Al reflexionar sobre la educación ambiental, es común vincularla principalmente a los jóvenes y sus iniciativas inspiradoras que evidencian un compromiso global hacia el futuro. Sin embargo, todos tenemos la capacidad de convertirnos en agentes de transformación hacia un estilo de vida más sostenible.
Esta transición implica adoptar prácticas de consumo más conscientes y responsables, optar por productos sustentables y cultivar un intercambio que alimente un compromiso de todos los consumidores de las futuras generaciones. Esto habilita a estrategias que reafirmen y multipliquen las capacidades de los más jóvenes como
embajadores de un cambio social y cultural, estrechando vínculos con instituciones educativas.
Asimismo, la profundidad de la demanda social y el impacto del hombre en el medioambiente empuja a un compromiso de las empresas hacia procesos más sustentables, a la vez que demanda la colaboración estrecha entre ellas para impulsar nuevos planes de acción más amigables con el entorno, promover desarrollos productivos alternativos, fomentando un cambio profundo en los modos de hacer y gestionar al interior de la cultura institucional.
Esta necesidad de establecer un entorno más sustentable también nos brinda la oportunidad de cuestionar preconceptos que representan obstáculos significativos para consolidar una vida más sostenible. Transformar nuestros modos de vida, generar rupturas y fomentar decisiones institucionales hacia consumos y procesos con menor impacto ambiental requieren una nueva perspectiva.
Hoy en día las empresas que muestran transparencia en sus procesos productivos, trazabilidad de productos y reducción de su huella de carbono, adquieren un plus en la valoración social y en la mente de los consumidores. Es en este contexto, el representa una barrera que afecta la credibilidad y el compromiso efectivo, en una fachada que busca vender una conciencia sin realizar cambios auténticos.
Así, los preconceptos limitan la capacidad de avanzar hacia un nuevo tipo de consumo, a lo que se suman las preocupaciones sobre el costo social, la credibilidad de los cambios y el costo de los productos sustentables, entre los obstáculos para la adopción de prácticas alternativas.
En este sentido, las empresas desempeñan un papel crucial en la protección del medioambiente, ya que la responsabilidad social de preservar el planeta es intrínseca a su éxito, dado que el negocio está directamente ligado a la salud del entorno. A medida que avanzamos hacia nuevos desafíos en la práctica de consumos más responsables, la educación ambiental resulta una herramienta fundamental en la preservación del medioambiente, que debe germinar en cada individuo como un agente de cambio. Esto contribuirá a profundizar la transición hacia un compromiso auténtico, haciendo de nosotros consumidores más conscientes e involucrados con el mundo que nos rodea.
La nota de opinión fue escrita por Marcos Uribelarrea, Director del Negocio Papel de Ledesma y Embajador de Ledesma NAT.
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