El ausentismo estudiantil es el principal problema para el proceso de enseñanza y aprendizaje, según los directores de escuela secundaria. Hay grandes disparidades por provincia, pero no por nivel socioeconómico de los alumnos. Advierten que faltan estadísticas públicas sobre el fenómeno.
El 26% de los estudiantes del último año de secundaria reconocen tener 20 o más faltas por año, es decir que se ausentaron al menos un 14% de los días de clase. Para el 49% de los directores de secundaria, el ausentismo estudiantil es hoy el principal problema en el proceso de enseñanza y aprendizaje, según las respuestas al cuestionario de Aprender 2022.
Los datos surgen del informe “Ausentismo estudiantil en secundaria: percepción y dimensiones”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Bruno Videla (docente de nivel secundario), Martín Nistal y Eugenia Orlicki (Observatorio de Argentinos por la Educación). Dado que Argentina no cuenta con estadísticas públicas sobre ausentismo estudiantil, el documento utiliza los datos del cuestionario de Aprender 2022, en el que los estudiantes del último año de secundaria reportaron sus inasistencias.
El cuestionario se aplicó el 19 de octubre: para esa fecha, el calendario escolar indica que los alumnos deberían haber tenido 142 días de clase aproximadamente, dependiendo de cada provincia. Eso quiere decir que el 26% de los alumnos que reconoce tener 20 o más inasistencias faltó al menos un 14% de los días de clase previstos. Además, un 18% de los alumnos afirma tener entre 15 y 19 inasistencias; el 21%, entre 10 y 14 inasistencias; el 20%, entre 5 y 9; el 12%, menos de 5; y el 3% ninguna.
Las provincias con mayor proporción de estudiantes que declaran más de 20 inasistencias a esa altura del año son Buenos Aires (36%), Tierra del Fuego (31%), CABA (28%) y La Pampa (27%). En el otro extremo, San Juan (9%), Santiago del Estero (12%) y Jujuy (13%) tienen menores proporciones de estudiantes que faltaron al menos 20 días.
El informe explica que el ausentismo estudiantil tiene efectos negativos inmediatos sobre el desempeño académico, el riesgo de repetición y abandono, el desarrollo social y emocional de los niños y las probabilidades de finalización de la educación secundaria, además de otros efectos a largo plazo.
El ausentismo afecta a los estudiantes de todos los sectores sociales: no hay diferencias significativas en la cantidad de faltas que tienen los alumnos de distintos niveles socioeconómicos. En cambio, sí se observan diferencias en los motivos.
Para los estudiantes del quintil más bajo (los de menores recursos), los principales motivos para ausentarse son problemas de salud propios (54%), problemas de acceso a la escuela por el clima o el transporte (30%) y la falta de ganas de ir a la escuela (24%). En el quintil más alto, las razones que predominan son problemas de salud propios (67%), falta de ganas de ir a la escuela (48%) y llegadas tarde a clases (24%). En todos los sectores hay una proporción elevada de estudiantes que aluden a “otros motivos”, una cuestión en la que el informe sugiere profundizar.
“Menos días de clases implican necesariamente menos aprendizajes, menos socialización y más desvinculación. Si la repitencia es la antesala del abandono, el ausentismo estudiantil es en sí mismo una forma solapada y silenciosa de abandono escolar, es un ‘abandono en cuotas’ que impacta de lleno en la calidad de los aprendizajes. Resulta fundamental contar con datos precisos para poder dimensionar la magnitud del problema y así pensar en estrategias para abordarlo”, afirma Bruno Videla, coautor del informe. Y agrega: “El dato acerca de que no existen diferencias en cuanto a nivel socioeconómico nos dice mucho. La falta de ganas de ir a la escuela interpela también a las familias, que muchas veces entienden que lo que pasa en la escuela no es más importante que otras tantas actividades, o bien que ir a la escuela puede ser una decisión sometida a la voluntad de los chicos”.
Manuel Becerra, docente secundario, profesor y magíster en Historia, sostiene que “el ausentismo escolar es un problema que aparece como tal a partir de tres procesos: la precarización laboral y sanitaria de las familias, la extensión de la obligatoriedad escolar y una cultura dominante que promete éxito instantáneo y la no consecuencia de apartarse de las normas porque todos creemos tener razones para estar exceptuados de ellas. El problema existe y es grave. Cabe preguntarse si es más grave que cuando, por ejemplo, la secundaria no era obligatoria y aquel alumno que se excedía en inasistencias simplemente era expulsado del sistema en forma automática. A primera vista uno se preguntaría si las políticas educativas pueden por sí solas incidir en esto o hace falta una batería de políticas sociales y laborales que en este contexto no existen”.
“La mitad de los directores de nivel secundario en nuestro país piensa que el obstaculizador más importante para una buena enseñanza es el ausentismo de los alumnos. Esto nos obliga a repensar el lugar de los adultos dentro y fuera del sistema. Debemos interrogarnos sobre las relaciones entre la familia y la institución escolar: ¿qué pasa con los adultos a la hora de colocar límites al ‘no tengo ganas’ como motivo de inasistencia e impuntualidad? Reconstruir tramas de autoridad entre adultos, donde la familia apoye el trabajo de los docentes y viceversa, resulta fundamental para el cuidado y el aprendizaje de los adolescentes: la primera condición para aprender de manera profunda es la asistencia continua y sistemática a la institución escolar”, señala Viviana Postay, especialista en gestión educativa y docente de nivel superior.
“El ausentismo es un factor preocupante y complejo en la formación de los estudiantes. En cualquier nivel del sistema educativo, el hecho de no asistir a clases afecta directamente a la continuidad pedagógica. El acto pedagógico está secuenciado de manera tal que necesita de la asistencia del estudiante a clases: es fundamental que participe en las propuestas y dinámicas pensadas por el docente y que sea parte de los intercambios áulicos, para poder construir aprendizajes en forma activa y progresiva”, sostiene Marina Bertone, docente de nivel primario.
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