Quizás esta expresión de uso popular, al menos hasta finales de este siglo, se pierda en cuanto a su origen en el comienzo de la primera guerra mundial.
No sería muy desacertado suponer que pudo haber nacido en alguna velada en los míticos salones del Jockey Club porteño como salida ocurrente a no meterse en una discusión que implicaba un conflicto de lealtades, allá por agosto de 1914. Otros sostienen que fue una frase acuñada por los hijos del patriciado tan afectos a Europa y en particular a París cuando eran interrogados sobre el conflicto.
La misma no parece extraña si pensamos que la terrible guerra que se había desatado entre la llamada Triple Entente integrada por Francia,Reino Unido y Rusia a las que más tarde se agregarían Italia y EEUU,versus las Potencias centrales, Alemania, Austro-Hungría y luego el Imperio Otomano, encontraba a la Argentina con una población de casi ocho millones de personas de las cuales más del 30 % eran inmigrantes mayoritariamente de Europa, proporciones que en la ciudad de Buenos Aires llegaban al 60 % o al 47 % en Rosario.
Lo cierto es que en el transcurso de la primera guerra mundial y durante la administración de tres presidentes distintos: Roque Sáenz Peña, Victorino de La Plaza(figurita difícil junto a la de Juan Domingo Perón en mi colección correspondiente a la página de presidencias argentinas imprescindibles para llenar el álbum y ganarse el fútbol en 1965) e Hipólito Yrigoyen mantuvieron “aislada” a la Argentina del conflicto basándose en el precedente de nuestra política exterior durante la guerra del Pacífico (1879/1884) entre Chile, Perú y Bolivia, de neutralidad.
Ya en el siglo XX fue utilizada para conflictos mucho más cercanos (La guerra del Chaco 1932/1935 entre Paraguay y Bolivia) y la Segunda Guerra Mundial, ésta de características nunca imaginadas en términos de extensión y lucha contra la barbarie nazi-fascista, donde más allá de cualquier consideración de las causas económico/sociales que sin duda la motivaron, el bien y el mal dieron su batalla. Sólo para dar un ejemplo de esto, la Shoah (Holocausto)me exime de cualquier otro comentario.
Así mencionada, la neutralidad pareciera ser una doctrina en la política exterior argentina de tipo principista pero que no condice con el ya extendido, para la década del 40, dicho popular “YO ARGENTINO” que significaba no meterse y obtener una ventaja de la disputa supuestamente ajena.
Un popular actor de los años 40 cuando la filmografía argentina comenzaba a convertirse en industria dominando el mercado hispano-americano del cine, Ángel Magaña, solía usar la frase como latiguillo en comedias de situación ante “lío de polleras” actuando el personaje de galán medio irresponsable.
Pero la neutralidad en la segunda guerra se convirtió en parte central de la agenda política entre 1939 y enero de 1944 cuando finalmente se rompieron relaciones con el Eje (Alemania nazi, Italia fascista y el Japón Imperial).
El presidente Ortiz de fuerte raigambre liberal/radical tenía una excelente relación con el Secretario de Estado de los EEUU Cordell Hull y la política conjunta entre las dos naciones en relación al conflicto bélico fluía naturalmente, hasta que todo cambió.
Ortiz se enfermó y dejo la presidencia en manos del conservador Ramón Castillo en 1940. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses atacaron la base de Pearl Harbor y el presidente Franklin D. Roosevelt pretendió que América respondiera como un bloque alineado rompiendo relaciones con el Eje llamando a la Conferencia de Río de Janeiro en enero de 1942 con tal fin. El nuevo Canciller argentino, Enrique Ruiz Guiñazú se opuso de movida utilizando una “inocente pregunta” al delegado de Washington Summer Welles, en cuanto a si estaban en condiciones de proveer una docena de destructores para controlar el litoral marítimo a cada uno de los países intervinientes. Summer desobedeció a Hull para mantener la unidad y aceptó el famoso artículo 3º en la declaración en donde la ruptura pasaba a ser una mera recomendación que era la tesis de Guiñazú siguiendo las instrucciones de Castillo.
Hull literalmente estalló y fue en reclamo a su presidente pidiendo “toda clase de males” para el gobierno argentino, éste a su vez habló del tema con Churchill, quien manejaba un doble estándar ya que por un lado la neutralidad agentina era esencial al Reino Unido permitiéndole abastecer de alimento estratégico a todas sus tropas y que los mismos llegaran bajo bandera argentina, cuya neutralidad la ponía a salvo de los ataques de los submarinos mucho más aún que en la primera guerra, si quería tener alguna chance de resistir a los nazis.Por otro lado no podía desconocer las necesidades de Roosevelt de tener una política de bloque.
