Análisis espacial de la Zanja de Alsina en la Provincia de La Pampa, Argentina (1876-1879)

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Carlos Landa et al.
Vol. 21 (2), ISSN: 0329-0573 (impresa) / 2362-5643 (en línea)

Resumen
La Zanja de Alsina (1876-1879) fue un hito en la dinámica de frontera con las parcialidades indígenas autónomas de Pampa y Patagonia. Su establecimiento constituyó el puntapié inicial que dio lugar a la transformación del mundo fronterizo hacia uno rural plenamente integrado a la dinámica capitalista global. Dicha zanja -de 3 m de boca por 2 de profundidad-fue concebida y proyectada desde el Ministerio de Guerra y Marina (cito en Buenos Aires, Argentina), contando con una extensión ideal de 600 km y real de 400 km. En este trabajo, desde un enfoque interdisciplinario, presentaremos los primeros resultados de los análisis espaciales llevados a cabo sobre imágenes satelitales, cartografía histórica y otras fuentes documentales e información provista por la labor arqueológica con el objetivo de poder localizar la mencionada zanja así como también los asentamientos militares adyacentes (Machado, Alsina y Alvear) – ubicados en el actual noreste del territorio pampeano.
Palabras clave: Zanja de Alsina, asentamientos militares, SIG, cartografía histórica, imágenes satelitales

