Que tenemos ESTILO y un MODO…
No sentir por LO PROPIO un falso pudor
Aprender de LO NUESTRO el sabor”
Los términos “estilo” y “modo” nos ubican en un ámbito estético, una mirada desde el arte hacia ese nosotros que somos. Mirada que Federico Nietzsche desde el final del siglo XIX se ocupa de pensar y elabora desde allí una definición de cultura. No es de otra cosa de lo que nos estamos ocupando, de un nosotros que funda una determinada cultura. Cultura es “[…] la unidad de estilo artístico en todas las manifestaciones vitales de un pueblo […]” nos dice en su obra David Strauss, el confesor y el escritor. Arte, pensamiento, costumbres, creencias; un modo, no cualquiera, de habitar este mundo. “El pueblo al que se le atribuye una cultura debe ser algo vitalmente uno” op. cit, p30, sigue diciendo, unidad, cuestión que comenzamos a pensar. Entonces la cultura da testimonio de un determinado tipo de vida, una manifestación distinta es decir que se distingue y es única. Se trata de un verdadero estilo que se sustenta en un “nosotros”, en un pueblo y que surge de su modo de vivir, de comprender el mundo y expresarlo; es decir, un modo y un estilo propios, “nuestro”. Tengamos en mente, ahora como argentinos, nuestra experiencia del tango. Quizás pensemos que no la tenemos por edad o costumbres, sin embargo, en el lenguaje cotidiano sobreviven las palabras y los dichos tangueros, sus modismos y su tragedia romántica y social. Un cierto modo de jugarse y de vivir en común, una melancolía que nos atraviesa. Esa unidad de estilo artístico que nos pide Nietzsche se manifiesta en el sentir tanguero, en sus letras, su música y su danza y nos remiten a un “nosotros” que transita el mundo con un estilo propio. Podríamos pensar que ya fue, que no nos representa ni dice nada a nuestra época, pero si aguzamos la mirada veremos a los jóvenes retomando y vivificando la senda trazada con nuevas bandas que lo ejecutan, bailarines que transitan la noche y rockeros devenidos tangueros que renuevan sus letras con formatos del siglo XXI. Hay algo allí que nos toca y nos convoca, será su potencia y una estética definida, la nostalgia… Difícil pensar qué es “lo nuestro”, qué es “lo propio”, pero parece que el tango ayuda a encontrar nuestro propio sabor.
Simón Bolívar hablaba por primera vez de “Nuestra América” en sus Cartas de Jamaica, José Martí se pregunta cómo llegar a “lo nuestro” y propone que hay que conocer y reconocer a los demás: “[…] los pueblos que no se conocen han de darse prisa en conocerse”. Se refiere a reconocer la diversidad interna de cada pueblo, de nuestra Argentina, por ejemplo. Somos “el alma de tierra”, la “América mestiza” para Martí, pero también los libros importados, la razón universitaria y los capitales de corbata.
Conocer la diversidad para llegar a la unidad, Francisco Bilbao gusta diferenciarnos entre el “hombre natural”, que no está intoxicado de doctrinas y trae la verdad olvidada y el “hombre artificial” culto, que mira con antiparras de Otros, como nos recuerda el tango, y trae la verdad universal. Realidad conflictiva la nuestra atravesada por conquistas, inmigraciones, exilios, mezclas y mestizajes que pueden verse como debilidades o como riquezas y oportunidades. Cambiar la perspectiva quizás sea un buen ejercicio para comprender dónde radica lo propiamente nuestro, cómo es constitutivo del modo de transitar el tiempo desde aquí y cómo puede ser eso propiamente, semilla de futuro.
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