El periodo Protodinástico, o sumerio, caracterizado por la presencia de numerosas ciudades independientes, concluiría bajo la unificación de Lugalzagesi. Sus logros se verían eclipsados por un nuevo personaje, que fundaría lo que conocemos como el Imperio Acadio, Sargón de Akkad.
La formación de este nuevo imperio sería relativamente rápida, y perviviría durante casi dos siglos. Como en todos los imperios que comprenden grandes territorios geográficos, la dificultad radicaba en gobernar bajo un sistema administrativo unitario un territorio muy heterogéneo, tanto por su geografía física, como por sus aspectos culturales. En la Historia siempre es más sencillo conquistar militarmente que administrar dicho territorio.
El fundador del imperio acadio será Sargón de Akkad (2334-2279 a.C.). Las fuentes nos aportan datos que otorgan cierta similitud con Moisés; Su madre lo depositó en el río, en una cesta de mimbre, para ser recogido y educado por un jardinero. Llegó a desempeñar la función de copero del rey de Kish, y posteriormente alcanzaría el trono. De hecho, existe una leyenda que dice que la diosa Isthar se enamoró de Sargón. Si nos remitimos a las fuentes, la lista real sumeria escenifica el ascenso del rey de la siguiente forma: “Uruk fue derrotada y su soberanía pasó a Agade. En Ágade, Sargón, cuyo padre era jardinero, el copero de Ur-Zababa, el rey de Ágade que construyó Ágade, gobernó 56 años como rey”.
Tras convertirse en rey de la ciudad de Kish, vencería a Lugalzagesi. Como anécdota se dice que Sargón lo arrastró con “una argolla al cuello hasta la puerta del templo del Enlil de Nippur”. La derrota de Lugalzagesi supuso la conquista del resto de las ciudades de la llanura aluvial, que ofrecieron muy poca resistencia. Acto seguido, se centró en el norte, llevando a cabo campañas militares en las que cometería otras ciudades como Maru, Tuttul o Ebla. Sargón era un buen estratega, y se preocupó por dominar las rutas comerciales. No obstante, la heterogeneidad del imperio formado sería causa de numerosas revueltas, especialmente en el sur, lo que obligaba a ejercer una constante presión militar, con numerosas campañas para mantener la “unidad”.
Tras la muerte de Sargón llegaría al trono su hijo Rimush (2278-2270 a.C.). Nada más llegar al trono se realizó una gran campaña militar para reafirmar el control. La muerte del monarca era vista como un buen momento para rebelarse por parte de las ciudades conquistadas. Es por esto que el nuevo rey tuvo que enfrentarse a rebeliones de la ciudad de Ur, Lagash y Umma. Aunque lograría mantener los límites imperiales alcanzados por Sargón, moriría asesinado. Fue entonces cuando heredó el trono Manishtusu (2269-2255 a.C.). Se especula si éste intervino en el asesinato de su hermano. De su reinado tenemos poca información; el hecho más importante sería su victoria marítima frente a una coalición de 32 ciudades en el golfo Pérsico. Su destino será igual al de su hermano, murió asesinado.
El nuevo sucesor será quien llevará el Imperio a su máximo apogeo, Naram-Sin (2254-2218 a.C.). Su reinado, entre otras cosas, se caracterizará por una actividad militar constante, generalmente para sofocar rebeliones y conquistar nuevos territorios. Nada más acceder al trono tuvo que hacer frente a una gran rebelión, como parecía ser constante. La rebelión inicial fue generalizada, pero especial importancia tuvieron las actuaciones de la ciudad de Kish y Uruk. Una vez sofocadas las rebeliones, Naram-Sin, enfocó su actividad militar en el norte, llegando a conquistar toda la Alta Mesopotamia (tocando el Mediterráneo).
Las continuas rebeliones serían la causa de la caída del imperio, además de otros factores. Grupos como los Guti, Hurritas o los Illubi forzarían una actividad diplomática intensa que, a la larga, no logrará su objetivo de estabilizar el imperio. La figura de Naram-Sin llegará a ser “divinizada”.
El final del Imperio se relata en la “Maldición de Agade”, que nos dice que los dioses decidieron enviar a los Guti, martu e illubi para terminar con el imperio acadio. Sabemos de estos pueblos que procedían de las montañas y que tenían cierta tendencia a la belicosidad. No obstante, entre las causas de la caída del imperio deberíamos tener en cuenta otras continuas incursiones dentro del imperio, que dirigían su actividad contra los campos y las cosechas. Por otro lado, una desecación del clima reduciría considerablemente la producción agraria. Además, las tensiones internas, fruto de la heterogeneidad geográfica y social ,debilitarían considerablemente la unidad del imperio. Es probable que hubieran entidades políticas más poderosas de lo que se nos relata en las fuentes con las que el imperio se tuvo que enfrentar.
Bibliografía:
– Pérez Lagarcha, A. “Historia Antigua de Egipto y del Próximo Oriente”.
– Fernández Hernández, G. “Decadencia y balance del Imperio de Akkad” (Revista de Arqueología, pags. 58-63).
– Reade, J. “Mesopotamia”
– Roux, G. “Mesopotamia. Historia política, económica y cultural”.
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