San Martìn se retirò del Perù en septiembre de 1822. Pero la guerra continuaba…
La expedición a “Puertos intermedios” (Perú) comandada por el general Rudecindo Alvarado, serìa realizada por una fuerza de 3358 hombres del Regimiento Río de la Plata[1], el regimiento 11 de los Andes, Batallones 4 y 5 de Chile y el 1er. Batallón de la Legión Peruana, el regimiento de Granaderos a Caballo y 10 piezas de artillería de montaña.
El 6 de diciembre de 1822 se reunió el ejército, y el 24 de diciembre, los patriotas, ocuparon Tacna. La vanguardia del ejército al mando del general Enrique Martínez combate en la acción de Calana (1º de enero de 1823)
Luego vendría la desgraciada jornada del 19 de enero de 1823, en Torata, donde los patriotas fueron rechazados por el enemigo, “siendo fusilados por la espalda, dejando el campo sembrado de cadáveres“. Los patriotas sufrieron más de 500 muertos.
El 21 de enero, a pesar de carecer de munición para enfrentar al enemigo, un consejo de oficiales, decide dar batalla en Moquehuá. Allí el ejército patriota, a pesar de los desesperados esfuerzos de los regimientos argentinos “Río de la Plata” nro. 11, y la Legión Peruana, al tener que enfrentar a sable y bayoneta a un enemigo superior en número, sufre una sangrienta derrota que costó más de 1700 hombres entre muertos, heridos y prisioneros
» Debo advertir que en la de Torata, entró mi compañía fuerte de 144 plazas y a las cinco horas de pelea no existían más que 8 hombres, un cabo y yo, que tomé el mando del 2º Batallón hasta la conclusión de la batalla… así es que para la de Moquehuá se me dió el mando de las dos compañías de Cazadores del Regimiento por haber muerto en Torata, sus dos capitanes… Las compañías de cazadores a mis órdenes, habían agotado todas las municiones en Torata, y a duras penas pude recoger de las cartucheras de los demás soldados del regimiento, 30 tiros por plaza. Con esas municiones marché contra el enemigo. …logré desalojarlo de su posición, pero como el enemigo había determinado por ese punto emprender su ataque, comenzaron a descender las masas de la infantería…» (de la exposición del cnel. Pedro José Díaz)
Acto seguido, y a pedido del capitán Pedro José Díaz, el Gral. Enrique Martínez envió como refuerzo al 2º Batallón del Río de la Plata pero, viendo que el grueso del enemigo atacaba por la posición de Díaz, este sugirió que se retirara el batallón, aunque él perdiera sus dos compañías. Continúa Díaz en su relación: «…la ventaja de sus balas y el doble numero de sus tropas, nos causó la derrota…»
En Moquehuá, fue destruído totalmente el batallón 5 de Chile, que había sido constituído por negros libertos chilenos sobre la base de una compañía de los “negritos de San Martín” del batallón 7, al mando de Mariano Larrazabal.
Igual suerte, corrió el batallón 2 del Perú, formado con negros libertos peruanos, en base a una compañía del batallón 8 (argentino).Su comandante, Hilarión Plaza (argentino) quedó prisionero de los realistas. Sólo una cuarta parte de los hombres que iniciaron esta campaña volvieron a Lima, el resto fueron muertos o prisioneros de los realistas, o en su caso desertaron.
Si la masacre no fue mayor, fue gracias al esfuerzo de los Granaderos a Caballo que, comandados por Lavalle, dieron sucesivas cargas contra una caballería enemiga tres veces superior, y permitieron así que se pudieran embarcar en el puerto de Ilo, los restos del ejército libertador.
