Miguel Angel Cárcano, un actor inesperado, durante la crisis de los misiles.

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Personajes notables de nuestra historia reciente han sido prolijamente ocultados detrás de títulos grandilocuentes que condenaban o reivindicaban distintas décadas según el interés político del relato de turno.
Es difícil comprender para esta caprichosa crónica, cómo tamaño hombre público, protagonista de acontecimientos apasionantes en la vida del país, de Europa y de EE. UU. sea absolutamente desconocido por cualquier alumno avanzado de secundaria, pública o privada. Eran tiempos en que la Argentina era un lugar en el mundo, tanto para los que tomaban las decisiones como para millones de individuos que soñaban con una vida mejor. Quizás por eso mismo… es mejor olvidar para no comparar.
Pero volvamos a la crónica que pretendemos contar.
El azar quiso que la decisión de dos embajadores de concurrir con sus familias a la recepción oficial de los festejos por la asunción de Pío XII en el Vaticano forjara una incipiente amistad entre ellas, fuertemente sostenida en principio por la proximidad de edad e interés común de sus hijos: Stella y John.
El mundo era un polvorín en 1939 y los cuatro jinetes del apocalipsis, la guerra, el hambre, la peste y la muerte ya se divisaban claramente en un horizonte muy próximo.
Los padres de los jóvenes en cuestión respectivamente eran Miguel Ángel Cárcano, abogado, historiador, periodista, diputado nacional y más tarde Ministro de Relaciones Exteriores de Arturo Frondizi, quien en ese momento era embajador en Paris, y Joseph P. Kennedy, el embajador de Franklin D. Roosevelt en Londres.
Roma no era una fiesta, pero sí una magnífica escenografía para un amorío veinteañero que con el tiempo evolucionó hacia una sólida amistad mantenida hasta la muerte del presidente de Estados Unidos y que tuvo continuidad con Jacqueline Kennedy. (Cartas digitalizadas y archivadas en la categoría Papeles personales/amigos. Biblioteca oficial sobre JFK, en Boston, EE. UU.)
En mayo de 1941 JFK llegó a Ezeiza (entre el 26 y el 10 de junio) lo esperaban Stella, su hermano Michel y algún amigo más. Después de un par de días en la capital, una ciudad que lo fascinó al punto de definirla como una París del Río de la Plata y en donde no faltaron noches en los mejores cabarets de Buenos Aires como el Marabú, el Casanova y el Tabarís, viajaron a Córdoba. Allí se instaló en la estancia de los Cárcano en Ascochinga, donde por las noches un entusiasta John escuchaba del dueño de casa los análisis sobre la guerra en Europa, sus comentarios acerca de la inevitabilidad de la entrada de EEUU y una crítica cariñosa pero severa a su padre, por sus declaraciones sobre los judíos y en defensa de los nazis.
Dicen que ya en ese tiempo sostenía que quería ser presidente, lo que era bastante raro porque la familia tenía decidido que ese lugar era para su hermano mayor, Joseph Jr. Lo cierto del caso es que en esas charlas John quedó encandilado con la mirada de largo plazo y el conocimiento del mundo del anfitrión. El azar nuevamente los haría compartir uno de los momentos más dramáticos de la historia de la humanidad en cuanto a su supervivencia.
El mundo de la posguerra y su inmediata “guerra fría” vuelve a encontrar a nuestros dos hombres en Washington, uno como presidente, el otro como ex canciller del recientemente destituido Arturo Frondizi por un golpe de estado cívico militar.
Desde el comienzo mismo de la crisis, Cárcano será consultado permanentemente y tendrá acceso directo a Kennedy, que a esa altura de las relaciones entre las dos familias, era un muy apreciado amigo con el que el matrimonio presidencial compartía cenas frecuentemente. Y será precisamente en una de esas comidas cuando se le comunica la detención de los cargueros soviéticos. Un muy particular momento de tensión, merecedor de guión cinematográfico, ya que se estaba a minutos de que estas naves entraran en la zona del bloqueo y consecuentemente fueran interceptados por los destructores norteamericanos.
Veamos brevemente cómo se había escalado a esa situación en una época que ni siquiera existía una línea telefónica entre ambos líderes ya que el “teléfono rojo” es consecuencia de esta crisis. Lo que sí existía era la capacidad nuclear para destruir el mundo varias veces.
Los planes originales del premier de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Nikita Khrushchev, para “asegurar” Cuba y desalentar cualquier idea de revancha por el fracaso en Bahía de Cochinos, eran la construcción de una base naval para submarinos con capacidad de albergar 11 navíos de los cuales 7 serían nucleares, además de un despliegue total de 50900 hombres y mujeres del ejército. Esto se complementaba con la instalación de sistemas misilísticos antiaéreos y la capacitación de pilotos cubanos para la nueva generación de aviones MIG.
