Tareas pasivas Docentes: cuando el sistema no alcanza a visibilizarnos

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Las tareas pasivas son una categoría docente la cual se accede por la disminución o pérdida de las aptitudes para estar frente al curso. Según el estatuto docente, esta categoría es un derecho que posee el trabajador cuando una enfermedad le obliga abandonar su desempeño. Pueden ser provisorias o definitivas y son otorgadas unicamente por la Junta médica. El cambio de sus funciones no poseen una merma en su retribución y el docente es destinado a realizar tareas auxiliares en la institución educativa.
En Santa Fe, como en el resto de las provincias, quienes trabajamos en el ámbito educativo actual, atravesamos procesos de salud complejos –sobre todo aquellos vinculados a la salud mental- y nos encontramos en tareas pasivas, sabemos que hay algo que duele más que el propio diagnóstico que nos pudieran dar: la falta de reconocimiento. Porque no basta con que un médico certifique que no estamos en condiciones para estar frente al curso; necesitamos que el sistema educativo, desde sus funcionarios en el ámbito ministerial hasta cada escuela, nos entienda y acompañe. Eso, lamentablemente no siempre ocurre. Muchas veces nos vemos en los márgenes de los debates y discusiones gremiales, en el ojo de la persecución y reclamo del ministerio, la crítica de la sociedad y hasta de algunos compañeros. Personas que, durante muchos años sostuvimos la escuela, hoy nos vemos por fuera del sistema educativo cuando necesitamos que éste nos contenga.
La salud mental no se demuestra, se acompaña.
Hace tres años fui diagnosticada con trastornos depresivo y de ansiedad. Una médica psiquiátrica me otorgó licencia médica, a pesar de mi negativa porque no quería abandonar mis funciones y también por el estigma que acompaña a las licencias psiquiátricas. Durante varios meses, me tuve que presentar en las oficinas de la junta médica con los informes actualizados de mi terapeuta, la psiquiatra, llevando pruebas del tratamiento que estaba realizando, incluyendo la medicación recetada. De acuerdo al diagnóstico que me dieron, no fue fácil sostenerme ni física ni emocionalmente sola, por lo que tener que ir en reiteradas veces para demostrar que mi enfermedad era cierta, era agobiante y degradante.
El regreso y la violencia institucional Un año y medio después de tomar la licencia, tuve que pasar por un tribunal médico que indicó que podía volver a la escuela pero realizando tareas pasivas transitorias, y esta vuelta se convirtió en toda una odisea. Pasé desde violencia verbal por parte de un director que no quería respetar mi mapa lesiográfico, la negativa de otros por ya tener muchos docentes también cumpliendo tareas pasivas, cambios de escuelas, idas y vueltas hasta que llegué a ubicarme y estabilizarme en lo laboral recién en noviembre del 2024. En este espacio sentí un poco de alivio y contención pero incluso allí, a pesar del respaldo, no tengo una tarea clara y existe una mirada capacitista aunque sea sutil.
Invisibles dentro del sistema Mi experiencia personal es tan solo un pequeño ejemplo de lo que acontece a lo largo del país con miles de docentes que ven afectadas sus tareas activas por diversas enfermedades, impidiendo que trabajen como lo hacían de modo habitual. Muchas de estas enfermedades son consecuencias de una labor cada vez más exigente. No existen datos certeros de cuánto es el porcentaje de docentes que se encuentran en tareas pasivas en la provincia de Santa Fe (por decisión de ministerio para no otorgar estos datos) Se estiman que en su mayoría están allí por afecciones psíquicas, como el estrés, el síndrome de Bournout debido a las dificultades que se tiene para adaptarnos a las constantes transformaciones sociales y educativas, que luego derivan en cuadros de ansiedad, depresión y estrés agudo. El otro porcentaje se divide entre docentes con problemas osteo articulares (enfermedades relacionadas a la traumatología y reumatología) y enfermedades crónicas, entre ellas las de la voz. El Estado en vez de procurar que sus trabajadores no lleguen a estas patologías mediante la prevención, aceleran las consecuencias de las mismas utilizando las auditorías médicas como métodos de control y castigo. Se conocen casos donde no se aceptan diagnósticos, los ponen en duda, interrumpen licencias, etc.
Además de las restricciones que posee el docente de acuerdo a su ficha lesiográfica, que muchas veces termina en un papel sin efecto cuando ciertos directivos no respetan esas recomendaciones dadas por la junta médica, llevando a dichos docentes a espacios no libres de violencia institucional.
Lo que pedimos: que nos vean
La situación de los docentes que nos encontramos en tareas pasivas requiere una revisión urgente por parte de las políticas educativas actuales. Es fundamental implementar criterios claros y humanitarios para la asignación de funciones, garantizar el respeto por las licencias y abordar de manera integral las problemáticas de la salud docente y violencia institucional. Se habla poco de este tema y cuando se lo hace, es con sospecha, con desconfianza como si el docentes en tareas pasivas tuviera privilegios y no derechos.
Existe una grieta entre el vínculos de los docentes y las instituciones que deberían cuidarlos, no es nueva pero año a año se profundiza cuando las políticas educativas no contemplan lo humano, lo singular, lo vulnerable. El Ministerio de Educación no puede seguir funcionando como una máquina que produce números y controla sin escuchar lo que está sucediendo en las escuelas, porque los números, los porcentajes no muestran la angustia, el silencio, la soledad de quien tiene que estar en un sistema que no lo cuida.
No pedimos privilegios. Pedimos un espacio digno, donde podamos continuar aportando desde lo que podemos hacer porque ser “pasivos” es un mero título que no denota la realidad que nos atraviesa porque aún podemos cumplir funciones, esas que hagan tener sentido a nuestra presencia, que nos haga visibles aunque no nos encontremos frente al aula.

La nota fue realizada para la Revista Educativa El Arcón de Clio ´por: Profesora Sabrina Altamirano. Profesora del nivel medio en el área de Lengua y Literatura. Cursó sus estudios en el IES N.º 28 Olga Cossettini en la ciudad de Rosario. Lleva más de una década dando clases en diferentes instituciones educativas del Departamento Rosario. Posee una maestría Escritura y Literatura y una diplomatura en ESI. Además de la docencia, se dedica a escribir y ha publicado dos libros de ponemas.

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