Algunas reflexiones sobre la historiografía actual de América Latina

Loading

Los uruguayos también han blandido un argumento similar sobre la particularidad de su país (Espeche, 2010). La hiper-integración social, la modernidad de su sociedad, la legislación  avanzada, son aspectos que particularizan toda la experiencia histórica uruguaya en el siglo XX e incluso en la actualidad (Rama, 1987). Su condición geográfica (“paisito” dicen ellos con un tono afectivo y orgulloso) y su extraordinaria estabilidad política (si dejamos de lado
los golpes de Gabriel Terra en 1933 y el de 1973) dan cuenta de un rasgo singular, aunque paradójicamente los conduzca a asimilarlos fuertemente a los chilenos y por lo tanto se reduzca algo de su supuesta originalidad.
La tesis de la existencia de la “civilização brasileira” es parte de la constitución de las modernas ciencias sociales y el ensayismo brasileño. Muchos piensan a Brasil como un gran laboratorio social y étnico que desde el siglo XVI ha ido segregando una mezcla original, ecuménica e irrepetible. Como expresaba el Manifesto Antropófago de Oswald de Andrade de 1922: “Nunca fomos catequizados. Vivemos através de um direito sonâmbulo. Fizemos Cristo nascer na Bahia. Ou em Belém do Pará” El uso exclusivo del idioma portugués en América, la recepción de migrantes italianos,
japoneses y centroeuropeos, entre otros, junto con la presencia de pueblos originarios, conquistadores ibéricos y afro-descendientes habrían generado en Brasil una experiencia histórica única, sensual y admirable, a la vez particular y universal, que no sería reducible a lo latinoamericano.
Mis compatriotas no se han privado de señalar que Buenos Aires era la París de Sudamérica, y que la historia, la genética y las costumbres nacionales claramente ubicaban al país fuera del continente americano, al que se suponía más bárbaro, más indígena, más tropical y más brutal. Primó durante mucho tiempo no la tesis de la excepcionalidad argentina sino más bien de la ajenidad rioplatense respecto a América latina. Como cantaba Seru Giran en “No llores por mí, Argentina” en 1982, “Ella no quiere ser amiga de un chico de este pueblo”. Tenemos también la cuestión del peronismo que, para bien o para mal, ha teñido de originalidad a la experiencia argentina de manera ininterrumpida desde hace casi setenta años, y legitima las posturas de quienes insisten en marcar los rasgos nacionales más que los latinoamericanos.
¿Quién podría argumentar en contra de la tesis de la excepcionalidad histórica de países como Haití, el primero en independizarse en el continente, el único país en el que los esclavos consiguieron deshacerse de los amos blancos y ha sido una de las mayores plazas de francofonía fuera de Francia? Sería absurdo no reconocer las particularidades de una nación como esa, que alberga una de las mayores cantidades de dolor social y de pobreza de los siglos XX y el actual. ¿No es acaso, también, particular Panamá, un país nacido de una altivez provincial a la que Washington rápida e interesadamente le dio vuelos independentistas? ¿Cómo no declarar excepcional la historia de una nación partida al medio por un canal interoceánico que actuó a la vez como columna vertebral de su economía y como tajo
imperialista hasta 1999?
Los ejemplos podrían repetirse. Todos ellos muestran que la idea de la excepcionalidad nacional pulula impune, firme y ridículamente por las tierras del continente en estos tiempos lo mismo que a finales del siglo XIX. ¿Puede un conjunto de países irreductiblemente particulares constituir una unidad en algún sentido? Si son todos tan distintos e incluso unos mejores que otros, ¿para qué estudiarlos de conjunto si la perspectiva deseable sería la estrictamente nacional? En este sentido planteo que tanto enseñar como investigar sobre América latina depende, en buena medida, de una decisión que es epistemológica, pero también política. Es