Al igual que cuando vemos alguna película, un concierto o una obra de teatro, cuando hemos disfrutado intensamente un libro, no se puede evitar el deseo de hablar con alguien sobre nuestra experiencia lectora (Chambers, 2007); en especial, con nuestros amigos, nuestra familia o personas cercanas. Y a medida que conversamos sobre los libros, profundizamos en lo que nos va sucedido como lectores al momento de leer, en aquellos significados o interpretaciones personales que podemos construir conforme avanzamos en cada una de las páginas.
Las conversaciones sobre los libros, también llamadas conversaciones literarias, pueden tomar dos formas: una, de carácter informal, tal como una plática entre amigos; y otra, de tipo formal, que se desarrolla en un contexto específico y es mediada por un lector experto. Esta última, es el tipo de conversaciones literarias que podemos llevar a cabo en las salas de clases y que beneficia grandemente el proceso lector.
La interacción verbal en torno a los libros facilita el desarrollo del pensamiento crítico desde edades tempranas. Cuando los niños participan en una conversación literaria, no solo escuchan pasivamente los comentarios de las historias por parte de otros lectores, sino también, pueden expresar sus propias ideas, formular preguntas y, con ello, construir su propio entendimiento en torno a lo leído.
Es importante que este diálogo literario considere diferentes elementos. Por un lado, debe permitir que los lectores compartan el entusiasmo provocado por una lectura, es decir, aquellos aspectos agradables o sorprendentes, que los atrajeron a una historia, o bien, que también puedan verbalizar los elementos que los disgustaron o provocaron cierta aversión al relato. Por otro lado, este diálogo debe dar cabida a los desconciertos o dificultades con que los lectores se enfrentan al momento de leer, ya que no siempre resulta fácil enfrentarse a los textos. Este aspecto se vuelve muy importante, debido a que muchas veces los niños tienden a expresan disgusto ante elementos de una historia que no fueron comprendidos en su totalidad. Asimismo, este diálogo permite compartir las conexiones que los lectores realizan con los diferentes elementos de un texto, las comparaciones con otras obras leídas, incluso, los vínculos con su propia vida.
Podríamos pensar que, por las exigencias de este tipo de diálogo, las conversaciones literarias son más apropiadas para adolescentes o incluso adultos, ya que son personas que han consolidado su capacidad de estructurar el discurso oral, incluyendo argumentos sólidos que puedan convencer a los otros de que vale la pena leer determinado libro. Esta concepción resulta totalmente errónea, ya que mientras antes se inicie esta interacción verbal en torno a los textos, mayor impacto en el desarrollo del proceso lector.
Desde mi experiencia en el trabajo con niños y niñas de educación inicial y considerando los aportes de Aidan Chambers (2020), puedo entregar algunas recomendaciones para que los educadores lleven a cabo conversaciones literarias productivas en el aula de preescolar. La primera de ellas es que los adultos tomen conciencia de que “todo es honorablemente comunicable”, lo que implica que no existen respuestas o comentarios errados, irrelevantes o inútiles que puedan ser menospreciados o desechados por no coincidir con los pensamientos del maestro. Una conversación literaria no es un ejercicio de hacer preguntas y evaluar las respuestas, sino más bien, comunicar una experiencia lectora con total seguridad y sinceridad, sin miedo a que sus comentarios sean empleados en su contra.
Lo segundo, es cambiar la pregunta “¿por qué?” por la palabra “dime”. De este modo le damos un giro al tono agresivo, amenazante o examinador de la tradicional pregunta. No se trata de una evaluación del contenido del texto por parte del adulto, sino más bien, de un ambiente que propicie el diálogo, con un enfoque que sugiera apertura hacia un tema de conversación y permita al maestro demostrar una total disposición a escuchar y valorar los comentarios de los niños. En otras palabras, queremos escuchar con atención sus experiencias literarias sin inhibir sus comentarios. Tal como señalan Bombal et al. (2013), “dime qué notaste, qué te pareció, qué te llamó la atención, qué te sugirió”. En el fondo, una invitación a contar.
La tercera recomendación es que un aula dialógica implica que los niños desarrollen las habilidades claves de la comunicación oral: hablar y escuchar. No es posible desarrollar conversaciones literarias si todos hablamos a un mismo tiempo o si nos vamos a enojar por los comentarios de los otros. Tampoco si caemos en monólogos en donde no se involucre a los demás. Se requiere sentar las bases de un proceso comunicativo, por tanto, las conversaciones deben tener una estructura que permita que todos los niños y niñas puedan expresarse, siguiendo algunas normas básicas, como por ejemplo, que existan turnos de habla y que debemos evitar las interrupciones.
Finalmente, desde el punto de vista práctico, se requiere de constancia, ya que no se aprende a hablar bien sobre los libros de un día para otro (Bombal et al. 2013).
Idealmente, con niños de 5 y 6 años se recomiendan al menos 2 sesiones semanales de conversaciones literarias, de aproximadamente 20 minutos de duración. Y si no resulta al principio, ya que los niños tienen temor de hablar y expresar sus ideas, o incluso si se distraen con frecuencia, es posible reprogramar la sesión. Se requerirá de un proceso de adaptación y de entrenamiento para que los niños logren expresarse oralmente con total libertad acerca de los libros leídos.
En un mundo crecientemente tecnologizado, donde la mayoría de las interacciones entre personas se producen a través de una pantalla, retomar el valor del diálogo en torno a los libros no solo resulta necesario, sino urgente. Y lo más importante, se requiere tener presente que el desconocer el código escrito no resulta un impedimento para conversar acerca de los libros, por lo que podemos iniciar las conversaciones literarias desde el aula de preescolar.
Referencias bibliográficas
Bombal, M., García, N. y Ruiz Tagle, J. (2013). Leer, adaptar e interpretar narraciones. Guía para educadoras de párvulos de los niveles de transición. Plan Nacional de Fomento de la Lectura. Ministerio de Educación, Gobierno de Chile.
Chambers, A. (2007). El ambiente de la lectura. Fondo de Cultura Económica.
Chambers, A. (2020). Dime: los niños, la lectura y la conversación. Fondo de Cultura Económica.
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