Lucha contra el terrorismo y movimiento de piezas en el tablero palestino
El desbalance de poder hacia adentro de sus facciones y el uso del terrorismo para su lucha contra la población civil israelí son dos de los elementos que caracterizan a la sociedad palestina que lleva 75 años de un vaivén entre firmar la paz o continuar con una guerra perpetua que desgasta a propios y ajenos. La operación israelí en Jenín, además de ser parte de la lucha antiterrorista, es el resultado de la inacción de la Autoridad Palestina de controlar la ebullición interna. Hamas, mientras tanto, sigue expectante los pasos de Abu Mazen.
Las fuerzas israelíes ingresaron nuevamente a Jenin, uno de los territorios que están bajo el control de la Autoridad Palestina y que las fuentes de inteligencia e informan definen como un nido de terrorismo que ya está fuera de control hasta de los propios líderes palestinos. La mayoría de los milicianos, como en el Batallón de Jenín, son jóvenes de entre 25 y 30 años cansados de siete décadas de guerra y de dirigentes millonarios que sostienen la causa desde la comodidad de Qatar.
Desde la firma del Proceso de Oslo (incluida la división territorial de septiembre de 1995) ni la Autoridad Palestina en Judea y Samaria ni Hamas o la Yihad Islámica Palestina en la Franja de Gaza han colaborado en sofocar el germen violento pregonado durante décadas. Lejos de apagarlo, muchos se esfuerzan por sostener una retórica fuertemente antisemita y pregonera de la desaparición del estado de Israel atacando así a un país miembros de la ONU y ejemplo de la convivencia democrática, plural y diversa en una región que no suele fomentar estos valores.
Aunque es un error de la visión occidental pretender que los palestinos tengan un estado nacional concebido bajo los términos de Westfalia (la concepción de estado clásica provista en 1648 sobre la fundación de los estados modernos), la falta de un sistema político que garantice una elección plural y un liderazgo alejado de la cleptocracia que hoy abunda en los palestinos es lo que perpetúa, en buena medida, una guerra desde hace tiempo angustiante.
La dinámica en el conflicto árabe israelí, que viene des escalando desde el final de la guerra de Yom Kipur cuando los ejércitos árabes comprendieron que no había forma de vencer a Israel en el campo de batalla y luego reafirmado por la sucesión de procesos de normalización y pacificación: Jordania y Egipto en los años setenta hasta la normalización con los estados del Golfo en la firma de los Acuerdos de Abraham en septiembre de 2020. Incluso Arabia Saudita, uno de los mayores promotores de la guerra de 1948 contra el reciente estado judío, está hoy en un proceso de normalización que corre tan rápido como con vértigo.
El liderazgo palestino está fracturado y mientras Abu Mazen, el octogenario líder de la Autoridad Palestina focaliza sus recorridos por los organismos internacionales y otros países, las facciones de Hamas y la Yihad Islámica Palestina empiezan a trazar la era post Autoridad Palestina. Que existan focos terroristas en los territorios de Judea y Samaria bajo el patrocinio de Hamas y de Irán, fundamentalmente, habla de la posibilidad de poder replicar lo que sucedió en 2006 luego de las elecciones en la Franja de Gaza y la desanexión israelí que había tenido lugar un año antes: triunfo del islamismo (Hamas) y expulsión de Al Fatah, el brazo armado de la Autoridad Palestina fuertemente enfrentado con el primero.
Hacia adentro de Jenín, territorio que no está ocupado, sino bajo las órdenes de los palestinos, se conformaron distintos batallones y brigadas insurgentes que ya están fuera de control de la propia Autoridad Palestina y que en los últimos meses sostienen ataques contra civiles israelíes o fuerzas de seguridad. También está Nablus donde se comienza a asentar la base de Lion’s Den, un escuadrón compuesto por jóvenes palestinos descontentos con la Autoridad Palestina y peligrosamente seducidos por Hamas.
Israel en Judea y Samaria está haciendo lo que los palestinos no hacen, aunque se comprometieron a hacer en los Acuerdos de Oslo: garantizar la seguridad.
Como todo rasgo de una cleptocracia, dentro de la Autoridad Palestina no ha habido una intención de asegurar una transición ordenada o un proyecto alternativo que aleje a los palestinos de las visiones radicales que pretenden dirigirlos: Hamas, aunque es una facción sunnita, está fuertemente vinculado con la República Islámica de Irán y los Hermanos Musulmanes de Egipto. Como si esto fuera poco, también hay que considerar la posibilidad de que la facción de Gaza esté consolidando (después de una serie de viajes a Beirut) una operación conjunta con Hezbollah al sur del Líbano y que cuenta con una capacidad de daño mayor. El explosivo colocado por un posible terrorista libanés en Meggido, a principios del mes de marzo, puso sobre la mesa la posibilidad de una infiltración desde el país del cedro o bien un llamado lobo solitario al servicio de Arouri, el representante de Hamas en territorios controlados por la Autoridad Palestina.
Las operaciones militares israelí son la cara visible de un entramado lento, pero sin pausa, que se está generando hacia adentro de la sociedad palestina. Si hay algo que se ha demostrado con certeza es que ni Israel ni sus vecinos árabes, especialmente Egipto y Jordania, estarían cómodos con un expansionismo iraní y de Hamas, la Hermandad Musulmana, hacia el corazón del Medio Oriente.
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