Churchill hace mención en varios de sus libros lo importante que era la Argentina para Inglaterra con su neutralidad y cómo debía confrontar con el presidente de EEUU, hasta el extremo de preguntarle durante el año de 1942 si acaso Norteamérica podía reemplazar el abastecimiento argentino, sabiendo de antemano la respuesta.
Es necesario aclarar que durante 1942 y hasta mediados de 1943 lanimpresión general en la opinión pública era que Alemania ganaba la guerra y que los aliados se verían forzados a firmar un armisticio.
Mientras tanto, el Secretario de Estado se obsesionaba con el gobierno argentino y la necesidad de “castigarlo”.
La conferencia de Río fue consideradancomo un colosal fracaso de la política exterior bajo su gestión, según relata en sus memorias. Y desde allí nace el insólito proyecto de armar un ejército mercenario en Brasil para “invadir” la argentina ante la Revolución del 43 a la cual la considera directamente como pro nazi. El descabellado plan también contemplaba un bombardeo de la ciudad de Buenos Aires.
Afortunadamente el plan no continuó avanzando por la tenaz oposición de Getulio Vargas quien terriblemente alarmado abogó ante el propio Roosevelt para abortar cualquier posibilidad de avanzar con esa idea que según sus palabras eran producto de “la mente afiebrada de Hull…” Dichos planes están plasmados en documentos del FBI liberados por el Departamento de Estado en la segunda década del siglo XXI. Pero el “el jueguito” de la neutralidad que permitía al gobierno surgido del GOU un discurso nacionalista por un lado mientras se seguía cumpliendo con las necesidades estratégicas de Inglaterra haciendo excelente negocios por el otro, comienza acabarse en 1944 cuando empieza a manifestarse más claramente el triunfo aliado y con ello la necesidad de no quedar fuera del nuevo diseño del mundo.
Primero será un rompimiento de relaciones del presidente de facto Pedro Ramírez y el 27 de febrero de 1945, quien lo había sucedido en un ya claro desmoronamiento del gobierno militar del GOU, Edelmiro Farrell, fuertemente presionado por la situación interna declara la guerra siendo como sintetizó un periodista del NYT: “Too Little, Too Late”. Apenas una década después, en plena guerra fría, siendo ahora sí la Argentina un aliado importante en el hemisferio, la reversión de una película de 1915 basada en una novela de Vicente Blasco Ibáñez.
Los cuatro jinetes del apocalipsis, con Rodolfo Valentino como protagonista y que contaba el conflicto de una familia en la primera guerra, será una buena excusa para una nueva y mas romántica versión de “Yo Argentino” con el aval del Departamento de Estado. Tomada por el afamado Director Vincente Minnelli y la MGM con un nuevo guión, situada ahora en el escenario de la segunda guerra, Julio Madariaga, sigue siendo el patriarca de una muy acomodada familia argentina propietaria de campos y estancias, que se divide en dosramas, una francesa y la otra alemana,pero el protagonista, Julio, su único nieto, a diferencia del todo el resto de las dos familias se mantiene y reivindica como “Yo Argentino” cuando Alemania invade Francia generando una dramática crisis entre las dos ramas de la familia.
En este caso el protagonista será uno de los actores más taquilleros de Hollywood, Glenn Ford y el film una verdadera súper producción para la época (1962)está acompañado nada menos que por Charles Boyer e Ingrid Thulin en los principales papeles.
Presentado como el arquetipo del play boy argentino respaldado por “la inmensa y rica Pampa” imagen que se había asentado en la década del 20 particularmente en Paris, frívolo y ajeno a la guerra, sólo capaz de enfrentar la autoridad nazi si este le quiere arrebatar una mujer, no puede finalmente substraerse al conflicto que tiene su propia familia por la guerra y se involucra heroicamente.
Los tiempos cambiaban velozmente y el significado “internacional” de ser argentino también. Mi último recuerdo de la frase en cuestión en cuanto a su uso cotidiano, me remonta al show televisivo de Pepe Biondi en el canal 13 quien en el horario del prime time (en 1965 supongo) utiliza la misma como remate a una situación cómica creada en la ficción entre su madre y su esposa.
Mirando fijamente a cámara en un primerísimo primer plano, guiñando un ojo y con cara de pícaro decía: “Yo Argentino”.
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