Siegfred Bernfeld fue un psicoanalista judeoaustríaco que en 1920 la comunidad judía de Viena le encomienda organizar un internado para huérfanos de guerra de la colectividad. Partidario del Psicoanálisis como del Socialismo Sionista utilizó esas dos fuentes teóricas para concretar su experiencia educativa.
Como socialista es partidario de que el acto pedagógico sea una construcción colectiva, y para nosotros este pensamiento tiene su interés porque, por un lado nuestra práctica se desarrolla en un entorno institucional, además las transgresiones a las normas son hechos cotidianos pero la reacción a las mismas presentan dificultades por parte de los educadores, lo que pone en cuestión el sentido de la autoridad.
Como situación de época aparece la desautorización de parte de familias que no aceptan las decisiones que toma la escuela, o los dichos de funcionarios públicos que estigmatizan nuestra profesión .
Pero, ya saliendo de la pandemia hay un conjunto de medidas de políticas educativas “inclusivas” y de modificación del régimen académico, como por ejemplo las flexibilización de los requisitos para pasar de curso que la vivimos con la certeza que no estimulan el esfuerzo, y desreponsabilizan de las consecuencias de sus actos a los adolescentes que deciden durante el año molestar, no prestar atención, no cumplir con la tarea, etc… Pensamos que son medidas que nos desautorizan como docentes.
Estas medidas generan debates entre quienes son partidarios de dar contención y los que reclaman volver a medidas inflexibles. La tarea de educar es posible si logramos influir en el sujeto de la educación, y esto se da si ellos nos reconocen como autoridad y para lograrlo, hay colegas que argumentan por reivindicar normas claras e inflexibles y otros que proponen ganarla a través del afecto. En términos de Bernfeld el debate sería entre quienes proponen una pedagogía “cuartelaria” versus lo que apuestan a una pedagogía “del amor”.
Ahora bien, para nuestro autor ambas pedagogías tienen una base común, porque el educador se presenta como autoridad moral que busca imponerse, ya sea por el miedo o bien por el amor, pero no se tiene en cuenta los lazos que los alumnos mantienen entre sí como grupo. En tanto autoridad moral, el docente muestra valores objetivos y generales a los cuales los sujetos deben adaptarse, sin tener en cuenta su vida anímica.
Pero nuestro autor dice que ambas pedagogías son infructuosas. Las que se basan en el miedo, o diríamos en la firmeza de los límites y la responsabilidad por sus acciones, al final no generan cambios profundos en los alumnos. Y las que se basan en el amor, se logran cambios consistentes, pero resulta ineficaz porque pone a los educadores en situaciones complicadas debido a la complejidad de la vida afectiva de cada sujeto. Por ejemplo, no siempre se da una relación profunda con los alumnos, o bien muchos de ellos manifiestan su amor con “…formas paradójicas que llevan a perturbar el orden de la escuela, por ejemplo la agresión, la obstinación, la ingratitud, etc..” (Bernfeld, 2005, 42)
La propuesta de Bernfeld es que debemos actuar como un dirigente técnico, que se ubica en una posición muy singular ante el grupo. Esta autoridad es resultado de un acto del educador que consiste en reconocer los deseos e intereses de los sujetos y brindarles las formas socialmente aceptables para lograrlo. No se trata de imponer su concepción de vida, sus ideales, sino de que puedan encontrar en él las herramientas sociales que permitan lograr sus intereses.
Cuando los sujetos ven en el educador alguien que les reconoce su intereses y que tiene las herramientas socialmente aceptables para lograrlo, entonce lo reconocen como autoridad, por eso dice que: “ el educador es una autoridad meramente técnica que se limita a mostrar a los niños las formas con que pueden conseguir sus propios objetivos. Y sólo puede adquirir una autoridad moral a través de su función de dirigente técnico.” (Bernfeld, 2005, 41)
El reconocimiento del interés de los sujetos es el enganche que permite introducir el curriculum, por los que el contenido escolar tiene una función pragmática, sirve para resolver sus necesidades.
A diferencia de las otras formas de construir autoridad esta nos promete ser más rápida, con logros persistentes y además está al alcance de todos los educadores porque puede aprenderse fácilmente. (Bernfeld, 2005,42)
Sin embargo sabemos que en nuestro presente no siempre manifiestan a flor de piel sus intereses, que encontramos abulia y hasta oposición a nuestra propuesta. Tal vez a Bernfeld le habrá funcionado con sus huérfanos de guerra en 1920, pero estamos a cien años de distancia.
Tal vez si consideramos el acontecimiento que le permitió construir esta teoría de la autoridad podamos encontrar la clave de salida de nuestro atolladero.
La reflexión de Bernfeld surge ante la situación de que un grupo de sus internos robaron chocolate. En vez de escandalizarse frente al hecho, la propuesta fue legitimar su interés pero no la forma en que lo alcanzaron, por los que se le propuso hacer una obra de teatro para obtener los fondos necesarios para lograr sus intereses. El acceso a la literatura y también al desarrollo de competencias expresivas, fue impulsado por el interés de resolver una necesidad propia.
Tal vez la salida será tener un actitud de búsqueda expectante ante el acontecimiento que nos permita introducir el acto educativo.
Referencia
Bernfeld, S. (2005). La Ética del Chocolate (V. Nuñez, Ed.). Gedisa.
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