la voluntad de reconocer, casi crear, la historia latinoamericana como objeto de estudio, desplazando a las historias nacionales. Está claro que la búsqueda y la exaltación de las particularidades nacionales es un ejercicio medularmente etnocéntrico y algo patético, aunque pueda tener alguna impronta de reafirmación anti-imperialista que es  atendible. Sin embargo, varias de esas particularidades existen. El punto no es negarlas sino ponerlas en contraste con las similitudes y los procesos compartidos. Más que ningunear a las singularidades lo que sería útil es percibirlas junto a las generalidades, a las repeticiones. La cuestión no es armar un relato historiográfico en el que se pongan de manifiesto sólo los aspectos compartidos desde Ushuaia a Ciudad Juárez, sino de encontrar un equilibrio que evite la exaltación nacionalista y el esencialismo folklorizante latinoamericanista. No estoy diciendo que la violencia colombiana es ordinaria, sino que los colombianos no tienen el dudoso monopolio de masacrarse según se afilien a un partido o a otro. No planteo que el bipartidismo que caracterizó a Uruguay por un siglo sea una cosa tan común como el agua caliente, sino que el bipartidismo no fue inventado en Montevideo ni organizó las fuerzas políticas de esa manera sólo en tierra oriental. De nuevo, el asunto es dónde se pone el ojo, a dónde apunta la voluntad de escudriñar a los fenómenos sociales que queremos investigar.
Sobre las clasificaciones
Cuando uno quiere investigar, aprender y/o enseñar sobre procesos históricos latinoamericanos –y no sólo nacionales- se topa con varias complicaciones. Aquí quiero hablar de una de ellas, que es que la mayor parte de la investigación que lleva adelante la historiografía de nuestro continente es eminentemente de escala nacional. Es decir, los historiadores mexicanos en general escriben más sobre historia de México que sobre cualquier otro tema, objeto o escala. Los historiadores chilenos escriben principalmente sobre Chile (y quizás sobre los mineros del Norte Grande más que sobre otra región). Es un punto que ameritaría alguna opinión y discusión, pero no es este el lugar para hacerlo. Tomémoslo como un dato simplemente: la práctica historiográfica que se realiza en los países de América latina (y del mundo occidental en general) ha tendido a privilegiar la historia de países por sobre los acercamientos a problemas de alcance continental.
Hay sectores de la academia europea y norteamericana que tienen un recorte latinoamericano: existen importantes asociaciones dedicadas a investigar al continente, como Latin American Studies Association (LASA), el Consejo Europeo de Investigaciones sociales de América latina (CEISAL) o la Red Europea de Información y Documentación sobre América Latina (REDIAL). Otras instituciones comparables nacieron del interés primigenio de organismos internacionales como la UNESCO: es el caso del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) creado en 1967 y anteriormente de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), lanzada diez años atrás (Ansaldi, 1991). Es algo paradójico que sea fuera de América latina donde se hayan constituido las más fuertes tradiciones de investigación sobre el continente y a la vez donde se reconozca con mayor claridad la existencia de un objeto de estudio de alcance supra-nacional, sobre el cual no pesan tantas demandas o ansiedades por reconocer especificidades o particularidades de los países. Parece claro que ese reconocimiento externo tiene como correlato un acercamiento a veces determinista, cuando no prejuicioso, como fueron los esquemas provistos por la teoría de la
modernización y el culturalismo anglosajón (Feres, 2010; Palti, 2007). En efecto, muchos de esos acercamientos pecaban de suponer que toda América latina poseía una serie de rasgos compartidos –unánimemente negativos- que ahogaban cualquier especificidad nacional.