Introducción
Los seres humanos, en sus diversas y múltiples formas de agruparse, se piensan bajo diferentes formas en el espacio y el tiempo. Los individuos y las sociedades no pueden reflexionar sobre sí mismos o sentir por fuera de estos conceptos. La nada, el vacío, la eternidad son imaginados, reflexionados, definidos y caracterizados como estados particulares teniendo como referencia al espacio y al tiempo, ya sea por oposición o por ausencia. Dicha referencia siempre se encuentra anclada a lo conocido.
Los hombres trashuman, habitan, viven, luchan, construyen, aman, matan, piensan, y se piensan en un espacio y en un tiempo; y en este devenir dejan huellas, trazas, vestigios, marcas, relictos.
En los diferentes campos de conocimiento científico y con mayor especificidad las Ciencias Sociales como la Historia, la Antropología, la Sociología, la Arqueología y la Geografía, se ha abordado el tándem conceptual espacio-tiempo desde sus múltiples enfoques y temáticas de estudio (Tilley 1994; Ingold 2000, Braudel 1972, Santos 1996, 2000; entre otros). En este trabajo nos centraremos desde el enfoque de la Arqueología histórica en el desarrollo y constitución de una espacialidad y materialidad vincula das a procesos expansionistas del Estado-nación argentino por sobre las comunidades de diversos pueblos originarios de Pampa y Patagonia. Este proceso se manifestó en un amplio rasgo denominado Zanja de Alsina y particularmente en nuestra área de estudio en relación a tres asentamientos castrenses jalonados sobre ella: los fortines Machado y Alvear y la Comandancia Alsina (Figura N° 1a).
Para el desarrollo de este trabajo abordaremos sintéticamente la relación entre la Geografía y la Arqueología con el fin de comprender el devenir de los conceptos y metodologías arraigadas en nuestra propia disciplina y praxis profesional. A continuación se introducirá el contexto socio histórico bajo el cual se ha desarrollado el proyecto de fronteras del Dr. Alsina, llevándonos a la definición del marco temporo-espacial de nuestro tema de investigación. La misma se llevará a cabo a partir de la integración de diversas fuentes de información (registro arqueológico, documentos escritos e imágenes satelitales), que propiciará un abordaje transdisciplinar a partir del aprovechamiento de las herramientas del SIG.
Arqueología y Geografía, una relación… La Arqueología y Geografía poseen cada una de ellas un derrotero epistemológico particular con diversos puntos en común y retroalimentaciones varias (Villafañez 2011). Durante los últimos 50 años diversas disciplinas sociales desarrollaron un interés creciente por la incorporación del espacio como una dimensión central de investigación. Ambas disciplinas pasaron por etapas neo positivistas manifiestas en la constitución de las llamadas Nueva Arqueología y Nueva Geografía (ésta última influyendo sobre la
primera) que buscaron otorgarle a sus disciplinas estatus científico basado en posturas objetivistas, en el empirismo y el desarrollo de leyes generales (Binford 1962, 1965,1968; Burton 1963). Una década luego comenzó a esbozarse el denominado escenario postempirista (Schuster 2002), múltiples corrientes fueron desarrollándose tanto en una como en otra: geografía humanista, neo marxismo, estructuralismo, fenomenología, feminismo, etc. Desde las tres últimas décadas de la centuria pasada, la perspectiva en torno a la producción social del espacio comenzó a plasmarse en muchos de los estudios geográficos que proponían explicar lógicA territoriales.
Estas miradas proponían vincular lo espacial y lo social como dos categorías analíticas fuertemente imbricadas (Castells 1974; Lefebvre [1974] 1991; Soja 1985; Harvey 1998; Massey 1999; Santos 2000; entre otros).
En Geografía, desde el denominado “giro cultural” (década de 1960 atravesando las disciplinas sociales) y su correlato geográfico el “giro espacial”, la dimensión cultural comenzó a ocupar un lugar central en los estudios espaciales integrando a las dinámicas sociales, políticas y económicas desde una perspectiva crítica y reflexiva. Así, lugares y paisajes comenzaron a tener una presencia más activa dentro de los abordajes que pretendían pensar lo espacial en clave material, pero también de inmaterialidades tales como experiencias espaciales, sentidos, espacios de vida, discursos territoriales, imaginarios, construcción de identidades, etc. (Flores 2013).Este enfoque da lugar a la relación y producción interdisciplinaria considerando que: “Una de las particularidades que tienen los territorios y sus paisajes es el constante dinamismo producto de las transformaciones propias de dicho ámbito, pero también de su relación con el afuera. El dinamismo se vincula con las prácticas y también con el movimiento, con el contaste fluir” (Flores 2010; p. 4).
El espacio así pensado, lejos de la concepción estática de marco o escenario, se encuentra diacrónicamente en un continuo proceso de transformación. Asimismo, dentro del devenir de la disciplina arqueológica diversos fundamentos teórico-prácticos utilizados para abordar temáticas espaciales (relaciones personas-espacio, su producción socio-cultural, dinámica diacrónica de los paisajes, etc.) pueden rastrearse ya desde la década del 20 del siglo pasado (Anschuetz et al. 2001). Sin embargo, al igual que para los antecedentes que mencionamos anteriormente en las demás disciplinas sociales y la Geografía específicamente, fue durante la década de 1960 cuando todos estos corpus teóricos y conocimientos generados comienzan a caracterizarse en forma sistemática y a constituir campos subdisciplinares tales como la denominada “Arqueología espacial” y luego otras como la denominada “Arqueología del paisaje” (Clark 1977, Binford 1978; Hodder y Orton1990; entre otros). Sin embargo fue durante mediados del decenio de 1990 que esta tendencia se consolidó de la mano de investigadores anglos y españoles (Ashmore y Knapp 1999, Criado Boado 1999, Ingold 2000), quienes de forma multidisciplinaria conjugaron teorías, métodos y técnicas de diversas disciplinas sociales tales como la Geografía, la Antropología y la Economía entre otras. El espacio comenzó a ser entendido como un producto social, una construcción colectiva. Así empezaron a desarrollarse estudios espaciales de sociedades pretéritas tanto cualitativos y cuantitativos como combinados, abordando distintas escalas: macro (global), meso (regional), micro (intrasitio) y utilizando diversas vías de análisis: geo-estadística, mapas distribucionales y sistemas de información geográfica (GIS), entre otras
(Gutiérrez y Gould1994; Buzai y Baxendale 2011, 2012).
Tanto para la Geografía como para la Arqueología, en los últimos años, subyace la idea de que la espacialidad y los paisajes- no sólo son socialmente producidos, sino también vividos, sentidos, experimentados, condensadores de significados múltiples (Criado Boado 1996; Ingold 2000; Bender 2001; Thomas 2001; entre otros).De esta forma, la frontera perpetrada por el Estado Nacional, como negación de la territorialidad indígena, se configuró como una herida de 400 km en la tierra. Consideramos que dicha frontera, plagada de médanos inmensos, de asentamientos marginales llamados fortines, con sus soldados destinados y oficiales concientizados de su cruzada, constituyen un objeto de estudio que bien puede ser abordado conjugando la Arqueología con la Geografía e integrando no solo sus miradas teóricas sino también sus múltiples y variadas técnicas de análisis.

Fuente: https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/74356

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