La salud emocional del docente

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Quienes elegimos la docencia como profesión, sabemos que – lejos de ser una labor rutinaria- nos movemos en un mar de incertidumbre, tormentas, faros lejanos y reajuste de velas en pleno temporal. También sabemos lo que significa navegar plácidamente disfrutando del paisaje y de la fortuna de remar en equipo para llegar a buen puerto… ¡y el 2020 no fue la excepción!
Muy por el contrario, el ciclo lectivo pasado nos desafío más que nunca a ser capaces de improvisar sobre la marcha para salir airosos frente a una situación inesperada y por momentos amenazante.
Sin dudas, la resiliencia y trabajo bajo presión fueron las grandes compañeras del quehacer cotidiano, mientras que la capacidad de innovar se potenció hasta colocarnos en el rol de aprendiz de las más diversas disciplinas, que van desde tecnología y comunicación online, hasta la escucha afectiva virtual de alumnos y colegas.
No hace falta describir aquí todas esas nuevas aptitudes y competencias que se pusieron en juego a la hora de sostener el derecho a aprender, en un sistema educativo que dejo a la vista cientos de falencias y contradicciones. Sin embargo, resulta necesario traer a la reflexión un aspecto desatendido desde la formalidad, que durante este ciclo lectivo se puso aún más en evidencia: el cuidado y bienestar emocional del docente.
Es que, sin duda, los estresores emocionales son parte de la vida cotidiana en diferentes ámbitos, sin embargo, las situaciones de estrés sostenido, esas que desbordan la capacidad para sentir seguridad personal, control sobre la tarea, el ambiente o las propias emociones, son estímulos que junto con la interpretación que hacemos de ellos y los recursos de los que disponemos para enfrentarlos, se convierten en variables que influyen en el bienestar general y la salud física y emocional.
Es así que los profesionales de la educación entre otros, nos vimos sometidos a situaciones de frustración, decepción, enojo, tristeza, sentimiento de no poder o no ser suficiente, ansiedad, hiperconectividad, falta de tiempo personal, trabajo bajo presión, faltas y fallas de comunicación, situaciones todas que, sostenidas en el tiempo hicieron que abril se sienta como si fuera octubre y el fin de curso sea una utopía que se alejaba cada vez que creíamos haber avanzado.

Bitácora 2020
Si algo dejo en claro este año tan particular en el que todos los seres humanos del planeta se sintieron angustiados, ansiosos y estresados, es que los docentes somos una extraña especie en extinción que no tuvo tiempo ni permiso para transitar estas emociones y salió a hacer frente a lo que llegaba, muchas veces con el único recurso de su propia resiliencia y capacidad de innovación.
Fue así que aparecieron los interminables audios en grupos de whatsapp, órdenes y contraordenes, internet personal al servicio de la educación “universal, libre y gratuita”, computadoras, notebooks y celulares que se transformaron en cámaras de video, y la “bajada” desde los niveles superiores del Sistema Educativo que nos sorprendió con nuevos requerimientos tales como Curriculum priorizado, continuidad pedagógica por zoom, meet y otras plataformas, adaptación virtual de PPI, calificar pero sin calificar, exigir pero no abrumar, informar pero no atosigar y tantas otras indicaciones que a través de los equipos directivos fueron convirtiéndose en los grandes acuerdos y desacuerdos institucionales.
Así llegamos al cierre del primer periodo y apareció el Logrado/No Logrado/ Muy Logrado, y además las categorías: Inicial/En Proceso/Satisfactorio/Avanzado. Se escuchó con desconcierto el “no repite nadie” seguido por “el periodo se extiende al 2021”, y no olvidemos el requerimiento de los informes TED, TEP o TEA y el RITE y la Intensificación…
En medio de este mar de confusión, los alumnos avisando “profe se cayó internet”, entregando tareas a través del mail de la mamá o el papá -que obligo a hacer malabares para adivinar a quien pertenecía- o informando la decisión de “dejar la materia”. Mención aparte los mensajes preguntando cuándo rindo la previa, si todavía hay tiempo para entregar lo de todo el año, los que no lograron adaptarse a la nueva modalidad y quienes necesitaron acompañamiento adicional tanto en lo pedagógico como lo afectivo. Como si esto fuera poco, apareció la organización de Actos de Colación según Protocolo, el campamento “virtual” de fin de ciclo -no sea cosa que alguien sienta que este año no es igual a todos-, las inscripciones para el año próximo, entrega de boletines, medallas, camperas de egresados y más y más y más…
Sin mencionar muchas otras cuestiones que se han vivido tanto a nivel personal como de manera particular en cada escuela, así, con lo justo, alcanzamos diciembre con la esperanza de un año nuevo más benévolo y unas merecidas y reparadoras vacaciones que nos permitan pisar tierra firme y reabastecernos para un nuevo viaje. Sin embargo, no podemos dejar de pensar en cuáles son las experiencias significativas que van a formar parte del bagaje individual y colectivo para afrontar un 2021 que aún se debate entre la presencialidad, la virtualidad y el sistema mixto.

