La educación pública sostiene, resiste y se reinventa cada día, incluso cuando las condiciones parecen ir en su contra. En los últimos años, quienes trabajamos en jardines rurales como el nuestro hemos visto una realidad poco visible pero contundente: cada vez nacen menos niños.
Entre 2021 y 2024, la Provincia de Buenos Aires sufrió una caída del 34% en la natalidad. Esto afecta a todos los niveles educativos, pero especialmente al nivel inicial. Incluso en jardines urbanos se observa una baja sostenida en la matrícula… imaginen entonces lo que ocurre en jardines rurales, donde la población ya es pequeña y dispersa.
En esos rincones muchas veces invisibles del sistema, seguimos defendiendo con uñas y dientes el derecho a una educación pública de calidad. Lo hacemos con propuestas pedagógicas superadoras, con amor, contención y vocación. Sabemos que nuestro trabajo transforma vidas, aunque no siempre sea visible, y esa entrega también merece ser valorada.
En las zonas rurales de Mercedes, la baja natalidad se suma a la migración hacia zonas urbanas, las dificultades de transporte y una creciente presión institucional por “sostener” matrícula que no depende de nuestro esfuerzo, sino de variables estructurales.
Mientras tanto, circula una frase injusta y simplista: “En la pública hacen paro, por eso eligen el privado.” Pero las familias que eligen escuelas privadas lo hacen por múltiples razones: estatus social, marketing, presiones externas o desinformación. La educación pública sigue siendo garantía de compromiso, inclusión y derechos, aunque no tenga vidrieras para mostrarlo.
Sabemos que las escuelas privadas cuentan con mejores edificios, jornadas extendidas, talleres, idioma, religión, profesores especiales, equipos de TIC completos… Y aún así nos preguntan por qué no nos eligen. Pero la verdadera pregunta es: ¿por qué no se invierte en la escuela pública como corresponde?
Este año no hemos recibido ninguna caja de libros desde la Provincia. La inversión es menor que otros años, pero la exigencia aumenta. Nos presionan, nos señalan, nos asustan. El error y la falta de compromiso con la educación no está en la docencia, sino más arriba, en las decisiones políticas que postergan y debilitan el sistema.
En nuestro jardín trabajamos con amor, proyectos sólidos, familias comprometidas y mucho más que clases: trabajamos con historias, infancias reales y territorios complejos. Pero también sentimos las exigencias invisibles: mantener el jardín en marcha, sostener vínculos, suplir ausencias estatales y seguir creyendo.
Y mientras se nos exige que “no bajemos matrícula”, nadie se pregunta: ¿Dónde están los niños que ya no nacen?
El dolor que sentimos los empleados estatales ante la amenaza de cierre de una sala no se puede explicar fácilmente. Vivimos con miedo, en tensión constante por sostener lo que amamos, temiendo que una baja en la asistencia nos borre del mapa.
Es necesario que el Estado deje de evaluar con la misma vara a todas las instituciones sin mirar el contexto. Que se escuche a quienes estamos al frente de jardines alejados de los centros urbanos y que se piense una política educativa real para la ruralidad. Porque no hay calidad educativa sin equidad, y no hay equidad si se invisibilizan las condiciones reales de trabajo docente.
La escuela pública resiste. Enseña. Abraza y ama las diversidades, brindando calidad, igualdad y equidad a cualquier precio, aún contra la marea.
Seguimos eligiendo la escuela pública.
Aunque cueste. Aunque duela. Porque vale la pena.
La nota fue realizada para la Revista Educativa El Arcón de Clio por: Claudia Tilli Directora Jardín de Infantes N° 917 “Ricardo Puricelli” Tomás Jofré – Mercedes
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