El 9 de julio en tres tiempos. Primera Parte

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240px-Tucuman-CasaIndependencia2Al pensar el 9 de julio, la mente se transporta automáticamente en la mayoría de los argentinos a la declaración de la independencia y en su significado el más noble grito de libertad alguna vez pronunciado. Es dable recordar las palabras que en el contrato social Jean Jaques Rousseau teórico contractualista nos decía en 1755, en las que renunciar a la libertad es renunciar a la calidad de hombres, a los derechos de humanidad e incluso a sus deberes[1]. Si bien la relación no era amo esclavo, la misma era de una dependencia que ya estaba llegando a su fin, conforme los hechos que se estaban produciendo en la disgregación del imperio español y en la conformación de Europa.

El grito de libertad si bien tenía una concepción noble, con mayores y menores detalles, todos aseveran que a partir de ese día somos libres de España, pero que fue necesario aclarar con posterioridad que la voluntad expresa era la de ser libre de toda dominación extranjera que nos quiera mantener bajo cualquier tipo de forma de yugo, lo que en principio y de acuerdo al examen más o menos pretensioso que se quiera hacer. La realidad del grito de libertad fue en su momento muy distinto a lo que en estos días se entiende como dominación, que ya no es exclusivamente por medio de las armas sino por medio de pautas culturales y comerciales en medio de un mundo sin fronteras y nacionalismos olvidados.

Un destino y una nueva etapa se abrían tras el reconocimiento de un nuevo Estado por las potencias extranjeras que no veían más que en la Independencia un nicho para hacer negocios. Finalmente producida las reuniones del Congreso, tanto en Buenos Aires como en la provincia de Tucumán, la voluntad y el deseo de libertad fue un hecho. Existen diversas crónicas, se pudieron rearmar detalles al punto de conocer ideológicamente las posiciones e imaginar cuales fueron las ideas en danza en esos días en los que se debatía entre la monarquía, la república o la incorporación como cierto estado libre a alguna potencia de esos tiempos.

Un antecedente que prueba los deseos de Independencia y dominación, que a la postre serán la semilla y germen para lograr los medios y el despertar de la conciencia de defensa, como lo prueba la aunque desarticulada resistencia en principio pero eficaz después de las milicias y de un pueblo en busca de su destino. La invasión inglesa al Rio de la Plata fue la muestra de incipiente patriotismo, que pese a la jura de lealtad al Rey Jorge III[2] de Inglaterra en 1806, se reconvino para que casi una década más tarde lograra su Independencia a nivel continental.

270px-El-Congreso-de-Tucumán-1816-Francisco-FortunySin embargo aquel sentimiento que los hechos reclamaban y es necesario tener presente las gesta sanmartiniana, belgraniana y las gestiones que diplomáticamente se estaban llevando adelante iniciados tras la revolución rioplatense con epicentro en Buenos Aires y la posterior invitación al convite que resultara en la liberación de un continente. Ese 9 de julio de 1816 el Congreso reunido en Tucumán presidido por Narciso Laprida diputado por la provincia de San Juan continuo sobre el “grande, augusto y sagrado objeto de la independencia” concretándose ese día el trascendental acto político. El Secretaría Juan José Paso preguntó a la Asamblea “si quieren que las provincias de la Unión fuesen una nación libre e independiente de los reyes de España y la metrópoli”, primero en forma grupal y luego en forma individual uno por uno a cada uno de los presentes.

La declaración de la voluntad de independizarse fue parcialmente completada como identidad de un país con el decreto del 25 de julio de 1816 que estableció que “Elevadas las Provincias Unidas en Sud-América al rango de una nación, después de la declaratoria solemne de su independencia, será su peculiar distintivo la bandera celeste y blanca de que se ha usado hasta el presente, y se usará en lo sucesivo exclusivamente en los exércitos, buques y fortalezas, en clase de bandera menor, interin (…) se fixen conforme á ella los geroglíficos de la bandera nacional mayor. Comuníquese á quienes corresponda para su publicación. Francisco Narciso Laprida, diputado presidente. Juan José Paso, diputado secretario.

La independencia territorial fue un hecho, las expectativas como Nación se iniciaron hacia lo que hoy constituye la realidad de un país de latinoamerica y se deja de lado el juicio de valor ideológico que pudiera surgir del presente trabajo.

 

[1] Rousseau, Jean Jaques. El contrato social. 1755.

[2] Picabea, Lucio Raimundo. 1807 ¿Por qué Buenos Aires no es Buenos Aires City? Buenos Aires: el autor, 2009

Acerca de Mario Adolfo del Fierro 5 Articles
Profesor de Historia, recibido en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, actualmente en periodo de redacción de tesis en la misma casa de estudios. Profesor en escuelas secundarias de la Provincia de Buenos Aires, de las materias Ciencias Sociales, Historia y Construcción de Ciudadanía. Profesor del programa FinEs, en materias sociales y contables.

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