Para bien o para mal, América latina parece más claramente un objeto de estudio cuando es mirada desde afuera que desde adentro. No estoy diciendo que objetivamente así sea, sino que así lo parece transmitir la constitución de los aparatos académicos a un lado y otro del continente. Está claro que también hay asociaciones y redes con sede en el continente y cuyo funcionamiento y financiamiento es estrictamente latinoamericano. Se puede mencionar a la
asociación de historiadores dedicados a cuestiones de América latina y el Caribe (ADHILAC).

Referencias
Aguila, Gabriela. (2012). “¿Qué es ser un/a latinoamericanista? Los derroteros de la historia latinoamericana contemporánea en la Argentina”, en Anuario. Escuela de Historia de la Universidad Nacional de Rosario, No. 24 http://web.rosario-conicet.gov.ar/ojs/index.php/Anuario/issue/view/27
Ansaldi, Waldo. (1991). “La búsqueda de América Latina”, en Cuadernos. Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Sociales, año I, No. 1, Buenos Aires.
Bagú, Sergio. (1975). “Tres oligarquías, tres nacionalismos: Chile, Argentina, Uruguay”. En Cuadernos Políticos, No. 3, México, D.F., Editorial Era, enero-marzo, pp. 6-18.
Bohoslavsky, Ernesto. (2011). “¿Qué es América Latina? El nombre, la cosa y las complicaciones para hablar de ellos”, en Ernesto Bohoslavsky, Emilce Geoghegan y María Paula González (comp.), Los desafíos de investigar, enseñar y divulgar sobre América latina.
Actas del taller de reflexión TRAMA, Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines http://www.ungs.edu.ar/cm/uploaded_files/file/publicaciones/trama/
Bushnell, David. (1996). Colombia. Una nación a pesar de sí misma, Bogotá, Planeta.
Devés-Valdes, Eduardo. (2008). “La circulación de las ideas económico-sociales de Latinoamérica y el Caribe en Asia y África ¿Cómo llegaron y como se diseminaron? (1965-1985)”, en Universum, Vol. 23, No. 2, 2º semestre, Universidad de Talca, pp. 86-111.
Espeche, Ximena. (2010). “De una isla a otra: intelectuales uruguayos y América Latina como 30 Cuadernos del GESCAL. Año 1, No 1, Agosto de 2013 problema a mediados del siglo XX (1952-1962)”, en Anclajes, vol. 14, No. 1, Santa Rosa, pp. 51-72. < http://www.fchst.unlpam.edu.ar/ojs/index.php/anclajes/article/view/58/63 >
Feres, João. (2010). The concept of Latin America in the United States: misrecognition and social scientific discourse. New York: Nova Science Publishers.
Funes, Patricia. (1996). “Del Mundus Novus al Novomundismo. Algunas reflexiones sobre el nombre de América Latina”, en: Garcindo Dayrell, Eliane y Gricoli Iokoi, Zilda. (orgs.) América Latina contemporânea: desafios e perspectivas. São Paulo/Rio de Janeiro: Edusp/Expressão e Cultura.
Funes, Patricia. (2006). Salvar la Nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos, Buenos Aires, Prometeo.
Gilman, Claudia. (2003). Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América. Latina. Buenos Aires, Siglo XXI.
Manjarrez, Héctor (1984). “La revolución y el escritor según Cortázar”, en Cuadernos Políticos, No. 41, México, D. F. Editorial Era, julio-diciembre, pp. 84-109.
Meyer, Jean. (1973-1974). La Cristiada, Siglo XXI, México D.F., 2 tomos.
Palti, Elías. (2007). El tiempo de la política. El siglo XIX reconsiderado; Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores Argentina.
Prado, Maria Ligia Coelho. (2005). «Repensando a história comparada da América latina», en Revista de História, No.153, São Paulo, pp. 11-33.
Rama, Germán. (1987). La democracia en Uruguay. Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires.
Soler, Lorena. (2010). “¿El mito de la isla? Acerca de la construcción del desconocimiento y la excepcionalidad de la historia política del Paraguay”, en Papeles de trabajo. Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de General San Martín. Año 3, No. 6, Buenos Aires, agosto.
Subercaseaux, Benjamín. (1940). Chile o una loca geografía, Santiago, Ercilla

https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/3742/reflexiones%20America%20Latina.pdf?sequence=5&isAllowed=y

Foto del avatar
Acerca de Clio Universidad 153 Articles
Clío Universidad es un aporte más de la Revista Educativa El Arcón de Clío para la basta comuidad educativa que hemos formado. Una Universidad es una institución de enseñanza superior, dividida en facultades según las especialidades de estudio que la misma pueda ofrecer. Ir a la universidad es más que una experiencia valiosa, es un derecho y para escoger la carrera que más te conviene es importante que conozcas las instituciones de educación superior en el país que te encuentres. La educación superior permite a los individuos expandir sus conocimientos y habilidades, expresar de forma clara sus pensamientos tanto de forma oral como de escrita, entender y dominar conceptos y teorías abstractas, e incrementar su comprensión acerca de sus comunidades y del mundo. En esta sesión hay colaboradores de las Universidades de Iberoamérica que dan a conocer sus trabajos, estudios, ponencias de sus integrantes, capacitaciones y todo lo referido al ámbito académicos de ellas. Desde la Revista Educativa El Arcón de Clio invitamos a todos los integrantes de las Universidades que quieran sumarse a esta propuesta. «si en nombre del orden se nos quiere seguir burlando y embruteciendo, proclamamos bien alto el derecho sagrado a la insurrección (Manifiesto liminar de la Reforma Universitaria, 21 de junio de 1918).» Correo [email protected]

Sé el primero en comentar

Deja un comentario

Su dirección de correo electrónico no será publicada.


*