Julio de 1825: el barón de Mackau negocia con el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer la Ordenanza del Rey de Francia, Carlos X, que exige el pago de 150 millones de francos oro a cambio del reconocimiento de la independencia de Haití.
Dibujo desconocido que aparece en: DURUY,Victor (1864) Histoire populaire contemporaine de la France, Tome premier, Paris, Lahure, La de Haití es una historia tan ignorada como el propio país, aunque apasionante por la diversidad de acontecimientos y la manera en que estos, durante más de dos siglos, condicionan y explican, en buena medida, su realidad actual.
No adhiero al discurso de la izquierda, según el cual todos los males de un país de la periferia son causados por países del centro. Enfocado en América Latina, no todos sus problemas se deben al “imperio” estadounidense, con su voracidad económica y geopolítica. Esta existe, sería necio negarlo, pero deben aceptarse también los propios errores nacionales. En el caso de Haití, los que denomino “lastres extranjeros del pasado”, quizá tengan un peso bastante mayor que en otros países para explicar su presente tan desafortunado. Hubo dos grandes lastres exteriores en la historia haitiana independiente, que dejaron una huella tan negativa como profunda y que explican en buena medida sus vulnerabilidades estructurales. El primero fue, sin duda, la Ordenanza del Rey Carlos X de Francia, de julio de 1825, por el que se exigió a la joven nación del Caribe el pago de 150 millones de francos oro a cambio del reconocimiento de la independencia de Haití. De eso me ocupo hoy.
Este país había declarado su independencia el 1° de enero de 1804, luego de haber derrotado en noviembre de 1803, en Vertières, a un poderoso ejército enviado dos años antes por Napoleón. Era algo que ni Francia ni las demás potencias, como Estados Unidos de América, esclavista hasta 1862, podían tolerar: que un pequeño país del Caribe, integrado mayormente por ex esclavos negros, hubiera abolido primero la esclavitud (agosto de 1791) y luego, como consecuencia de ello, obtuviera la independencia venciendo a un ejército francés.
Haití, para visibilizarse y organizarse en el orden internacional, necesitaba con premura el reconocimiento de Francia. Recién veintinún años después de la independencia que para Francia era solo de facto–, el rey Carlos X aceptó reconocer la soberanía de su colonia más importante a cambio de que ésta pagara la astronómica suma de 150 millones de francos oro, que hoy serían alrededor de 30.000 millones de dólares. El propósito de esta deuda no se reducía a reconocer la independencia de Haití sino a indemnizar a los colonos franceses que habían dejado la isla por la guerra de 1791 a 1804. A principios de julio de 1825, tres barcos de guerra franceses, liderados por Barón de Mackau, llegaron a Haití y poco después arribaron otras doce naves. Quince barcos de guerra, con 528 cañones, atracaron en la bahía de Puerto Príncipe y exigieron al gobierno haitiano el pago de una indemnización por sus propiedades,plantaciones, esclavos perdidos y la matanza de blancos de Haití de 1804.
En julio, el presidente haitiano Jean-Pierre Boyer aceptó las muy onerosas condiciones que implicaba la ordenanza. Nótese que no se hablaba de un tratado, propio entre naciones soberanas, sino de una ordenanza o decreto, lo cual significaba que, para Francia, Haití continuaba siendo una colonia. El rencor francés contra los haitianos, ya viniera de Napoleón o de un rey Borbón, por haber perdido la guerra en 1804, fue tan durable como ultrajante y lo hicieron notar de todas las formas posibles. Si la “colonia” tenía dificultades para pagar la suma exigida en cinco años, Mackau debía asegurar que los haitianos obtuvieran solamente préstamos de bancos franceses. Si eso no convencía a Haití de mostrarse ‘agradecido’ y firmar el acuerdo, Mackau amenazaba con interrumpir todo comercio marítimo. Un escuadrón de barcos franceses esperaría en la costa para iniciar un verdadero bloqueo (no como el que argumenta Cuba contra EE.UU. desde 1991, que es apenas un embargo). El bloqueo terminaría cuando la isla pasara incondicionalmente a dominio francés. En adición al pago, Carlos X ordenó a Haití rebajar los impuestos a todas las importaciones francesas a la mitad, tornando el pago de la deuda aún más difícil para los haitianos.
El daño económico de esa “ordenanza” –condición inédita en la independencia de los demás países latinoamericanos desde 1810–, fue muy gravoso para Haití hasta avanzado el siglo XX.
En 1838 Francia redujo la deuda de 150 a 90 millones de francos, que en 2004 equivalían a 21 mil millones de dólares. La “deuda de la independencia” tuvo un impacto significativo en el desarrollo económico durante 122 años: los pagos de intereses y cargos por pagos atrasados consumieron gran parte de su PBI. A pesar de todos sus efectos perniciosos, la deuda que se terminó de pagar en 1947 impidió a la nación caribeña disponer de fondos para infraestructura, salud, educación y otros servicios. Llevó a que el país se tornara ingobernable, aunque buena las causas del desastre político y económico actual deben buscarse, paralelamente, en el temperamento haitiano. Sus políticos muestran una marcada falencia para arribar a lo que los anglosajones denominan “agreement on fundamentals” o acuerdos fundamentales para aceptar el juego electoral y privilegiar la gobernabilidad y el largo plazo.
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