El siguiente material es producto de la segunda edición de una iniciativa de ACUMAR en conjunto con integrantes del Grupo Memoria Docente y Documentación Pedagógica, y el Programa Red de Formación Docente y Narrativas Pedagógicas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El objetivo de la propuesta fue poder reconocer y valorar las experiencias docentes de educación ambiental desarrolladas en la Cuenca Matanza Riachuelo desde hace muchos años de modo de poder hacer una reflexión a partir del relato de sus protagonistas.
El patio no es un tacho de basura, el aula tampoco
Juan López / Maestro de 4to grado de la Escuela Nº20
Nivel educativo/modalidad: primario
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El patio es uno de esos lugares que aparecen poco en los relatos que circulan en las escuelas, aunque tiene un gran peso por sí mismo. Es el lugar de los recreos y el lugar donde, podría decirse, sucede lo que, por lejos, le gusta a la gran mayoría del estudiantado, educación física.
El patio de la escuela es un lugar donde impacta fuertemente el frenesí libertario de las infancias. Convive el juego de la soga, con el juego de las bolitas y el multiverso de las manchas por más de cien años y también, de manera que ni el mejor de los escritores podría describir, los intrincados y superpuestos partidos de fútbol, inclusive los clandestinos con sus tapitas de gaseosas como pelotas.
Pero en este relato no voy a hablar de esos patios si no de otro patio, el patio del después. El patio queda desolado por un instante y parece desierto. Pero a los pocos minutos de silencio, unas pequeñas sombras vuelan para materializarse en unas hermosas torcacitas.
El patio de la Escuela 20 del distrito 11 de CABA es un hermoso y gran patio, un da a la puerta al hall de entradas y el otro al hall que se conecta con los baños. En uno de los lados más largos están las aulas que lo recorren en todo su largo: tres aulas en la planta baja y cuatro en el primer piso, todas con sus dos pares de ventanas. En la pared que enfrenta a las aulas, justo en el medio se encuentra el mástil custodiado por dos cipreses. Los conocí en su esplendor pero los señores de arbolado los dejaron prolijos, sin la habilidad de tapar canaletas de vecinos, pero también sin la belleza centenaria que supieron tener.
A los costados del Mástil, dos grandes canteros: uno con dos rosas chinas, un níspero y un gran ceibo; el otro con un plumerillo, una adelia y un recién llegado fumo bravo. Los dos canteros ocupan el largo del patio, salvo por el espacio del mástil y tienen de ancho menos de un metro. El sol lo atraviesa por el medio de la parte más angosta, dándole mucha sombra al gran cantero más que nada en las épocas que el día es más corto.Las torcacitas llegan y se alimentan de los restos de comida que dejan las infancias, las aves bajan y las cinco torcacitas empiezan a picotear todas las migas que, desplegadas por el piso, las alimentan. Algunas veces, unos benteveos acompañan desde los cipreses el festín de miguitas, y otras veces se arma un despelote bárbaro porque dos caranchos revolotean y se posan en una de las antenas de la escuela.
Es tan lindo sentarse en el mástil con los y las estudiantes de cuarto grado en silencio y esperar la llegada de las torcasitas. Si es un día de suerte, vamos a disfrutar de llenan de calma y las caminatas cortas de las aves nos llenan de curiosidad. Uno de esos días se escucha: “¡¡Cuánta basura que hay, profe!!». Ahí se desata, lo que me gusta llamar, el caos didáctico, el vertiginoso reconocimiento de actividades que habrá que realizar para llevar adelante la mirada del pequeño estudiante que revela una realidad que no podrá ser nunca más ocultada.
se contestan al ver los tachos. La pregunta estaba resuelta enseguida, pero uno de los tachos era de color verde y el otro negro y con bolsa. No tarda en llegar mi intervención para aclarar que los plásticos y el papel debíamos colocarlos en el tacho verde que es el tacho que después se junta con los plásticos de toda la escuela y va al centro de reciclado.
Automáticamente me doy cuenta de que en la escuela no hay una práctica generalizada de reciclado y toda la basura va a parar al tacho de basura de la vereda, que no es justamente el que está destinado a la separación de residuos. En ese momento, el caos devino en catástrofe didáctica. Alguien desde lo bajo se acerca y dice: “Profe, el cantero está La iniciativa infantil fue la de, enseguida, intervenir; yo fui hacia uno de los tachos y comenzamos a levantar todos los plásticos del patio y de los canteros. Al terminar la recolección de todo lo que estaba en el patio, nos sentamos nuevamente en silencio y esperamos a que las torcasitas vuelvan y poder así disfrutar de la gran merecida vista.
Hasta ahí todo había sido una gran decisión, pero en el recreo siguiente vimos como los envoltorios de las galletitas volvían al piso como las aves y construían un hábitat natural: el patio era un tacho de basura.
en el aula. Sí, gran cantidad de plástico y de papel. Con los estudiantes empezamos a trabajar sobre las características y propiedades de los materiales. Conjuntamente, la maestra de apoyo realizaba con un grupo de estudiantes actividades referidas al cuidado del ambiente (en línea) con la orientación del distrito y la maestra bibliotecaria ponía en marcha un cuidado de las energías renovables y no renovables, como así también la importancia de la reutilización y reciclado de los materiales.
