Mucho se habla de competencias, en el marco de lo conceptual; aunque poco se lleva a la realidad del aula y menos a la formalidad de una planificación didáctica en Argentina.
Quiero presentar a las competencias educativas como fruto de un proceso de enseñanza aprendizaje basado en el paso entre capacidades y habilidades.
Llamo capacidad, en sentido amplio, al acto por el cual todos y todas somos capaces de hacer algo. Es innata la posibilidad de aprender, por lo que no estaría bien decir que un estudiante no tiene capacidad de realizar alguna tarea o comprender algún tema. Lo correcto es pensar que es capaz, aunque la diferencia entre estudiantes está en el tiempo en que esa capacidad aflora en su aprendizaje.
El reconocimiento de una capacidad es una meta clara en todo proceso educativo, motiva a la construcción de nuevos conocimientos y capacidades.
Este reconocimiento, fundamental en el forjamiento de la autoestima de todo y toda estudiante, conlleva un esfuerzo por perfeccionar la capacidad. Este perfeccionamiento implica el ejercicio de ésta en constantes desafíos que la complejizan.
La complejización y la solución correcta de distintos problemas que surgen de ella, resulta en una habilidad. Por esto, llamo habilidad a la posibilidad que se tiene de desarrollar una tarea con el esfuerzo mínimo necesario; ya que el ejercicio de la capacidad ha llevado a internalizarla de tal manera que se pueda sortear obstáculos que se presenten al realizarla.
Todo esto es vivido dentro de un contexto determinado y específico. Hoy es imposible pensar que un proceso de enseñanza aprendizaje se considere sin tener en cuanta el entorno de los y las estudiantes, sus necesidades, dificultades, sus distintas realidades y las de su complejo ámbito situacional y relacional en el más amplio sentido sociológico.
Así, una competencia se define como el proceso por el cual los y las estudiantes descubren sus capacidades, las desarrollan y logran ser hábiles en la consecución de una tarea dentro de un marco situacional específico.
La tarea de las y los educadores consiste entonces en planificar este proceso teniendo en cuanta las distintas posibilidades de camino para llegar al logro de una competencia. Entiendo por camino a despertar el autoconocimiento de las propias capacidades, establecer parámetros y estrategias de complejización en la realización de la tarea y evaluar el logro de la competencia adquirida.
A estos parámetros los llamamos indicadores de logro y nos muestran como medios de revisión crítica, el momento en el que se está de alcance de la competencia pretendida y planificada. Aquellas actividades que se elaboran con distintos niveles de complejización son las que van abriendo camino a la evaluación de estos indicadores que, una vez alcanzados, determinan el nivel de aprehensión de la competencia.
Sugiero, siempre, mantener esta óptica de proceso a la hora de planificar en competencias y estar atentos y atentas a las distintas y posible formas de encontrar soluciones a un problema a la hora de que las y los estudiantes vayan consiguiendo habilidades ya que nos pueden sorprender y eso es asombroso!!
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