Pero informes de inteligencia a fines de marzo de 1962, lo alertaban de una inminente invasión a la isla por parte de EE. UU. Ciertos o no dichos informes, lo real era que Kennedy no había autorizado ningún plan en ese sentido, aunque el ambiente muy trabajado por los sectores más duros del anticomunismo, los intereses de la industria del juego y la diversión más los anticastristas exilados, era de una inminente acción militar.
Lo curioso del caso es que, para el presidente de los Estados Unidos, el tema Cuba era alentado por el Partido Republicano como campaña a las legislativas de noviembre. El verdadero peligro, según él, en cambio, estaba en la posibilidad de un avance ruso sobre Berlín.
Como se puede observar, ambos líderes partían de premisas equivocadas lo que configuró una de las causas fundamentales, juntamente con la casi nula comunicación entre ambos gobiernos, de que se llegara tan cerca de una confrontación nuclear.
El mencionado informe de inteligencia llevó a Khrushchev a imaginar una jugada táctica de ajedrez que le reportaría beneficios estratégicos: montar secretamente en la isla misiles R-12 de alcance de unas 1000 millas y R-14 de casi el doble de alcance. Era fundamental que Washington no se enterara antes de los primeros días de noviembre, cuando se presentaría como hecho consumado, de la misma forma en que ellos se habían tenido “que tragar” los 15 misiles Júpiter montados en Turquía.
El plan pasó rápidamente de la teoría a su ejecución. Lo único que nunca se entendió fue que si la sorpresa era vital en esa estrategia ¿Cómo se iban a esconder los emplazamientos de los vuelos periódicos de los aviones espías U2?
Quizás muy entusiasmado con su plan que le permitiría por primera vez tener al alcance el territorio Norteamericano certeramente a pesar de que sus misiles intercontinentales eran más propaganda que realidad (era muy dudoso, por decirlo elegantemente, que pudieran recorrer 13000 kilómetros y además “pegarle a algún blanco determinado aunque este fuera tan grande como una ciudad”) no sólo no le pareció un impedimento sino que pasada la crisis, ante la visita de un Fidel Castro francamente decepcionado con el líder soviético optó por ignorar algún reclamo. (Dialogo McNamara y Castro. Documental The Fog of War. Oscar 2004 al mejor documental).
Lo que el Partido republicano planteaba a la sociedad era que teóricamente los EEUU podían ser atacados por el comunismo “en cualquier momento” como eje de su campaña política electoral, ante una sociedad que la última vez que había sido atacada en su territorio continental databa de 1812. El 10 de agosto el Jefe de la CIA, John McCone le “insinuó” a Robert Kennedy la posibilidad de que los rusos estuvieran colocando misiles tierra/tierra en Cuba. La amenaza empezaba a convertirse en realidad.
La forma tan sinuosa en que la CIA pone en conocimiento al hermano del presidente tiene que ver con que era muy difícil diferenciar en las fotos de los U2, los misiles aire/aire (defensivos) de los tierra/tierra (ofensivos) y sobre todo porque nunca se supo sí las cabezas nucleares habían llegado a la Habana.
El 16 de octubre Robert McNamara informa oficialmente al presidente quien inmediatamente ordena incrementar los vuelos sobre Cuba y ordena subir la alerta a DEFCON 3
Se desata la crisis que rápidamente gana estado público sumiendo a la sociedad norteamericana y al mundo entero en un paréntesis de trece días en donde se juega la supervivencia de la humanidad.
Tres hipótesis de respuestas se le presentaron a Kennedy:
1. Ataque aéreo contra todos los emplazamientos misilísticos en Cuba.
2. Invasión a la isla. (Esto necesitaba unas dos semanas de tiempo de planificación).
3. Bloqueo naval. Lo que significaba enfrentar a barcos cargueros soviéticos.
El viernes 19, el presidente descarta la invasión por el tiempo de implementación y conforma dos grupos de trabajo, el primero encabezado por su hermano y Douglas Dillon con la premisa 1 y el segundo encabezado por McNamara y Dean Rusk con la premisa 3. Debían presentar su recomendación al día siguiente.
Esa noche consulta y encomienda a su amigo Miguel Ángel Cárcano el alineamiento de los países de América del Sur y lo anoticia de los dos grupos de trabajo. Cárcano alcanza a decirle que en principio se inclina por el bloqueo, simplemente porque da tiempo a entablar negociaciones, aunque si fracasa no se podrá evitar el enfrentamiento directo con los rusos.