Respecto de esta heroica actuación de los Granaderos, el coronel Pedro Lacasa, cuenta en su biografía de Lavalle, que la caballería realista intentaba atacar al ejército patriota en retirada y por dos veces fue cargado por un grupo no mayor a 300 granaderos comandados por Juan Galo Lavalle. “….en fin, los mil hombres de caballería enemiga mandados por uno de los oficiales más bravos de España, por veinte veces en el trayecto de 9 leguas, intentaron a la cabeza del afamado Regimiento de Granaderos a Caballo…”
Cuenta el general Gerónimo Espejo: “…A vista de tan angustioso cuadro, nos reunimos como cuarenta entre oficiales y jefes, armados como estábamos, unos con sables, espada o lanza, pero todos con pistolas, y formamos un escuadròn, para proteger en lo posible aquella masa enceguecida por el pánico… Se le dio el mando al comandante D. Juan Lavalle, contándose en la fila a Pringles y al sargento distinguido D. Dionisio Hernández, natural de San Luis, que llevaba a su lado a su esposa (La Pancha, puntana también), vestida de uniforme militar y armada de sable y pistolas, como era su costumbre en los combates en que entraba su marido. Este escuadrón recibió y dio tres cargas sobre los enemigos que no obtuvieron doblarlo en una persecución de cinco leguas, a pesar de la superioridad numérica de los atacantes, siendo muchísimos de los que debieron su vida al arrojo y entereza de aquellos beneméritos oficiales”
La dura retirada de las derrotadas fuerzas patriotas hacia el puerto de Ilo, fue cubierta por un escuadrón de 300 hombres, conformado por Granaderos a caballo y oficiales de distintos cuerpos, al mando de Juan Galo de Lavalle. Decidido a aniquilar a los vencidos, el jefe realista destacó una fuerza de caballería de 1000 jinetes veteranos, bien montados y descansados para hostigar al ejército patriota.
Al sentir el tropel de la caballería enemiga que al grito de “Viva el Rey” lo cargaba a menos de 100 pasos a su espalda, Lavalle dio un “Viva la Patria” y colocándose al frente de sus hombres ordenó volver cara por pelotones, cargando al trote a los españoles. Firmes los granaderos rompieron con el encuentro de sus caballos la línea realista y los puso en fuga. Rehecho, cargó nuevamente el enemigo, pero una vez más Lavalle volvió a acuchillarlos. En el lapso de 3 horas 20 cargas hicieron los españoles y 20 veces fueron detenidos por los granaderos. Al día siguiente, 1700 dispersos del ejército patriota pudieron embarcarse en el puerto de Zama.
De los granaderos sobrevivientes, embarcados en el puerto de Ilo, en el navío “Trujillana”, murieron más de 80 ahogados en el mar, o de sed en el desierto ya que el barco que los transportaba de vuelta a Lima, se hundió y quedaron abandonados en una playa a 12 leguas al sur de Pisco sin agua, ni comida, ni caballos. Un escuadrón de Húsares peruanos (creado por San Martín con algunos cuadros del regimiento de Granaderos a Caballo) al mando del comandante Soulangé, había salido desde Pisco en su ayuda con agua, alimentos y cabalgaduras y pudo rescatar a los sobrevivientes, 48 horas después. De los 400 hombres que componían el regimiento antes de Torata y Moquehuá, sólo quedaron algo más de 180…
“Esos restos de Moquehua que volvieron á Lima en febrero, esperanzados en la protección del gobierno, esa protección á que por lo menos es acreedor todo desgraciado como por acto de humanidad, cuando no fuera por el derecho que habian adquirido sus servicios y la sangre derramada por la independencia del Perú, no la alcanzaron: fueron desatendidos tan sagrados titulos: nos encontrábamos en el centro mismo de la opulenta capital de Lima, como en un desierto, rodeados de toda clase de privaciones y miserias: desnudos asi oficiales como soldados, por haberlo perdido todo en la campaña: sin auxilio de ningun género, porque desde que marchó el ejército á intermedios, no se pagó sueldo alguno: pereciendo de hambre, porque los viveres que se daban eran de mala calidad, continuamente el arroz agorgojado, los porotos apolillados y el charque corrompido…”(del informe del General Tomas Heres)
[1][1] Formado con la unión de los batallones 7 y 8 de negros libertos, del Ejército de los Andes.
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