En el aula, inmediatamente, empezamos a juntar los plásticos en un bidón de agua edrevohcatlesomanitsedsámedA.senodibeveunsomav,oñaeddatima,yoH.ednarg para tirar papel de hojas de cuadernos y carpetas que los chicos van descartando. Estos permite también entregar parte a un recuperador urbano, esposo de una de las compañeras escuela tiraban los plásticos en el patio, así que bajamos al recreo sistemáticamente con las botellas para que los demás compañeritos también reciclen sus plásticos. Sin embargo, esto
del grado.
7- Proyecto realizado con el Grado de Nivelación de la escuela en el año 2021, 2019 y 2018. El mismo consistió en una propuesta de articulación entre el área de Prácticas del Lenguaje y el área de Ciencias Naturales para trabajar sobre el desarrollo de los seres vivos y poniendo en práctica distintos modos de conocer propios de las ciencias como la observación, el registro, la exploración, entre otros.
8- Grupo de arbolado del Parque Avellaneda, con el lema “plantar y cuidar” recrean ambientes de nuestro territorio, enmarcados en la Ley 1153 de gestión asociada y la Mesa de trabajo y consenso del Parque Avellaneda.
9- Aulas a cielo abierto, proyecto de educación que hace 20 años realiza encuentros didácticos con las escuelas y el Parque Avellaneda, en el marco de la Ley 1153 de gestión asociada y la Mesa de trabajo y consenso del Parque Avellaneda.
Lo primero que acordamos más formalmente fue la utilización de los tachos del aula y realizar una campaña visual de bien social para que los demás chicos de la escuela también reciclen sus productos de plástico. Además, y de a poco, estamos hablando con los tenemos la posibilidad de contacto con el reciclador urbano. Tenemos un acuerdo previo, que consiste en que las hojas del arbolado del patio vayan al cantero para no transformar las hojas en residuos urbanos. Ahora conversamos en ir trabajando en las aulas para replicar el reciclado del aula de cuarto para que los residuos reciclables de toda la escuela también puedan separarse.
Hoy, seis meses después, en cuarto grado está instalado el uso de los tachos y una de las actividades habituales es poner en las botellas el plástico de sus meriendas; el Y, ¿qué hacemos con las botellas?
En el mes de abril cerramos un proyecto de escritura y lectura de lenguaje poético leyendo poesías escritas por los estudiantes a las y los vecines que disfrutaban en el Parque Avellaneda, articulando con la biblioteca de nuestra escuela en su trabajo de promocionar la lectura y la escritura. Esas poesías fueron escritas en papel plantable con las semillas que otros años habíamos cosechado de “La huerta que (nos) cuenta” 7. Aprovechamos la caminata al parque para tirar nuestros dos primeros bidones en el punto verde que se encuentra allí.
Avellaneda para realizar una jornada de encuentro con los cuartos grados de escuelas cercanas, ahí también llevamos nuestras botellas llenas de plástico recolectado en las aulas y el patio de la escuela.
Nuestra última salida de la primera mitad del año la realizamos también al Parque Avellaneda, esta vez a observar ambientes recreados por el grupo de arbolado de Parque Avellaneda y acompañados por la guía Romina que desplegó la propuesta didáctica del grupo de trabajo Aulas a cielo abierto 9. Conocimos la recreación de un pastizal pampeano, plantas nativas y como orugas y mariposas se alimentan y se hospedan en ellas. y como ya era de esperar llevamos nuestros bidones nuevamente al punto verde del parque. Esta vez escuela deje de ser un tacho de basura.
En estos años de participación en proyectos ambientales conocí algunos lugares y reservas de la Provincia de Buenos Aires. Basurales recuperados por los vecinos para realizar una reserva en Grand Bourg y una reserva en Avellaneda. En todas, la basura es parte del paisaje y es tan horrible verla, es tan terrible saber que está tan naturalizada como parte del paisaje. El motor es concreto: un mundo sin tachos de basura a cielo abierto. Yo sé que no es solo la vida del planeta lo que está en juego, sino las condiciones que necesitan las para eso creo fundamental construir el marco didáctico para la educación ambiental en el la naturaleza nos sirve hoy como una utopía viva y no solo como un horizonte.
En palabras de Paulo Freire: “la enseñanza requiere la convicción de que el cambio es posible. Este es el sentido más grande de esta obra concebida con amor por sus autores: compartir la convicción de que educar a las personas para transformar el mundo es un acto Estos actos de amor y valentía recorren, además, la necesidad de querer estar en un mundo, para así construir la convicción a lo largo de la vida para transformarlo. Querer estar en el mundo como horizonte concreto, para eso disponemos de estas pedagogías de cercanía, que nos permiten observar lo que nos rodea, para quitarle a la realidad la capa de vertiginosidad y de a pequeños saltos o camina tas cortitas.
Como hacen las aves, o entrelazados como las orugas, podemos afrontar el desafío de una educación ambiental que no solo transforma el mundo, sino que además nos permita construir la convicción de querer estar en él, y así con el protagonismo de nuestras vidas abrazar lo cotidiano, dialogar con un otro complejo, y construir el nosotros que tanto
anhelamos, diverso como lo es el mundo que habitamos, sinérgico como lo demuestran las relaciones e interacciones de los seres vivos que comparten nuestro viaje, memorioso para no olvidar nuestra memoria natural y desnaturalizar que que las basura es un paisaje.
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