En torno a la década de 1920 comenzarán a desarrollarse una serie de movimientos políticos en Europa que, en buena parte del continente, establecerán sistemas totalitarios: Hungría, Polonia, Austria, Yugoslavia, Rumanía, Grecia, Portugal, España, Italia y Alemania, además de otros países fuera de Europa como Japón o Brasil. Este sistema político, en un principio, será considerado como una tercera vía entre el socialismo y el capitalismo, es decir, combina la intervención estatal en la economía con el respeto a la propiedad privada. Lo cierto es que todos estos sistemas estarán fuertemente influenciados por el fascismo italiano. No obstante, hay autores que lo diferencian respecto al resto basándolo en la influencia de la Iglesia Católica y la monarquía. En cualquier caso, diferencian entre los movimientos fascistas, de un carácter más vanguardista, y la derecha tradicional.
El fascismo de Mussolini se fundó en 1919 en Italia, concretamente en un discurso en Milán (La palabra fascio significa en latín unión). La cuestión es que el propio término fascismo carece de una significación específica, puesto que no tiene referencias políticas concretas . A la hora de intentar definir qué es el fascismo debemos centrarnos en una serie de negaciones. Es a lo que Ernst Nolte se refiere como “mínimo fascista”: El antimarxismo, antiliberalismo y anticonservadurismo.
A pesar de esto, hay autores que sí que consideran que existe una doctrina fascista, fundamentada en el rechazo a los valores ilustrados y basada en el concepto de nacionalismo orgánico alemán, propio del Romanticismo. Esta doctrina se fundamentaría en varios puntos, unas ideas que caracterizan a todos los sistemas totalitarios europeos:
•En primer lugar debemos hablar de un nacionalismo extremo, que defenderá la regeneración de la patria. En muchos casos aludiendo a la “grandeza de la nación ultrajada”. Esta idea se fundamentará en el concepto de nación orgánico alemán, que exalta la lengua, la raza, la historia, la religión… y en definitiva, diferencia las cualidades de un colectivo con respecto al resto.
•En segundo lugar, otra característica fundamental será la omnipotencia del Estado. En contra a las ideas liberales, no acepta ninguna división de poderes (Montesquieu, 1748), además de que los derechos naturales (Locke, 1690) deben subordinarse a los intereses del Estado.
•En tercer lugar, deberíamos recalcar el carácter elitista de los regímenes totalitarios del siglo XX. En contraposición al concepto de igualdad acuñado por el liberalismo, sólo una minoría es capaz de gobernar; Idea que llevará a la supresión de parlamentos y elecciones.
•En cuarto lugar deberíamos resaltar la exaltación de la función de la jefatura. Todos los regímenes fascistas contarán con un líder carismático entorno al cual se generará un culto indiscutible. En Alemania el Fuhrer, en Italia el Duce, en España el caudillo…
•En quinto lugar apreciamos una concepción maniquea del mundo, es decir, no existen los términos medios. La radicalización de la ideología llevará a una consideración que se reducirá a dos puntos, “o amigo o enemigo”. No debemos olvidar que todo régimen totalitario se legitima frente a un enemigo (El caso más conocido es la fundamentación del totalitarismo nazi frente al enemigo común, el judío).
• En sexto lugar llegamos a un punto importante, la valoración de la violencia como herramienta útil, siempre y cuando tenga fines políticos justificados. Este punto se relaciona directamente con el anterior, esto es, la legitimación de un sistema político enfrentado a un enemigo común termina por justificar la violencia como herramienta política para acabar con la amenaza de la nación en cuestión. Este concepto nos lleva directamente a la exaltación de los valores masculinos, de la juventud. Los partidos fascistas y su indumentaria, a menudo, se relacionan con el ejército, la milicia (Camisas negras en Italia, las S.A. del partido nacional socialista en Alemania…). Estas milicias ayudarán a conquistar el poder. Aunque en muchos casos ganarán las elecciones de forma legítima, es innegable que esta milicia se convertirá en un brazo ejecutor del partido.
•En séptimo lugar debemos señalar que se trata de un movimiento interclasista, que se apoyará en la pequeña burguesía, clases medias urbanas e incluso el proletariado. El discurso político se centrará en exaltar la nación, identificando los valores y la identidad de la misma en este sector social. La realidad posterior de estos regímenes será contraria al discurso inicial, pues terminarían por favorecer a los terratenientes y grandes capitalistas (Pero en muchos casos se integrará a estas clases medias mediante proyectos sociales).
A pesar de estos puntos, nos encontramos con un debate, pues hay autores que opinan que definir el fascismo como doctrina política es un ejercicio inútil. No se trata de una realidad estática. Sus principios políticos se caracterizan por una flexibilidad constante, la cual le permitirá llegar a pactos diversos para mantenerse en el poder. Además, cada partido tomará sus propias particularidades una vez establecidos en el poder.
Bibliografía:
– Nolte. E. “Fascismo”.
– Nolte, E. “El fascismo en su época”.
– Griffin, R. “The nature of fascism”.
– Payne, S. “A history of fascism”.
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