho antecedió el acto final del 28 de julio de 1915. Como relata Dubois en su libro Haiti, the aftershocks of History (2912), los haitianos habían sido conducidos previamente a crear una suerte de emergencia financiera para luego llamar a los norteamericanos para que la resolvieran. Fueron forzados a acordar un arreglo por el cual el sistema financiero completo de Haití sería manejado por EE.UU., que recaudaría los impuestos, pagaría los gastos y supervisaría integralmente el presupuesto. Un manejo similar ya se había empleado con la República Dominicana con las recaudaciones aduaneras. Estados Unidos no demoraría mucho en manejar también las aduanas haitianas. El 27 de julio de 1915 tuvo lugar el magnicidio del presidente Jean Vilbrun Guillaume Sam por una turba enfurecida. Cuando ese presidente llegó al poder, en febrero de 1915, se convertía en el sexto mandatario en menos de cuatro años. Ninguno de los cinco gobernantes anteriores había alcanzado a pasar un año entero en la presidencia. Haití se hallaba sumido en una constante inestabilidad, en la que el propio Sam jugó un rol al participar en el derrocamiento de tres antecesores.
El magnicidio fue la excusa estadounidense para hacerse cargo del país caribeño pero los intereses estadounidenses en Haití se remontan al siglo anterior, cuando el presidente Andrew Johnson quería anexar Haití y la República Dominicana. Veinte años después, el secretario de Estado James Blaine intentó sin éxito obtener Môle-Saint-Nicolas, un asentamiento del norte de Haití, para una base naval. En 1915 los estadounidenses también temían que la onerosa
deuda pendiente con Francia (ver mi artículo anterior) vinculara demasiado a Haití con su antiguo colonizador. Asimismo, en el ámbito externo, los crecientes intereses comerciales de Alemania en Haití eran otra preocupación debido a la Primera Guerra Mundial. Una de las primeras acciones de EE. UU. en Haití fue reescribir la Constitución vigente de 1889 para permitir a los extranjeros la propiedad de la tierra, que no tenían, ya que los resquemores ante
los extranjeros provenían de la etapa colonial. Le tocó al entonces subsecretario de marina y futuro presidente de EE.UU., Franklin Delano Roosevelt, elaborar un nuevo texto constitucional en 1917.
Durante diecinueve años de ocupación estadounidense, quince mil haitianos fueron asesinados. Se aplastó cualquier resistencia a los gobiernos títeres instalados por Estados Unidos y se creó una gendarmería, combinación de ejército y policía, para reemplazar a los marines después de su retirada. Aunque las tropas se retiraron oficialmente en 1934 por orden de Roosevelt, EE.UU. ejerció cierto control sobre las finanzas hasta 1947. En los hechos, la ocupación constituyó el pleno ejercicio de soberanía de un país más poderoso sobre el más pequeño y vulnerable de manera brutal, que apenas dejó resquicios de soberanía simbólica al país ocupado. Sus efectos dejarían huellas perennes del más crudo colonialismo, con consecuencias que se perciben hasta hoy. La humillación, el desprecio y la exacción financiera signaron esa relación de fuerza. Durante ese extenso lapso, la fuerza estadounidense tomó posesión de Haití para instalar allí gobiernos títeres, dirigir su economía, ejército y policía, aterrorizar a ciudadanos avasallados y establecer un control económico que continuaría trece años más desde que Roosevelt ordenara la retirada formal. Los argumentos para la ocupación podrían resumirse en una convicción discutible que mantiene plena vigencia: los haitianos eran incapaces de gobernarse por sí mismos y debían ser salvados de la barbarie. Hoy sigue siendo una simplificación conveniente.
Este pesado lastre guarda estrecha relación con la sensación de déjà vu que significa cualquier presencia de fuerzas militares extranjeras en Haití, provengan de un solo país o de misiones multinacionales, como la MINUSTAH de 2003 a 2017. De hecho, la décima fuerza internacional en los últimos treinta años, autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU a fines de septiembre de 2023 y financiada por Estados Unidos, es integrada inicialmente por fuerzas de Kenia. En eso estamos cuando se escriben estas líneas. El tiempo dirá si el gran despliegue de bandas armadas que asuelan el país desde 2021, asaltando, secuestrando, violando y matando a civiles y niños, deberá ser enfrentado por una fuerza mayor, con refuerzos de otros países.
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