¿Vuelta a clase o clase de vuelta?
Alcanzar el bienestar emocional es una de las competencias básicas para la vida puesto que comprende la capacidad de adoptar comportamientos apropiados y satisfactorios para afrontar los desafíos diarios a nivel personal, profesional y familiar.
En ese sentido sabemos que hay cuestiones, imprevistos, emergentes tanto individuales como colectivos que no podemos evitar ni trasformar. Lo que, si podemos hacer, es favorecer espacios para el aprendizaje de estrategias que permitan desarrollar habilidades para el bienestar propio y de los grupos de trabajo. Es aquí donde cobra un rol fundamental el Equipo de Conducción de cada institución educativa, como responsables de encontrar canales de reflexión sobre las propias prácticas, en donde se aborde de manera especial y específica, el acompañamiento de la salud emocional del docente.
Una de las posibles propuestas, son los Talleres de Regulación de Emociones donde los participantes son capaces de pensar sobre lo que piensan para transformar lo que no les hace bien.
Se trata de la posibilidad de desarrollar comportamientos adecuados y responsables para afrontar las situaciones emergentes que se presentan en la vida cotidiana o frente a situaciones excepcionales y contemplan aspectos tales como la automotivación, escucha activa, tolerancia a la frustración, resiliencia, comunicación asertiva, generación de emociones positivas, establecimientos de limites saludables, control del estrés, autorregulación para gestionar intensidad y duración de estados emocionales negativos, bienestar profesional, etc.
Mantener estos espacios de acompañamiento para los docentes, es garantizar que, al pensar en la vuelta a clase, una cuestión fundamental e impostergable para el ciclo 2021, también reflexionemos sobre qué clase de vuelta queremos para los profesionales de la educación.
Cabe preguntarse entonces ¿Qué vivencias podremos revisar para dejar de lado papeleo burocrático, actividades carentes de significado tanto para alumnos como para docentes, exigencias desmedidas y aprendizajes fuera de contexto? Esa es una de las grandes preguntas que deberemos conversar, acordar y consensuar puertas adentro de cada institución, si pretendemos cuidar la salud emocional del docente para que el nuevo año no nos tome nuevamente por sorpresa.

La nota fue escrita apra la revista Educativa El Arcón de Clio por Viviana Marilao Profesorado de Educación Primaria.Diplomatura en Neurociencias y Educación. Especialización en Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente.Licenciatura en Gestión Educativa – TF de Grado: “Desarrollo de Competencias Emocionales en el Nivel Inicial”.Experiencia Profesional:Docente de EP. Directora de NiveI Inicial y Primario.Asesora Pedagógica en Subsecretaría de Educación- Municipalidad de Bahía Blanca. Actual:Centro de Innovación Educativa Infinito por Descubrir- Educar. Soc del Estado.Asesora en Educación Emocional y Neurociencias aplicadas a la Educación en Instituciones de gestión Pública y Privada.

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Profesora de Educación Primaria. Diplomatura en Neurociencias y Educación. Especialización en Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente. Licenciatura en Gestión Educativa – TF de Grado: “Desarrollo de Competencias Emocionales en el Nivel Inicial”.Experiencia Profesional: Docente de EP. Directora de NiveI Inicial y Primario. Asesora Pedagógica en Subsecretaría de Educación- Municipalidad de Bahía Blanca. Actual:Centro de Innovación Educativa Infinito por Descubrir- Educar. Soc del Estado.Asesora en Educación Emocional y Neurociencias aplicadas a la Educación en Instituciones de gestión Pública y Privada.

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