Si los docentes consideráramos nuestras disciplinas como un lenguaje a adquirir, diríamos que aprender ese lenguaje implica pensar con ese nuevo código, internalizarlo. Y pensando con ese nuevo lenguaje podremos entonces asimilar originalmente el conocimiento; investigar desde el asombro y permitirnos la búsqueda del sentido. Daríamos así un giro a nuestro paradigma educativo, y entonces sí la Filosofía tiene cabida indiscutible, siendo la disciplina que mejor nos preparará como docentes para pensar en todas las etapas de los procesos educativos. Se trata de un momento metacognitivo indispensable e ineludible para nuestro rol.
Todo proceso de aprendizaje atraviesa etapas, que van desde el conocimiento, donde se practica y se aprehende la realidad, la comprensión del significado de dicha realidad, la asimilación de dicho conocimiento sabiendo cuándo aplicarlo; la internalización que se produce al aplicarlo, para luego generalizarlo a situaciones similares y finalmente ser capaces de transferirlo a situaciones análogas.
Este proceso metacognitivo de transferencia no nos permite considerar Filosofía para Niños como una simple herramienta, ya que si realmente lo comprendimos, entonces tuvimos una experiencia vital, que no nos permitirá alejarnos de este nuevo paradigma educativo en nuestras prácticas cotidianas.
Quizá entonces debemos formularnos nuevas preguntas: ¿Queremos adultos que piensen por sí mismos?, ¿es posible educar a los niños para que piensen por sí mismos sin educar a los docentes para que piensen por sí mismos?
Pensar estas preguntas de respuestas aparentemente evidentes, nos llevará a dialogar sobre qué futuro queremos para la educación; sabiendo que ese futuro ya se está escribiendo; de ahí la importancia de nuestros cambios personales para lograr impactar las instituciones en las que queremos ver cambios.
Por eso es necesario que los cursos de Filosofía para Niños diseñados para docentes, sean realizados con la misma metodología que utilizamos en nuestro trabajo con niños; esto es, formando comunidades de investigación que, a través del diálogo, desarrollen la multidimensionalidad del pensamiento sin olvidar el trabajo con las actitudes y los valores éticos, en todos los ámbitos posibles: ciudadano, interpersonal, intrapersonal, ecológico, intercultural. Es de esta forma que podremos vivenciar el verdadero disfrute que es pensar en comunidad, y desarrollarnos en ella. Entonces, nos darán cada vez más deseos de multiplicar esos fueguitos que vamos encendiendo.
Una vez culminado un curso para docentes de Iniciación al programa de Filosofía para niños debemos evaluarlo, algunas preguntas podrían ser:
¿Considero que los niños deberían aprender a pensar crítica, creativa y éticamente, utilizando recursos de carácter multicultural a través de la narrativa, el arte y el juego, y que dicho aprendizaje debe ser un proceso guiado por un docente en su rol de modelo?
¿Logramos mantener el hilo de las ideas?, ¿Se descubrieron cosas nuevas ampliando el conocimiento?, ¿Se pudo profundizar?, ¿Se utilizaron diversos tipos de preguntas generadoras de ideas? ¿Se trabajó con las habilidades de pensamiento, las actitudes y los valores éticos? ¿Estimulamos al grupo para que todos participaran del diálogo?
¿Estimulamos la capacidad de pensar?, ¿Evaluamos de manera lúdica y creativa? y ¿Reflexionamos sobre las prácticas de aula realizadas para profundizar en aspectos teóricos?[ii].
Estas preguntas nos guían dentro de aspectos esperados para nuestro rol docente, por tanto si las respuestas son afirmativas, estamos en buen camino.
Lograremos así, lo que decíamos antes: achicar la brecha entre pensamiento y acción, en una postura vital que nos posibilita un accionar educativo coherente y totalmente disfrutable.
De eso se trata.
[i] LIPMAN, Matthew, La filosofía en el Aula, Madrid, 1992
[ii] Preguntas sugeridas como evaluación de Formadores por el Proyecto Noria
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