Alejandro Finocchiaro articuló en la jornada dos actividades con legisladores del bloque de su partido. Por la mañana, el encuentro estuvo destinado a revisar la actualidad del proceso educativo en el marco de la pandemia generada por el coronavirus y el futuro que puede vislumbrarse. A última hora de la tarde, tuvo lugar el tercero de los diálogos programados con Waldo Wolff para disertar sobre antisemitismo, judeofobia y antisionismo en las redes.
El aislamiento que nos impuso el coronavirus obligó a todos a buscar alternativas para seguir adelante con nuestros trabajos y proyectos.
Por ejemplo, tuvimos otra conversación virtual con el diputado Waldo Wolff, sobre antisemitismo. Temática que ha despertado un interés que desbordó las vacantes que ofrece la plataforma. Esta es la tercera reunión que se organiza. La demanda en estos temas permite sostener la esperanza de que queden atrás, pronto, todas las formas de segregación y podamos disfrutar de la multiculturalidad, un gran activo de nuestra sociedad. Tenerle miedo a la diversidad es fruto de la ignorancia.
Y hay, entonces, puntos en común con otro diálogo con diputados de nuestro espacio político. Estaban interesados en conocer el encuadre del proceso educativo en este marco tan especial que define la pandemia.
Lo que puedo resumir de eso es que la dinámica propuesta para la cuarentena nos demuestra que la escena en las aulas debe cambiar, incluso más allá del período de aislamiento.
Puede verse con nitidez, ahora, que cuestiones infraestructurales se han convertido en esenciales, más allá de la subestimación que padecimos en algún período. Un ejemplo concretísimo es la conectividad, y el desarrollo de las habilidades requeridas para utilizar su potencial.
La COVID-19 nos demuestra que el futuro ya llegó. Pero no debe ser un fenómeno con el que nos encontremos pasivamente. Debemos formatearlo, construirlo. Y por eso cobran cada vez más vigencia los ejes de las gestión que impulsamos.
Es imprescindible que el Estado, que nos representa a todos, siga siendo el rector de las políticas educativas. Solo así podremos volver a tener igualdad de oportunidades y posibilidades para todos nuestros alumnos, independientemente del lugar y hogar de origen.
El sistema educativo debe fomentar las habilidades blandas que requiere este tiempo. Nuestros chicos y chicas tienen que aprender a obtener y a generar contenidos del modo que hoy circulan. Tienen que poder transitar, en equipo, proyectos multidisciplinarios que integren saberes de distintas áreas de conocimiento. Debemos promover la mayor participación de las chicas en muchos campos que les estuvieron vedados, como la educación tecnológica, para que estén en condiciones de ser protagonistas de ese porvenir del que hablábamos.
Tenemos que formarlos en valores, para que sean ciudadanos que impulsen una sociedad plural y democrática, donde la diversidad se perciba como riqueza.
Tenemos que seguir promoviendo la innovación educativa, como la que intentamos alcanzar reformando toda la secundaria, vinculándola a la comunidad que la ampara. Seguir apostando al rol ineludible de los docentes, mejorando su formación, ofreciendo capacitación situada, para que los matices de nuestro enorme país se expresen y sean volcados en los contenidos.
Es necesario que preparemos a los estudiantes para el mundo real, tendiéndoles puentes con el trabajo y la educación superior. Una educación superior que debe ser planificada federalmente, para poder alcanzar un desarrollo armónico de todas las áreas de conocimiento y las regiones productivas.
Esto se logra transparentando los datos del sistema, diseñando políticas en base a la evidencia.
En definitiva, la educación amplía los márgenes de libertad. Tenemos que velar para que nuestras aulas despierten espíritu crítico, debemos estar atentos para impedir cualquier forma de adoctrinamiento. Tenemos que lograr que en la universidad pública se escuchen todas las voces.
Alejandro Finocchiaro. Exministro de Educación de la Nación
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