Científicos de la UNLP descubren el registro de presencia humana más antiguo de Sudamérica

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Un equipo de investigadores del Museo Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de La Plata confirmaron la presencia de humanos y su interacción con megafauna en la región se dio mucho tiempo antes de lo que la ciencia creía hasta el momento. Lograron determinar que los restos fosilizados de un ejemplar de gliptodonte hallado recientemente en territorio bonaerense muestran evidencias de haber sido carneado y consumido por un grupo de seres humanos, hace aproximadamente 21.000 años.

Este particular ejemplar de Neoesclerocalyptus sp., perteneciente al grupo de mamíferos acorazados conocidos como gliptodontes, fue hallado en el 2016 en las barrancas del río Reconquista, en la localidad de Merlo, provincia de Buenos Aires. La aparición de este gigante surgido del lecho fangoso podría marcar un verdadero cambio de paradigma, pues hasta ahora la ciencia sugiere que la presencia humana en América, y en particular en el sur de Sudamérica, se remonta a unos 16.000 años atrás.

Este hallazgo no sólo se convierte en una de las evidencias de presencia humana más antiguas de Sudamérica, sino que confirma además la interacción directa del ser humano con la megafauna, la cual decreció progresivamente hasta extinguirse finalmente casi diez milenios más tarde.

El trabajo realizado por los Doctores en Ciencias Naturales Mariano Del Papa y Miguel Delgado Burbano, y el Licenciado Martín de los Reyes, fue publicado hoy por la revista científica internacional PLOS ONE, una de las publicaciones de acceso abierto más importantes y prestigiosas del mundo.

Durante un recorrido por las pronunciadas barrancas que se encuentran en el río Reconquista, en la localidad de Merlo, el paleontólogo local Guillermo Jofré observó la presencia de huesos de un espécimen fósil de origen animal. Al recuperar y limpiar los restos de sedimentos, el especialista observó que se trataba del esqueleto incompleto de un gliptodonte, animal acorazado perteneciente al género Neoesclerocalyptus, un antiguo pariente de las mulitas y peludos actuales, que se extinguió hace 10 mil años.

Los huesos corresponden a partes de cintura pélvica, vértebras caudales y tubo caudal del animal, las cuales se encontraban totalmente articuladas, es decir, con los huesos dispuestos en su posición original, y presentan una llamativa singularidad: marcas de corte que no parecían haber sido causadas por animales carnívoros o roedores. En efecto, las mismas seguían patrones de corte bien establecidos, como los observados típicamente en los huesos de animales consumidos por cazadores recolectores en la antigüedad.

Sorprendido por la singularidad de su descubrimiento, Jofré dio aviso a un grupo de arqueólogos y paleontólogos del Museo de La Plata especializado en este tipo de hallazgos, quienes llevaron adelante diversos y minuciosos análisis para determinar la naturaleza y origen de las evidencias.

El Doctor Del Papa de la División Antropología del Museo de La Plata, perteneciente a la UNLP detalló: “Una vez recuperado del sitio se continuó con la limpieza de los sedimentos que contenían al espécimen. Esta etapa fue documentada con detalle, registrándose la posición de las unidades anatómicas y la distribución de los sedimentos. Estos primeros resultados nos permitieron dar cuenta que una vez realizadas las tareas de desposte por parte de los cazadores, los restos sufrieron un rápido proceso natural de enterramiento, permitiendo un excepcional estado de conservación, para el estudio de las marcas de corte”.

“Las marcas encontradas muestran un patrón de distribución muy particular y característico de los cortes realizados por acción humana, los cuales se observan además en diferentes partes de la cola de este espécimen, lo que nos permitió establecer que fueron seres humanos los que lo utilizaron como parte de su dieta“.
Dr. Mariano Del Papa

Por su parte, el Lic. Martín de Los Reyes de la División Paleontología Vertebrados del Museo de La Plata explicó que ”para determinar la antigüedad del animal se basaron en estudios comúnmente usados para definir la edad de las rocas estratigráficos y radiométricos. El gliptodonte se encontraba en la capa o estrato más antiguo, es decir en la base de las barrancas rivereñas. Cotejando con estudios geológicos previos en la zona, enmarcaba el hallazgo en el último máximo glaciar del Pleistoceno, unos 20.0000 años antes del presente”.

Se realizaron diferentes tipos de estudios especializados en los restos fosilizados desde la datación por radiocarbono del espécimen y los sedimentos, el análisis químico de sedimentos hallados en el caparazón, hasta escaneo 3D en alta resolución y análisis cuantitativos de las marcas. Todos estos análisis permitieron establecer la antigüedad del hallazgo, el paleoambiente en el cual vivió el espécimen y el origen humano de las marcas al hacer comparaciones detalladas con marcas experimentales derivadas de estudios actualísticos.

Este descubrimiento y los resultados obtenidos representan un aporte muy significativo a la apasionante discusión sobre la antigüedad de la presencia humana en América. “El paradigma de poblamiento del continente sugiere que los seres humanos ingresaron a América hace unos 16 mil años, pero ocurre que desde hace algunos años empezaron a aparecer evidencias mucho más antiguas en Brasil, Canadá, Estados Unidos y México, entre otros lugares. Hay toda una visión tradicional que dice que esos hallazgos son anomalías, que no se sabe bien cómo se dieron, pero existe un creciente número de estudios muy serios publicados en las revistas científicas más prestigiosas, que ubican el primer ingreso entre 20 y 30 mil años atrás”, explica el Dr. Miguel Delgado, investigador del CONICET y docente de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata.

Este estudio sin duda revela información novedosa sobre los primeros habitantes de la región Pampeana, su interacción con megafauna y propone un cambio de paradigma sobre el primer poblamiento humano de América.

Los resultados de esta investigación son el fruto de investigaciones realizadas gracias al aporte interdisciplinario de investigadores del Museo de La Plata perteneciente a la Universidad Nacional de La Plata, el CONICET, el Centro de Investigaciones Geológicas (CIG-UNLP-CONICET), el Institut Pasteur de París, la municipalidad de Merlo (provincia de Buenos Aires) y la Fundación Azara.

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