Finalmente, el día 20, JFK hace que su hermano cambie “de bando” y gana la recomendación del bloqueo. No era que esto entusiasmara mucho al presidente, pero seguía presintiendo que si lanzaba un ataque aéreo a Cuba daría la excusa a los rusos para avanzar sobre Berlín. Además, se sentía engañado y quería confrontar directamente con Khrushchev. (TRIUMPH AND TRAGEDY. The Story of the Kennedys, Keith Fuller y otros. 1969)
Se afianza el relato que cargueros rusos marchan a la isla con las cabezas nucleares, algo absolutamente incomprobable. Lo único cierto es que 4 o 5 cargueros soviéticos marchaban a la Habana en un puente que, desde la declaración de una revolución socialista en la isla, Moscú abastecía desde papel higiénico hasta aviones MIG.
Poco ya importaba.
El 22 de octubre a las 17 horas todo un país y un mundo expectante escucha a Kennedy decir: “…cualquier ataque desde Cuba con cabezas nucleares contra cualquier nación del hemisferio occidental sería considerada como una agresión de la URSS a los EE. UU. y respondido de la misma forma.”
Sube la alerta a DEFCON 2. El dedo está sobre el gatillo.
Khrushchev se dio cuenta que todo había salido mal, el operativo «ANADYR», nombre clave del emplazamiento de misiles en Cuba, se había convertido en un gran problema que ahora colocaba en la mira la autoridad y verdadero poder de Nikita no sólo en el frente externo, sino, quizás lo más preocupante, en el interno. En esta situación se limitó a una declaración de apoyo a Cuba y comenzó a improvisar un nuevo plan.
El 23 Kennedy reúne en una cena de trabajo a un grupo muy reducido de personas con los que quería analizar la situación desde otra mirada que no fueran sus funcionarios de gobierno y por supuesto allí estaban Miguel Ángel Cárcano y su esposa María Rosa Bemberg. Pasada la media noche mientras continuaba la velada, más precisamente a las 0.45 horas le informan al presidente que los barcos rusos habían detenido su marcha a pocas millas de donde estaba establecido el bloqueo, cambiaban de curso y volvían.
Luego todo comienza a desandarse casi de la misma forma que se había armado, con un hecho dramático el día 27, cuando ya el día anterior el gobierno ruso había ofrecido retirar los misiles a cambio del compromiso de EEUU de no invadir Cuba, un U2 es derribado muriendo su piloto. Ese mismo día llegó una segunda carta soviética en donde se agregaba el requerimiento de desmantelar los misiles Júpiter en Turquía.
Kennedy decide mantener en secreto el derribo y contestar oficialmente la carta del día 26 aceptando la propuesta e ignorando la del 27.
El presidente da la orden de empezar a negociar secretamente el retiro de los misiles en Turquía, que serían ventajosamente reemplazados por el estacionamiento de un submarino nuclear con misiles POLARIS (mucho más modernos y destructivos) en el mediterráneo oriental.
Khrushchev vio “la puerta de salida” a una situación que se había descontrolado, en el que el “socio” nunca entendió el juego y había que ponerle fin porque tampoco nunca había existido un plan B.
En el anochecer de un día que se había vuelto interminable, el mismo 27 de octubre la URSS aceptó oficialmente los términos a la respuesta del gobierno de EEUU a la carta del día 26. La pesadilla había terminado.
Días después en otra cena social del matrimonio presidencial con “queridos amigos” (así figura en la agenda oficial del presidente) Cárcano y Kennedy repasaron analíticamente los días vividos, esta vez mucho más relajados.

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Acerca de Ricardo Jaén 16 Articles
Docencia Universitaria. Profesor adjunto a cargo. Seminario de Historia Argentina. Facultad de Humanidades. UNLP. Profesor Titular. Actualidad Informativa Nacional e Internacional III. Periodismo y Comunicación Social. UNLP. Profesor Titular Argentina Siglo XX . Facultad de Ciencias Humanas. UNRC. Actividad Profesional. Consultor de Organismos Internacionales: ONU/ BID / BIRF / PNUD / UIBA Consultor de Organismos Nacionales: Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales. CARI Jefe de Asesores del Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de La Cámara de Diputados de La Nación. 2010/2011 Consultor en riesgo político Director Académico de La Cátedra Libre de Periodismo y Comunicación. UNLP Articulista: Clarín, Infobae, El Día de La Plata, Ambito Financiero, Letra P, La Capital de Mar del Plata. CNN en español. Escribe sobre Historia

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