1. Violeta: ¿Qué es la emoción?
Pueden encontrarse varias conceptualizaciones, las que básicamente coinciden en considerar que la emoción es una reacción o conjunto de reacciones (respuestas) orgánicas que experimenta un individuo frente a ciertos estímulos externos, reacciones que le permiten adaptarse a determinada situación respecto de una persona, lugar o cosa.
Su etimología nos lleva al latín: emotio, e-movere, que significa sacar de (un lugar) y traduce la idea de “movimiento”, “impulso”. Una emoción saca a una persona de su estado habitual. Hablamos de estados multifactoriales y complejos, que tienen directa relación con la personalidad o los rasgos distintivos del individuo. Son imparables y provocan cambios psicofísicos que de un modo u otro redundan en el estado de ánimo, el pensamiento y la conducta.
2. ¿Por qué había antes una sociedad que tradicionalmente estaba acostumbrada a reprimir las emociones?
Ésa es una pregunta compleja, como todo lo que se refiere a los seres humanos.
Me tomaré la atribución de intentar una respuesta acotada a occidente y a nuestra propia sociedad, que es lo que más o menos conozco. En tal sentido, desde el racionalismo cartesiano o moderno (siglos XVI/XVII), que separó lo cognitivo de lo emocional, reprimir las emociones se convirtió en el mejor intento de objetividad epistemológica y de, diría yo, certeza existencial (sin referirme al existencialismo). Tal represión afectiva quedó aparentemente anclada en nuestros imaginarios socioculturales (el inconsciente colectivo) y en nuestras psiquis. Represión que tuvo altos costos en salud aunque, lo pienso ahora, también pareció mostrarnos una sociedad más “ordenada”; tal vez por ello persistió tanto tiempo.
La revolución emocional de los ´90 redescubrió para nosotros un mundo verdadero, potente, riquísimo, que llevamos adentro y debe ser rescatado, a efectos de tener una mejor salud individual y social, con menos estrés y más felicidad. Como surge de las investigaciones de António Damásio, Daniel Goleman y otros grandes estudiosos, los humanos somos seres emocionales que, al evolucionar, adquirieron la corteza cerebral, es decir su capacidad de razonamiento. En consecuencia, sólo pensamos y actuamos bien cuando se unen ambos mundos (afectivo y cognitivo).
3. Violeta: ¿Las emociones se aprenden?
Sí. Aunque ellas son reacciones biológicas imparables, impulsos psicofísicos acordes a cada persona, entiendo que sí se aprenden, en un doble sentido (según se me ocurre ante su pregunta): 1- se aprenden del entorno formas de reacción emocional ante determinados hechos (por ejemplo, a ofenderse ante ciertas actitudes o palabras, a llorar, o no, ante la muerte, a demostrar determinados sentimientos ante un logro o una pérdida, etc.), y esto es por la cultura, y 2- se aprenden modos o estrategias de manejo de las emociones.
Este segundo momento es el que más han tratado los autores y es de lo que hablamos cuando decimos “educar las emociones”. Es decir, existe un cruce entre lo individual afectivo y lo social o, lo que es igual, una dimensión social de la afectividad.
4. ¿Es lo mismo una emoción que un estado de ánimo?
No. Si bien comparten la misma naturaleza (ser reacciones que responden a determinados estímulos), la emoción es instantánea e irrefrenable, mientras que el estado de ánimo posee cierta durabilidad y es susceptible de un manejo incluyente de un elemento cognitivo. Solemos llamarlo humor y representa el tono sentimental, agradable o desagradable, que acompaña a una idea o situación; es una forma de estar o permanecer, cuya duración es prolongada, de horas o días. Puede cambiar ante un quiebre de la realidad y normalmente suele volverse a él. El estado mental acompaña, en general, al estado de ánimo: de allí que antes me refiriera a un elemento cognitivo.
Y ya que hablé de la dimensión social de la afectividad, comento que también las sociedades se encuentran inmersas en estados de ánimo, lo que puede ser llamado tono epocal y ameritaría toda una reflexión, ya que son esos tonos los que disparan teorías buenas y malas, hechos sociales e históricos, grandes progresos y grandes caídas de sociedades y civilizaciones.
5. ¿Qué peso tienen las emociones en la vida social y académica de nuestros niños y jóvenes?
Tienen todo el peso de los hechos que llamamos realidad. Porque son contagiosas. Los comportamientos agresivos o violentos, y también los amorosos y solidarios, y sus lenguajes y gestualidades, dejan una impronta en la vida social, tanto en adultos y niños como en jóvenes. Y el riesgo es de las dos últimas categorías etarias, pues ellos tienen contacto con esa realidad en el momento en que están formándose y concurriendo a las instituciones educativas.
Obsérvese que el conocimiento, a su vez, es transmitido por adultos sesgadospor las emociones y todo lo que viene tras ellas, en especial lo social. Específicamente,si miramos sólo a los aprendientes en formación, podremos notar la influencia de sus emociones, sentimientos y estados de ánimo. Aprende y trabaja mejor aquella persona que en el hogar goza de cariño y buen trato, de apoyo en sus tareas, de respeto. Esto es en general, naturalmente. Y así también, el discípulo que vive entre peleas, carencias, violencia familiar o negligencia, encuentra muchas más dificultades para el aprendizaje.
6. ¿Qué importancia tiene la autoestima en el desarrollo de la inteligencia emocional y el aprendizaje escolar?
De hecho, yo alteraría aquí un poco el orden de la pregunta, pues la inteligencia emocional (IE) tiene, entre sus principales objetivos, el desarrollo de la autoestima. Y a continuación, esta cualidad, fortalecida, puede llegar a generar aprendientes con más interés en el conocimiento y el estudio. Dando un paso más, es importante decir que la autoestima no es un estado anímico o sentimiento de autovaloración positiva totalmente estab e. Algunas personas la mantienen con mayor facilidad, pero en otras es bastante frágil e implica el esfuerzo de ocuparse de ella permanentemente. Aquí es donde el desarrollo de su inteligencia emocional ayuda un montón. A su vez, también es muy necesario poseerla en el ámbito del aprendizaje universitario y en los ambientes laborales de toda índole.
Violeta Herrero nació en Salta, Argentina. Es ensayista. Abogada desde 1984 (Universidad Católica de Salta), también se especializó en Derecho de Familia, Mediación y Derechos Humanos, habiéndose recibido de profesora en Ciencias Jurídicas en 2015.
Tiene publicados más de cuarenta títulos en Salta y fuera de ella (poesía, cuentos, novelas, teatro, historia, Derecho, ensayos). Específicamente en Inteligencia Emocional, “Retorno a la afectividad.
El camino de la alfabetización emocional” (abril 2003), “Dimensión social de la afectividad. Ética y política” (octubre 2007) y “Abriendo puertas. Educación Emocional” (julio 2020, julio 2022). Se encuentra en los prolegómenos de un nuevo trabajo relativo a IE. Maestra ciruela desde la cuna, suele ofrecer clases, talleres y charlas sobre distintas temáticas.
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